Patrimonio

El castillo ejemplo de arquitectura militar con el que no pudo ni Almanzor

Su origen se desconoce y aunque pasa desapercibido, se sabe que jugó un papel estratégico por su privilegiada situación en tiempos de la Reconquista

El castillo de los barrios de luna, en León
El castillo de los barrios de luna, en LeónAsociación Española Amigos de los castillosLa Razón

Castilla y León es una tierra con una riqueza patrimonial sin igual en el mundo. Un territorio repleto de iglesias, catedrales, castillos, monumentos... allá por donde vayas, con una gran historia detrás, y que no deja indiferente a nadie.

En la provincia de León, en las cercanías de la localidad de Los Barrios de Luna, en la comarca de Luna, se encuentra uno de estos lugares con encanto que, aunque pasa desapercibido, está considerado como uno de los mejores ejemplos de arquitectura militar de la historia de España, en concreto de la época medieval, y eso que su origen es algo incierto.

Se trata del castillo de Barrios de Luna, declarado Monumento Nacional en 1933, del que apenas se conserva nada salvo en la parte alta de la presa construida junto a la fortaleza y que bloqueó el ir y venir del río Luna -en concreto varios restos de dos torres, una habitación y restos de calefacción subterránea-, aunque su espíritu se mantiene intacto y solo el paso del tiempo ha podido con esta fortaleza.

Un castillo que, según los expertos, fue un lugar imponente e inexpugnable durante la Edad Media al construirse sobre una mole de cuarcita, que jugó un papel clave y estratégico durante la Reconquista sobre todo, ya que controlaba estratégicamente el paso por esa zona. Además, parece ser que en ella se custodiaba el tesoro real.

Se conoce poco de su estructura por haber prácticamente desaparecido como consecuencia de la construcción de dicho embalse. Ahora, el acceso es libre y se puede hacer desde la zona alta de la presa.

Se cuenta que fue ocupado por primera vez por los romanos, aunque se atribuye su fundación a Alfonso II de Asturias. Y según la leyenda, fue prisión de Sancho Díaz de Saldaña, padre de Bernardo del Carpio.

Si bien, Alfonso III le dio un impulso con su reconstrucción desempeñando un papel fundamental en la rebelión de los hijos de este rey. En esta época se refuerza para convertirse en una de las mejores fortificaciones cristianas, y se integra en la línea de defensiva que, junto a otras plazas como las de Alba, Gordón y Arbolio, serviría para proteger los pasos accidentados de la Cordillera Cantábrica

Su esposa, la reina Jimena, se lo entregó a su primogénito, García, en 910, junto con los castillos de Alba, Gordón y Arbolio, tras lo cual logró la abdicación de Alfonso y el ascenso al solio leonés.

En 1399 se incorporó al patrimonio de los Quiñones, al ser donado por Enrique III el Doliente a Pedro Suárez de Quiñones, merino mayor de Asturias y adelantado mayor de León. En el siglo XV Diego Fernández de Quiñones, primer conde de Luna, obligó a sus vasallos de los pueblos cercanos a reconstruir el castillo, lo que originó un pleito ante la Chancillería de Valladolid, que perdieron al ser estimado que los vecinos tenían obligación de reparar el castillo.

Años después, el mítico Almanzor, tras destruir León en una de sus campañas estivales, se dirigió a esta plaza pero no logró rendirla.

En la parte alta tenía una vivienda a la que se accedía por una red de caminos y escaleras en la roca y existía una canalización de agua encargada de alimentar el aljibe entre las peñas, que otros estudiosos identifican ahora como la mazmorra.

Levantado en la Peña de Almanzor, este castillo fue considerado siempre inquebrantable y el más seguro del reino ya en el siglo IX.

Romance

A este castillo se asocian numerosas leyendas y romances del antiguo reino asturleonés. Se cuenta de un romance que dice que siendo rey Alfonso I el Casto mandó a su hermana Doña Ximena a la fortaleza, bajo custodia de Sancho Díaz, conde de Saldaña y uno de sus más valerosos caballeros. Pero de los amores ocultos entre ambos nació un niño: Bernardo del Carpio; héroe más tarde en Roncesvalles.

El rey se sintió traicionado y por ello decidió castigar a la pareja encerrándoles de por vida. A ella la recluyó en un monasterio y a él en las mazmorras de Luna tras dejarle ciego.

Y cuentan que hasta hace poco tiempo se guardaban todavía en Luna los grilletes del conde, que nunca fue liberado a pesar de la insistencia de su hijo para que lo hicieran.