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Serpientes

Serpientes voladoras, existen y meten miedo, pero este es el motivo por el que vuelan

Aunque su nombre evoca imágenes de fantasía, las serpientes voladoras son una realidad en los bosques de Asia, donde planean hasta cien metros para cazar o escapar de depredadores sin suponer un gran peligro para el hombre

Serpientes voladoras, existen y meten miedo, pero este es el motivo por el que vuelan Wikimedia

Lejos de cualquier amenaza inminente, las cinco especies de serpientes que integran el género Chrysopelea viven una existencia tranquila en las copas de los árboles de los bosques del sur de Asia y el archipiélago indonesio. La Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) las cataloga como especies de «Preocupación Menor», un alivio en un mundo donde las buenas noticias sobre biodiversidad escasean. Por ahora, sus poblaciones se mantienen estables, ajenas al interés que despierta su extraordinaria habilidad. Esta estabilidad contrasta con la situación crítica de otras especies, como la de un terrorífico cangrejo que se encuentra en peligro de extinción, lo que subraya la fragilidad de muchos ecosistemas.

A pesar de ello, la primera pregunta que suele surgir al hablar de ellas es si son peligrosas. La respuesta es rotunda: no. Si bien es cierto que poseen veneno, este es de una toxicidad leve y está pensado para sus presas. Además, sus colmillos inoculadores están situados en la parte trasera de la mandíbula, una disposición que hace prácticamente imposible que puedan morder a una persona con efectividad, por lo que no suponen un verdadero peligro para el ser humano.

De hecho, su veneno está perfectamente adaptado a su dieta, compuesta por presas mucho más pequeñas, como roedores, lagartos, pájaros e incluso murciélagos. Su método de caza, tal y como informa el medio IFLscience, a menudo involucra precisamente la habilidad que las hace únicas: su capacidad para desplazarse por el aire.

La física detrás de un planeo imposible

En realidad, estos reptiles no vuelan en el sentido estricto del término, pues no pueden ganar altitud por sí mismos. Lo que hacen es planear. Para ello, se lanzan desde una rama y transforman su cuerpo por completo: aplanan sus costillas hasta adoptar un perfil cóncavo en forma de «C», que les permite generar sustentación, mientras ondulan su cuerpo en un movimiento serpenteante en forma de «S» para mantener la estabilidad y controlar la dirección.

Gracias a esta técnica, depurada a lo largo de milenios de evolución, consiguen un desplazamiento aéreo asombroso. Son capaces de recorrer distancias que alcanzan los 100 metros y de alcanzar velocidades cercanas a los 11 metros por segundo, lo que les permite moverse entre las copas de los árboles con una eficiencia formidable.

Asimismo, los biólogos barajan varias hipótesis para explicar el porqué de esta habilidad. La teoría principal sostiene que es una sofisticada estrategia evolutiva para huir de depredadores arbóreos, permitiéndoles una escapatoria rápida sin tener que bajar al suelo. Otras explicaciones sugieren que podría ser una forma de ahorrar energía al moverse por la selva o, incluso, una técnica para lanzarse sobre sus presas desde las alturas. Este tipo de adaptaciones son un fascinante campo de estudio, al igual que lo es descubrir el rastro evolutivo en por qué un perro entierra cosas como un instinto heredado.