Pregón Semana Santa Valladolid
Fonseca Morillo llama a no ponerse de perfil ante la guerra de Ucrania y el reto migratorio
El cofrade de la Vera Cruz y Doctor en Derecho reivindica a Europa y sus raíces cristianas durante el pregón de la Pasión vallisoletana
La Santa Catedral de Valladolid se ha quedado una vez más pequeña para acoger el Pregón de la Semana Santa de la capital del Pisuerga, declarada de Interés Turístico Internacional, con un recuerdo y una oración por su recuperación hacia el arzobispo emérito de Valladolid, Ricardo Blázquez, que se encuentra ingresado en el Hospital Nuestra Señora de Sonsoles de Ávila Una cita marcada en rojo en el calendario de los cristianos y, sobre todo, de los cofrades y semanasanteros de esta ciudad que presume del fervor y devoción de su Semana Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo, que atrae cada año a miles de personas.
Un pregón que este año ha protagonizado un vallisoletano Francisco Fonseca Morillo, nacido en la calle Conde Ansúrez de la ciudad y hermano de la Vera Cruz desde hace 67 años además de Doctor en Derecho por la Universidad de Valladolid, licenciado en Ciencias Políticas y Sociología por la Universidad Complutense de Madrid, así como profesor de Derecho Internacional Público. Una persona con una larga trayectoria profesional vinculada a la Comisión Europea desde 1986, asumiendo diferentes cargos en la Dirección General de Asuntos Económicos y Financieros y dentro del gabinete del que fuera comisario de Justicia e Interior, Antonio Vitorino.
Ha participado en la elaboración de muchas obras académicas sobre derecho comunitario y sobre la Unión Europea y es autor de numerosas publicaciones y este legado europeísta se notaba en su intervención cuando, después de recordar que para él la Semana Santa de Valladolid, seña de identidad de la ciudad, son los olores a cera e incienso, los sabores y los sonidos de su infancia, así como la dignidad y el respeto de cofrades y espectadores, apelaba a Europa, a la que ponía su corazón, como solución a los problemas colectivos que tenemos actualmente.
"¿Y por qué Europa?", se preguntaba Fonseca Morillo, a la que contestaba que, entre otras cosas, "porque aúna el reconocimiento de lo que nos conforma ética, histórica y políticamente, que no es otra cosa que la defensa de la libertad y el equilibrio en el ejercicio de responsabilidades". Y hacía suyas las palabras del profesor Joseph H, Weiler, un estudioso de la Unión Europea: "Una Europa cristiana es una Europa que respeta por igual, de forma plena y completa, a todos sus ciudadanos: creyentes y laicos, cristianos y no cristianos. Una Europa que, incluso celebrando la herencia noble de la Ilustración humanista, abandona su cristofobia y no le causa miedo ni embarazo reconocer el cristianismo como uno de los elementos centrales en el desarrollo de su propia civilización”.
Igualmente, el pregonero recordaba la presencia de las raíces cristianas en los símbolos europeos y en muchos elementos económicos y políticos de la Europa de la Unión, entre los que citaba la propia bandera con 12 estrellas doradas en círculo sobre un fondo azul marino o el propio himno, una oda a la alegría de Beethoven.
También reivindicaba en su pregón la importancia de la doctrina social de la Iglesia en la concepción europea de una economía social de mercado y de la cohesión y apelaba a la noción de la defensa de la libertad individual frente a la acción de la colectividad, plasmada políticamente en el principio de subsidiariedad. Un mensaje que aprovechaba para llamar a los que están en cuerpos superiores a ayudar a los que se encuentran en un nivel inferior.
"Si algo nos define a los europeos y cristianos a la vez es nuestro trato al otro, a aquél que no es parte de nuestro espacio político, pero también la solidaridad ante las amenazas que sufren los miembros de nuestra comunidad o nuestros vecinos", apuntaba.
Por ello, y ante el "maravilloso" retablo de Gregorio Fernández de “El descendimiento”, "del que tan orgullosos nos sentimos todos los Cofrades de Valladolid y, en particular, los de la Vera Cruz, decía, porque es la imagen de la belleza del vencido, que no derrotado, Jesucristo, hacía un llamamiento de justicia y de solidaridad ante la situación en Ucrania y ante el reto migratorio, y demandaba no ponerse de perfil ante ninguno de los dos casos.
"Tenemos una gran responsabilidad", continuaba el pregonero, mientras advertía de que hay que ser conscientes de los "sacrificios" que hay que consentir, entre económicos, militares y energéticos para poder defender nuestro modelo de vida y de convivencia.
Fonseca Morillo ponía en valor y se mostraba orgulloso del acogimiento llevado a cabo de los cuatro millones y medio de ucranianos desplazados tras la invasión rusa, pero llamaba a no desfallecer y seguir en la lucha "sin caer en cantos de sirena populistas", y reivindicaba la ordenación de los flujos migratorios con pol´ticas a medio plazo que aborden todos los ángulos, desde el económico, al político y social o de las relaciones diplomáticas estratégicas.
Finalmente, y tras recitar unas frases de la mítica canción de los celtas Cortos "El largo adiós", defendía que la Semana Santa está hoy más viva que nunca y llamada a todos, vallisoletanos y forasteros, a disfrutarla con entusiasmo y en cada momento.
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