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¿De verdad es inevitable engordar con la edad?

¿De verdad es inevitable engordar con la edad?
¿De verdad es inevitable engordar con la edad?larazon

“No entiendo nada. Desde hace unos años estoy ganando peso poco a poco y ya no sé qué hacer”.

Es una de las razones habituales por las que algunas personas acuden a la Unidad de Obesidad y Nutrición en Quirónsalud Valencia, sobre todo a partir de determinada edad.

¿Cuál o cuáles son los motivos que nos hacen subir de peso cuando vamos cumpliendo años?

“El gasto energético basal (GEB)” explica Rocío Práxedes, dietista-nutricionista de la Unidad de Obesidad de Quirónsalud Valencia, “se reduce alrededor del 5% por década a partir de los 30 años. El GEB son las calorías consumidas por una persona en reposo, en ayunas y a temperatura ambiental agradable. La disminución de esta tasa metabólica está relacionada con la pérdida de masa muscular asociada a cumplir años, y significa que, si tengo más de 30 primaveras, aunque mi ingesta de comida sea igual, y no mayor que hace diez años, ganaré algo de peso.”

¿Podemos evitar esta pérdida de músculo y la consecuente caída de la tasa metabólica basal?

La respuesta está en la práctica de ejercicio físico habitual, porque la actividad física puede incrementar este gasto entre el diez y el cincuenta por cien, dependiendo de la frecuencia, la intensidad y fuerza aplicada. El ejercicio físico no sólo consume calorías mientras es ejecutado, parece que aumenta el gasto de calorías en nuestro cuerpo, durante un tiempo muy variable después de terminarlo.

El tiempo que nos pasamos sentados o realizando actividades asociadas a un gasto energético bajo también influye. “A veces pensamos que acudir al gimnasio dos veces por semana es suficiente”, puntualiza la especialista, “que nos dará licencia para “liarnos la manta a la cabeza” durante el fin de semana; pero si hacemos el cálculo de las horas semanales que estamos activos, frente a las horas que pasamos sentados, ya sea en el trabajo o en casa, advertiríamos que el ingreso de comida, y por ende, de calorías, puede seguir siendo superior al gasto calórico.” Así que resulta imprescindible que además del gimnasio, utilicemos poco el coche y evitemos los ascensores, en definitiva, que nos mantenernos activas/os el mayor tiempo posible.

Comemos por apetito no por hambre. El apetito está más relacionado con el deseo y la apetencia de comer algo en concreto, con o sin manifestaciones de hambre; y el hambre, responde a la necesidad de comer, de cubrir nuestros requerimientos energéticos y nutricionales, de manera que cuando la sentimos, nos podemos comer cualquier cosa, ya sea un plato suculento, o las sobras que guardamos en la nevera el día anterior. Pensémoslo antes: ¿lo que sentimos es hambre o gula?

Tenemos acceso a más variedad de alimentos y menos comida de verdad. Estamos rodeados de múltiples estímulos para comer más. La oferta de comidas en la calle y en restaurantes es infinita, ni digamos los anuncios publicitarios de alimentos y bebidas superfluas, los expositores de comidas para llevar son tentadores, y las propuestas de los restaurantes suculentas; sin embargo, el tiempo que dedicamos a cocinar e ir a casa para comer, es cada vez menor, y en la cesta de la compra no siempre abundan los alimentos básicos y frescos. “Si tenemos que comer fuera de casa”, subraya Práxedes, “es importante planificar el táper el día anterior, o incluso cocinar unas horas para toda la semana (lo que ahora llamamos batch-cooking). Si elegimos un restaurante, el plato único o el medio menú, dando prioridad a los alimentos de origen vegetal, sería una opción acertada.”

Cuando nos reunimos con familiares, amigos o clientes, comer poco o decir “no quiero más”, parece no estar socialmente aceptado. Cuando los pacientes comparten conmigo esta situación en la consulta, les hablo de lo importante que es diseñar, antes del evento, estrategias que nos empoderen (por ejemplo, decidir no pedir postre dulce ese día, o pedir de primero una ensalada, o sentarse al lado de la persona que más cuida su salud), y que la aceptación del grupo, llegará con el tiempo (es normal que si antes bebíamos cerveza, incluso el camarero/a se adelante a sacarnos una caña antes de pedirla).

Horarios laborales indeterminados o a turnos, favorecen que pasemos largos períodos de tiempo sin ingerir comida, de manera que llegamos a casa con demasiada hambre, y poca capacidad de controlar la ingesta, así que no es extraño que después de seis horas de trabajo sin comer nada, cortemos un poco de queso y piquemos unas patatas fritas mientras hacemos la cena. Llevarnos al trabajo tentempiés saludables, fáciles y rápidos sería una solución (p.ej. fruta cortada, yogur líquido bajo en azúcar, frutos secos tostados).

Otro factor relevante es el estrés. “Liberamos la hormona cortisol cuando estamos en condiciones de estrés, esta situación estimula la secreción de insulina para mantener la glucosa en sangre en modo “alerta”, y como consecuencia, se produce un aumento del apetito. El estrés crónico con niveles de cortisol a menudo altos, también puede producir cambios no favorables en el apetito.”

Por si fuera poco, el hábito de comer dulces ante el estrés puede ser fisiológicamente satisfactorio, parece estar relacionado con un mayor movimiento de triptófano al interior del encéfalo, que afecta a los niveles de serotonina, y que provoca un efecto “calmante”, con el resultado de que aprendemos a buscar azúcar en momentos de estrés.

Aprende a desconectar, prueba a poner tu propio nombre en la agenda, haz un hueco para ti, practica yoga, realiza un curso de mindfulness...

Como podemos ver, hay muchos factores relacionados con la ganancia de peso, de ahí la conveniencia de tratar este problema con un equipo multidisciplinar que nos ayude a identificarlos y buscar soluciones personalizadas.