Estreno
Assayas pone en su sitio los 70
Da gusto entrevistar a Olivier Assayas. No sólo porque siempre parece tener algo interesante que decir, sino porque lo dice sin hacer esfuerzos, hilando fino como quien fuma un cigarrillo. A los 25 años era crítico de «Cahiers de Cinéma», poco después se convertía en uno de los primeros valedores en Europa de los nuevos cines asiáticos y en una década se transformaba en cineasta versátil e imprevisible, puente colgante entre la figura paterna de la Nouvelle Vague y los hijos del post-cine. ¿Por qué ahora retomar el espíritu del 68 en «Después de mayo»? «Necesitaba ponerlo en su sitio, desmitificarlo, para los jóvenes de hoy (le saca a su pareja, la también directora Mia Hansen-Love, 26 años)», explica Olivier Assayas. «Parecía que había triunfado la revolución, pero buena parte de la juventud francesa de principios de los setenta pensaba que el Mayo del 68 había sido un fracaso, y que había que acabar de una vez por todas con el sistema. Al contrario de lo que ocurre con el movimiento de los «indignados; que cree en la necesidad de reformar la sociedad, por aquel entonces sólo se quería destruirla».
No es casual que «Carlos», la magnífica miniserie sobre el camaleónico terrorista, fuera una ambiciosa reflexión sobre el lado oscuro de los setenta. Assayas se quedó con las ganas de abordar esa década, clave en su educación sentimental, desde otra perspectiva. «Podría decirse que "Después de mayo"cuenta cómo sobreviví a los setenta», confiesa. «Cómo recuerdo ese idealismo devastador. Es una especie de secuela de "L'eau froide"(1994) hecha a mayor escala, demostrando lo que había aprendido en un proyecto de tan largo alcance como "Carlos", rodado en varios idiomas y con un presupuesto más holgado», comenta.
Aunque «Después de mayo» es una película coral, es Gilles, álter ego de Assayas, quien guía nuestra mirada: «Yo también hice mis pinitos con la pintura abstracta», admite el director de «Clean». «Es una cuestión central en el filme la relación que tenemos con el arte, el modo en que nos definimos como artistas. Gilles hace la transición de la pintura al cine descubriendo que éste, en el fondo, es el arte que engloba a todos los demás, y eso relaja sus vínculos con el mundo, le hace sentirse parte de él».
Assayas escogió a sus actores debutantes –exceptuando a Lola Créton, protagonista de «Un amour de jeunesse», de Mia Hansen-Love, su actual pareja– en función de su imagen setentera, de su naturalidad ante la cámara, pero también de su sensibilidad artística. «Me pareció que si eran pintores, escultores o músicos podían entender mucho mejor lo que quería contar. Ser creativo consiste en romper con las normas no escritas de tu generación, y creo que eso no ha cambiado de los setenta hasta ahora».