Entrevista

Jesús Armesto: «Todos estamos expuestos a ser inmigrantes»

En su quinta película documental, «Pabellón 17», cuenta el tránsito de un edificio que fue cárcel de mujeres hasta convertirse en un centro de inmigración

Jesús Armesto
Jesús ArmestoLa Razón

Hay palacios de bella fachada y ordenada distribución. Espacios ganados al aire por el norte y a la tierra por el sur. Sin embargo, la piedra que habita no siempre es un cuento de hadas. Es el caso del «Pabellón 17» en Roma, que fue cárcel de mujeres y hoy una referencia eterna como centro de inmigración. Ese tránsito y la estela que deja la estrella de una sanadora praxis es lo que cuenta Jesús Armesto en su quinta película documental.

¿Qué se le pasa por la cabeza cuando un edificio para sanar se convierte en un cementerio para 500 personas? Le hablo del hospital de Gaza.

En lo humano habita lo mejor y lo peor. Y para que lo segundo no acabe ganando esa batalla la clave puede estar en no perder de vista la humanidad del otro. Preguntando sobre qué es lo humano y quién es el otro. Ponernos en su lugar pues a veces para conocernos tenemos que encontrar el «tú» que habita en el otro.

Se lo preguntaba porque en su nueva obra audiovisual se fija en un edificio que de «manicomio» de mujeres en el siglo XX ha pasado a espacio de liberación… para inmigrantes.

La sombra nace de la luz y la luz disipa sombras. Y es esta metáfora la que he tomado para esta película documental. Igual convertimos un concierto de la paz en una masacre como en Israel, o un hospital en cementerio, dígase Gaza. Por eso llamo la atención hacia el Pabellón 17, que de internamiento carcelario de mujeres pasó a ser un espacio de liberación de migrantes.

Un edificio, el Pabellón 17, que lo mismo es palacio que mazmorra; hogar que contenedor de excluidos...

En el filme se dice que el soñador siempre es el otro, pero ¿quién es el otro? Insisto en que debemos hacer ese ejercicio de salir de nosotros mismos. Ya sé que es algo molesto, costoso, a veces desagradable. Pero si queremos mejorar nuestra convivencia y pacificar nuestras existencias comunitarias, debemos hacerlo. Creo en esos puentes invisibles con los distintos.

Las piedras hablan. ¿Qué le han susurrado a la hora de hacer el guion?

Que todo cambia constantemente. El sistema se mueve con impecable impermanencia.

Es interesante su reflexión sobre la migración inclusiva.

Creo que debemos incidir en esa forma de organizar nuestras sociedades, a través de la inclusión. La tendencia actual europea es aparcar a los migrantes en «parkings», creando guetos. Sin duda, una opción muy costosa en lo económico, muy poco hábil en lo político, y desastrosa en lo social, ya sea en la sociedad receptora como en los recién llegados.

Y mira que en España debería ser un poco más fácil. Nos han colonizado y hemos sido colonizadores. Ahora somos territorio deseo pero hasta hace cuatro días buscábamos la tierra prometida.

Todos estamos expuestos a ser inmigrantes. Los españoles no deberíamos perderlo de vista. Yo mismo lo soy, un andaluz en Cataluña. Y lo he sido en otros lugares. Incluso, si me lo permites, a veces incluso me he sentido extranjero en mi propia tierra.

Hay un peligroso discurso que políticamente es rentable. En Italia, Meloni es un ejemplo. ¿Ha querido poner la vida de estas personas frente al espejo de la xenofobia institucionalizada?

En realidad, no. He querido mostrar un ejemplo positivo y no perderme en la contestación. Me propongo compartir un ejemplo que sirva de espejo, un ejemplo que funciona. Lo que está ocurriendo hoy dentro del Pabellón 17, llevado a cabo por el Centro Samifo es algo portentoso, humano e inteligentísimo, que podemos reproducir y proyectar en otras ciudades más allá de Roma.

Y una vez que ha contado la experiencia de los apátridas de ese «Pabellón 17». ¿Qué deberíamos sacar en claro al final? ¿Cuál es el mensaje con el que nos debemos quedar?

Que estamos aceptando que todo nuestro mundo va demasiado rápido. Y todo lo podríamos transformar si verdaderamente nos ocupáramos de escuchar y de mirar. Al fin y al cabo, todo está unido entre sí mediante un sistema natural que es fractal, y que Bach, muy presente en el filme, llamaba: el tiempo de Dios.