España

Dr. Amos García Rojas: siempre en la defensa de la inmunización

Como médico representante del colectivo de vacunólogos, lleva años dedicado a la promoción y difusión del conocimiento del valor de las vacunas

María Luisa Carcedo y el Doctor Amos García Rojas
María Luisa Carcedo y el Doctor Amos García Rojaslarazon

Compagina la jefatura de sección de Epidemiología y Prevención de la Dirección General de Salud Pública del Gobierno de Canarias, con la de jefe de sección de Epidemiología y Prevención de la Dirección General de Salud Pública del Gobierno de Canarias y la presidencia de la Asociación Española de Vacunología (AEV). Y es por esta ardua labor que en los VIII Premios A TU SALUD se le ha querido distinguir como profesional y representante de una de las herramientas más prácticas de salud pública y con más impacto desde la potabilización del agua.

Las vacunas han sido objeto en los últimos años de fuertes controversias y, pese a que en España se han mantenido las tasas de vacunación alta (siempre por encima del 90%), los profesionales sanitarios han trabajado mucho por defenderlas y arropar con rigurosidad científica su necesidad y aplicación en la sociedad.

Desde la AEV sostienen que su misión es proteger a las personas y mejorar la salud de la población fomentando el uso idóneo de las vacunas para la prevención de enfermedades infecciosas, contribuyendo con ello a una mayor esperanza y calidad de vida.

Por ello, García Rojas, como médico representante de este colectivo, lleva años dedicado a la promoción y difusión del conocimiento del valor de las mismas. Una de las grandes cuestiones que simpre lanza a la audiencia desconfiada de este tipo de prevención es «¿cómo puede ser natural tener una enfermedad del siglo pasado?». Porque él defiende que esto no debe considerarse normal, ya que se ha avanzado mucho en este terreno.

Además, cree que si esto ocurre es porque las vacunas han muerto por su éxito. Esto ocurre, como explica García Rojas porque se están produciendo «corrientes de desadherencia a las vacunas», sobre todo por los buenos resultados de estas terapias. Y es que, algunas voces sociales argumentan que no ven necesario inmunizarse frente a patologías que han desaparecido. «Si se han conseguido erradicar es por las vacunas, pero no significa que no haya brotes; no hay que bajar la guardia», ha sentenciado en más de una ocasión el epidemiólogo.

Junto a ello, también subraya y hace mucho hincapié en que hay padres y madres que confunden conceptos y «asocian llevar una vida natural con una vida sin vacunas, no beber agua potabilizada o leche pasteurizada. Lo natural es aplicar la ciencia y el conocimiento que es lo que permite avanzar hacia un futuro mejor. A estos padres hay que transmitirles este mensaje».

En este sentido, García Rojas es de los que opta no por obligar, sino por educar e informar, porque cree y confía que sólo así se puede llegar lejos. La vacunación universalen la infancia modifica la epidemiología y disminuye de forma drástica el número de casos graves de patologías evitables.

En su opinión, también hay que decir que no todas las vacunas son iguales. Las hay mejores, las más, razonablemente buenas, y algunas, menos buenas. Se trata por tanto, de defender las que la evidencia ha demostrado como seguras, eficaces, efectivas, y también eficientes. Es decir, las que se escenifiquen como adecuadas para las necesidades de la población. Y también hay que recordar que la defensa de las vacunas es una actitud. No se trata sólo de potenciar la administración de determinados productos biológicos. Así, una magnífica vacuna contra la infección por VIH es el preservativo, y contra el cáncer de pulmón y determinadas patologías del aparato respiratorio, son las políticas antitabaco. Hay por tanto, vacunas de diferente origen y aplicación y hay que evaluar de manera rigurosa cual de ellas es más conveniente implementar.

García-Rojas también expone que podemos presumir de las coberturas vacunales en nuestro país. «Éstas superan el 95% a lo largo del primer año de vida, lo cual es indicativo de la alta receptividad de la ciudadanía a estos productos. Es difícil creer que puedan darse las condiciones necesarias para un debate serio, cuando por un lado está el 95% de la opinión, y por el otro un menguado 5%. Y, además, ese 5% no es homogéneo. En el mismo se encuentran los menores que por determinados problemas de salud pueden tener contraindicada temporal o permanentemente, la vacunación; los menores que de manera vergonzosa forman parte de bolsas de exclusión social y, por lo tanto, están huérfanos de políticas sociales adecuadas; y, por último, los padres y madres que, libremente, no quieren vacunar a sus hijos. Dentro de este grupo hay a su vez que distinguir entre los progenitores que tienen temor a que las vacunas puedan producir daños, y los irreductibles, los que rechazan de plano las vacunas desde un posicionamiento supuestamente ideológico».