Sanidad
Gestión privada de la asistencia sanitaria vs pública: un debate estéril en manos de los políticos, sin criterios
Una vez más, se ha puesto en la calle por un diario digital un informe, que desconozco, de la Cámara de Cuentas sobre la gestión privada de la Sanidad apoyando la idea de sus detractores. Y , como es habitual en los medios de comunicación me citan como el responsable de animar a las administraciones hacia la deriva privatizadora. Y esto me permite, discúlpeme el lector, para precisar en este escrito mis pensamientos al particular.
Durante muchos años , desde 1965 hasta 2000, he sido médico dedicando mi tiempo a ser un bien mandado profesional en los empleos que se me han asignado, creo que por mi mérito y preparación. Y lo he sido en todos los entornos, médico rural, de la Seguridad Social, del Ejército del Aire y de la Beneficencia Municipal de Madrid. En todos ellos he tenido compañeros y enfermos con los que puedo acreditar mi fidelidad a mi trabajo público y de la entrega a mi profesión a la que me enganché apasionado sin que, a partir de ese momento, entrara en mi cabeza hacer recuento de qué me da y qué me quita. Aún quedan personas que me han sido la ilusión de mi vida, responsabilizándome un poco de sus enfermedades. Sólo he hecho cumplir con la pasión que tuve la suerte de recibir y compartirla con mis admirados maestros y mis compañeros en este sendero. Todos ellos, y los muchos que no conozco, necesitan una organización, pública o privada, que les entienda y les deje compenetrarse con sus enfermos y recorrer juntos el avatar de una medicina moderna, en una Sanidad «local, provincial o universal», como a amor gloria del político se quiera denominar. Y, todos ellos buscan, y no la encuentran con facilidad, esa organización en la que trabajar. Porque desgraciadamente el trabajo de médico solitario entregado a sus clientes ya no existe. Y es que el primer requerimiento que exige el profesional es el reconocimiento a su personalidad y a su vocación. Y ésta, cómo San Pablo, no tiene hora, no tiene limites. ¿Por qué? Porque es una pasión, un enamoramiento. Pero es un quehacer humano, con reglas de juego del «mercado» social. Es decir, se ha formado un médico, un enfermero, con años y dedicación selectiva. Su esfuerzo es singular y necesita ser compensado singularmente. ¿Todos? No, aquellos que responden a su pasión y se entregan al paciente, a su familia y compartir con ellos la tragedia de la enfermedad para vencerla. Pues bien, llevamos muchos años, esperando que se entienda este principio elemental. Desde la creación del Sistema de Salud digamos moderno, en los años 70, todos los médicos, enfermeras y otros que nos acompañan, reclaman una compensación singular a quienes se comportan singularmente. Y sólo vemos que las organizaciones públicas, y también en las privadas, se colocan los incentivos en primar a quienes con nosotros menos trabajan, menos se apasionan y «pasan olímpicamentre» de dar respuesta a sus obligaciones que recaen en quienes están tocados por la pasión. Siento mucho, créame el lector, decir que el sistema público de España ya está en la espiral de su descomposición. Nuestros mejores profesionales lo han abandonado, aunque sigan en nómina. Serán a los que les conviene la mediocridad, la endogamia, el trabajo cómodo, los que se queden.
Durante años hemos esperado la reforma sanitaria. Creímos que la oportunidad, la traía el Informe Abril Martorell. Lo vimos pasar, aunque algunos, como un servidor, nos pusimos a aplicarlo en una de sus variadas respuestas: Alcira, Muface, Madrid, las EVAS en Cataluña. Pero los políticos y a quienes les alientan, sean responsables ante la población y hagan el favor de explicar si lo que quieren es un médico de la pública, un cocinero, una limpiadora de la organización pública que venga a cumplir, cada uno con las reglas de su trabajo o a buscar un manto protector que exime de responsabilidades y de exigencias que no se dan en los otros sectores donde aplicar su profesión. Adecúen la gestión pública, los que tanto la defienden de mecanismos de gestión que compensen la entrega individual y eliminen a los «oportunistas».
Sean ustedes conscientes que desde esa «marea antiprivatizadora» en España ya no se va a poder contratar ni la lavandería de un hospital. Y sean conocedores de que los edificios se hacen viejos, hasta algunos se caen, pero entiendan que sin la colaboración publico-privada hoy ya no se puede construir ni remodelar un hospital. Los que critican los 12 de Aguirre, acérquense a Toledo y vean que en ese tiempo no se ha hecho ni su hospital, y que gracias al pragmatismo de su Gobierno actual se esta terminando con la colaboración público privada. En cuanto al informe que desconozco, les prometo su análisis para clarificar algunos criterios, seguramente hechos con buena intención. O para aprender los errores y rectificar los propios criterios.
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