Conservación
Momento crítico para el Parque Natural de la Bahía de Cádiz
Su director, Rafael Martín, advierte que es el “momento de actuar” para lograr su conservación
Más de 10.000 hectáreas de playas, planicies fangosas, marismas, salinas y esteros de los términos municipales de Cádiz, Chiclana de la Frontera, San Fernando, El Puerto de Santa María y Puerto Real dan vida a uno de los entornos naturales más singulares de la provincia y Andalucía, el Parque Natural Bahía de Cádiz.
Espacio que el próximo 28 de julio cumplirá 35 años desde que la Junta de Andalucía impulsara su protección (1989) y que, según responsables políticos y orgánicos, llega a este aniversario en uno de sus momentos más delicados.
«No cabe la menor duda de que el Parque Natural Bahía de Cádiz atraviesa un momento crítico, en el que hay que tomar decisiones», señala Rafael Martín, director-conservador del parque. Situación que relaciona directamente con el «declive que, en los últimos tiempos, han experimentado las actividades salinera y acuícola».
«A diferencia de otras zonas de protección de la provincia, como son los parques de Grazalema, Los Alcornocales, La Breña o El Estrecho, el Parque Natural de la Bahía de Cádiz precisa de la acción del hombre para su conservación y ahí», destaca, «entran las actividades acuícolas y salineras».
«Lamentablemente», explica, «la competencia, muy grande, de producciones acuícolas que han llegado de afuera ha hecho que los empresarios que tradicionalmente se estaban dedicando a mantener la actividad en las salinas del Parque Natural Bahía de Cádiz hayan ido abandonando».
«Actividades que», subraya, «son desde tiempos inmemoriales fundamentales para mantener la biodiversidad del parque», ya que, «como es sabido, son las que han hecho posible que esta zona sea acreedora de la figura de parque natural y zona Ramsar».
«Esta circunstancia ha provocado que nos encontremos en un momento clave, en el que no cabe otra opción que la de tomar decisiones si queremos que esto siga siendo un parque natural con esos valores», explica.
«Por tanto, como estamos constatando que hay muchas salinas abandonadas, nosotros», argumenta, «como parque natural, como administración medioambiental, lo que hemos promovido básicamente es un cambio de normativa para mejorar las posibilidades de hacer negocio de los acuicultores y de los salineros, dando entrada a actividades complementarias en torno a la acuicultura y la producción de sal, caso del turismo o la gastronomía. Lo que conocemos como economía azul».
Apertura que, según el director del parque, «va a permitir al empresario completar su modelo de negocio y mantener las salinas».
«Y es que este parque», recalca Rafael Martín, «aunque se diga que es natural, no lo es. Se trata de un entorno que ha sido creado por la mano del hombre y por la actividad económica auspiciada por este».
Por ello, «si queremos conservarlo, no hay otra que favorecer que el empresario que está en una salina tenga un buen modelo de negocio para lograr tres cosas claves: desarrollar su trabajo, ganar dinero y generar biodiversidad».
«Aunque suene raro de boca de un director de un parque natural», resalta, «queremos que se produzca esa reactivación económica de las salinas; siempre, claro está, dentro de unas normas. Aquí no caben proyectos raros».
En la misma línea, Óscar Curtido, delegado territorial de Sostenibilidad, Medio Ambiente y Economía Azul, señala que «este es el único parque de la provincia de Cádiz que es diferente, que precisa de la intervención del hombre para su conservación». «De ahí que, si no conseguimos reactivar sus actividades tradicionales, se va a perder. Es así de claro».
«Desde la Junta de Andalucía lo que pretendemos es mejorar todas las condiciones que favorezcan las actividades salineras y acuícolas, pero sabiendo que hay que tener una visión mucho más amplia, apostando por otras actividades (turismo, gastronomía, educación ambiental, etc.); algo que va a ser posible con la aprobación del nuevo plan de ordenación del parque».
Y es que, según destaca, «nuestro parque vive un momento muy crítico, del que habla que, de las 130 salinas que había, 75 se encuentran abandonadas», lo que se traduce que, «en los últimos diez años, la superficie salinera de la bahía ha pasado de un 47 a un 12 por ciento».
«Asimismo, la actividad acuícola ha pasado de ocupar un territorio de más del 30 por ciento al 9,4 actual».
«¿Qué quiere decir esto?» se pregunta. «Que estamos en el momento en el que hay que actuar, tomar medidas y concienciar a todas esas personas que tienen la capacidad de decisión y cambiar lo que tenemos en estos momentos».
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