Sociedad

Los barcos de fuego

La Casa Escuela Santiago Uno en Salamanca celebra la supervivencia de otra hornada de jóvenes capaces de sobreponerse a situaciones comprometidas

La escuela Santiago 1 de Salamanca, celebra el final de curso con un espectáculo de Barcos de Fuego y con un pasacalles.
La escuela Santiago 1 de Salamanca, celebra el final de curso con un espectáculo de Barcos de Fuego y con un pasacalles.David Arranz/Ical

Cuando el solsticio de verano asoma por un horizonte cada vez más cierto, es tiempo de balance y equilibrio, de celebración o enmienda, de purga y purificación. Es momento de entregar al fuego la energía negativa y de brindar al sol por lo que está por venir. Admirar la vista, desde la cima, hasta donde el cielo y la tierra se funden. Y echar un vistazo atrás para apreciar la dureza de las escarpadas rampas de un terreno agreste, hostil, que se difumina entre el polvo, y recordar cuando las piernas no respondían. Y las tormentas y las noches, y la gélida sensación de soledad. A menudo el mérito es, sencillamente, aceptar el calor de la luz del faro como guía y aprender, humildemente, a navegar por las aguas de la vida con el viento que sople, el que toca.

Todo eso, y más, se celebra por décimo año consecutivo en las riberas del río Tormes tras una larga jornada de actividades lúdicas y educativas destinada a honrar, como merece, el fin de curso en la Casa Escuela Santiago Uno de Salamanca. “Yo creo que lo importante es saber quiénes son ellos. Son chicos de Protección a la Infancia y, otros, son jóvenes infractores, pero porque no se les ha protegido a tiempo. Chicos que vienen de abusos, de maltrato, de prostitución, de adicciones, y que a pesar de todas las dificultades que les han creado los mayores, bajo mi punto de vista, y las oportunidades que no han tenido en la sociedad, han sido capaces este año de acabar su curso”, explica a Ical su director, Jesús Garrote.

Los entornos de la plaza del Mercado Viejo, bajo la atenta mirada de la Casa Lis bullen con el calor del incipiente estío ya al filo del anochecer. Tras las últimas actuaciones circenses, entre el colorido y la música, alumnos y profesores desfilan sobre el Puente Romano con sus barcos a hombros. Son fruto de la manufactura, de su paciencia, su trabajo, acierto y creatividad. Y brillan, como el porvenir forjado a base de tesón en las aulas de su escuela. Cuando cae la noche, un golpe de timón a modo de sutil empujón desde el embarcadero sirve para que las quillas de estos barcos de sueños separen las aguas del Tormes para mantenerse a flote bajo la intensa luz de la luna de junio.

La mayoría de los alumnos de Santiago Uno que acceden a la “graduación de supervivientes” acaban un grado de Formación Profesional. También hay estudiantes de un aula alternativa, de innovación, que están matriculados en colegios pero acuden al Centro de FP Lorenzo Milani a realizar una cata entre más de 20 oficios, incluyendo carpintería, percusión o primeros auxilios, “un montón de cosas”, según aclara el director. “El poder acabar un año con éxito, con todo aprobado, creo que es muy importante. Es lo que celebramos, que no solamente sean los de Bachillerato los que, bueno, con el apoyo de sus padres, con profesores particulares, puedan llegar al éxito, sino los nuestros también, sin una familia detrás que les apoye”, reflexiona el educador.

Proyecto ecosocial

Jesús Garrote refiere que su labor tiene un carácter que él mismo denomina “ecosocial”, porque, en esencia, se dirige “a los últimos, a los que menos soportes tienen, a los más invisibles” y, por otro lado, “a mejorar el planeta”. Por ello, los actos de celebración incluyen una recogida de ‘basuraleza’ por las riberas del Tormes, desde las inmediaciones de La Aldehuela, con explicación didáctica explicación sobre aves y plantas como añadidura. También hay deporte, canoas, música y paella para el avituallamiento. Los barcos, al zarpar, simbolizan el viaje que unos cuantos emprenderán, como cada año, durante el verano para protagonizar una nueva experiencia vital centrada en rehabilitar escuelas en Marruecos “para que no tengan que venir los de allí”, según matiza el director.

“Es muy educativo. Los chicos de Marruecos, a veces, sueñan con tener las oportunidades de los de aquí, de Santiago Uno. Y los de aquí sueñan con tener las oportunidades de los educadores. Pero cuando hacemos algunas estadísticas para los proyectos, vemos que los niños de Marruecos no se atreven a soñar. Y nuestros niños y niñas de Santiago Uno a veces no se atreven a querer. ¿Por qué? Pues porque siempre que han querido les han hecho daño. Por eso creo que es un día muy importante”, reflexiona Garrote, consciente de la importancia del ámbito afectivo en el desarrollo infanto-juvenil de las personas, sea cual sea su contexto social.

En su discurso, subyace una crítica al sistema educativo, más allá de los resultados, que en Castilla y León son óptimos, y da un toque de atención a las instituciones. “Al sistema tenemos que pedirle verdad. A mí los informes de Pisa, sinceramente, no me dicen mucho. Yo agradezco todo lo que haya y los conciertos que tenemos, pero si otro lo hace mejor, que se los den a otro, Yo quiero ser público y que lo que nosotros hagamos sea gratis para los chavales y para las niñas vulnerables, para los que nadie quiere trabajar. Para mí, la escuela que deja fuera a Einstein, que deja fuera a Darwin, que deja fuera a Newton, es una escuela que, por muchos protocolos que hagamos y por mucho que le cambiamos el nombre a la ley, a mí me parece que tiene bastante mentira”, sentencia.

Una demostración, prosigue, es que en el Centro de FP Lorenzo Milani hay niños que están matriculados en colegios, pero acuden a hacer la carta de oficios porque “no pueden” estar en sus aulas. “¿Cuál es su delito? Pues que han abusado de ellos con 12 años, que les han maltratado, y esos niños tienen unos traumas, un terror invisible que, bueno, que tienen hasta diagnósticos: trastorno por estrés postraumático, trastornos del apego, etcétera, y resulta que también la escuela los castiga”, lamenta. Muchos de los niños, continúa, “primero han sido abandonados por sus familias biológicas, porque no habían podido por la situación que tenían; luego por sus familias adoptivas, ya que tampoco eran el perfil que tenían soñado; y después por las de acogida. Pero también por la escuela y también por los clubes deportivos, que exigen ciertos rendimientos”, denuncia.

Para acabar, el director de Santiago Uno deja una reflexión para el futuro sobre las generaciones venideras. “Yo creo que buscamos una sociedad domesticada que repita lo que hacemos y lo que estamos haciendo es cargarnos el planeta y lo que hacemos es de una gran desigualdad. Repetir los mismos patrones. Ya decía Milani, que es uno de nuestros pedagogos, igual que Freire, que no educamos a los chavales solo para que cumplan la ley, sino para que la mejoren. Porque creo que no hay igualdad de oportunidades y esto no hay que saber mucho para verlo y cada vez hay más desigualdad, con lo cual no creo que tengamos mucho de lo que presumir”, concluye.

Cambio de vida

El Centro de Formación Profesional Lorenzo Milani es un hervidero a mediodía. Música, baile y un calor que finge mantener las distancias, pero no perdona. Y mucha alegría. Platos de paella danzando de un lado para otro y la sensación de día grande. Gorka Basagoiti tiene 18 años, lleva seis en Santiago Uno, desde septiembre de 2017, según recuerda con precisión. “Nada más llegar lo ves todo muy negro, muy oscuro. Como que te va a ir todo muy jodido y te van a putear. Porque piensas que te han llevado a una cárcel. Cuando entras, eres pequeño y no sabes de qué va la cosa. Luego te das cuenta de que es todo muy diferente. Los educadores te intentan ayudar mediante talleres y actividades, te intentan enseñar e inculcar unos valores básicos en la vida para que puedas alcanzar tus títulos, tus objetivos en la vida y tu futuro”, cuenta.

Con él está Belin, de 21 años, ya con varios módulos formativos a sus espaldas y las cosas lo suficientemente claras para hablar con honestidad sobre su experiencia. “Es uno mismo quien decide qué camino tomar. Si tú no decides tomar la iniciativa de cambiar tu vida, creo que no lo vas a conseguir. Yo he pasado por varias fases. La he liado y la he cagado mucho, por así hablar, y llegó un punto de mi vida en que solo me tenía a mí. Me dije que no quería esa vida y vi que me estaban dando una oportunidad increíble, tanto de estudios como de salir a conocer mundo. Y cambié. Cambié, literalmente, de mentalidad para poder lograr mis objetivos. Si no, no eres nadie”, explica a Ical la joven, que acaba de terminar Integración Social y trabaja en la cocina de un popular gastrobar de Salamanca. “Estoy con mi perro, mi casa y muy contenta la verdad”, apostilla.

Con apenas 15 años llegó a Santiago Uno Taimira Motos, que ahora cuenta ya 20. “Al principio era todo muy raro porque yo era súper rebelde, pero es verdad que, con el tiempo, he cambiado. La casa me ha aportado muchas cosas, unos estudios, que yo antes no estudiaba, unos valores y un respeto, que eso yo no lo tenía antes, era una maleducada de mucho cuidado. La casa me ha aportado mucho cariño, una familia, que es lo que yo no tenía. Sí la tengo, la familia de sangre, pero es la que menos vale cuando es la que menos te importa. La familia la formé yo aquí, en la Casa Escuela Santiago Uno. Esto para mí es mi familia. Si algún día me fallan o yo les fallo a ellos o me faltan, yo voy a estar muy mal porque esto para mí es muy importante, yo me he criado aquí”, reflexiona.

Una historia similar a la que cuenta el joven Diego Temprano, que ingresó hace dos años en Santiago Cuatro, en León. “Gracias a ellos he podido sacarme la ESO. Llegué aquí con un absentismo escolar de dos años sin ir a clase y con una personalidad muy rebelde e indomable. Gracias a Santiago, me he adaptado a los estudios, he sacado el curso aprobando todas las asignaturas y mi personalidad se ha calmado mucho. Ahora me voy y la verdad que me da pena, pero sé que hay una persona esperando mi plaza y espero que la aproveche, espero que le cambie como me cambió a mí”.