Opinión

Los grandes presentadores vuelven a la carga

"Lo que me gusta de la televisión de los 90 es su absoluta inocencia dentro de la gran algarabía de tendencias que existieron. Las magnas y estridentes corbatas, rodeadas de mobiliario fucsia y verde turquesa, dieron paso a los galantes platós de madera caoba y a una estirpe de presentadores que, a día de hoy, no han sido superados"

Alfon Arranz con Agustín Bravo y Andoni Ferreño
Alfon Arranz con Agustín Bravo y Andoni FerreñoLa RazónLa Razón

Lo que me gusta de la televisión de los 90 es su absoluta inocencia dentro de la gran algarabía de tendencias que existieron. Las magnas y estridentes corbatas, rodeadas de mobiliario fucsia y verde turquesa, dieron paso a los galantes platós de madera caoba y a una estirpe de presentadores que, a día de hoy, no han sido superados. Gente con gracia innata, con garbo y salero, como dirían en cualquier zarzuela; profesionales que evolucionan y dan el “sí quiero” a un futuro prometedor.

En verano, me encantan los planes en Madrid: no hay gente y hay hasta hueco para aparcar. Y, como tenía más sed que patinetes eléctricos hay en España, decidí beberme unas aguas con dos buenos amigos, justo antes de su función, porque están de gira con la maravillosa comedia Se alquila en el Teatro Bellas Artes de la capital.

Mis dos compadres relucen en pleno agosto a lo Sensación de vivir y, allí, en medio de la canícula estival, hablamos de su gran relación fraternal, porque entre Andoni Ferreño y Agustín Bravo se respira familia. Agustín es a Jerry Lewis lo que Andoni es a Dean Martin: un exitoso tándem de lances en el escenario donde la gran aventura está garantizada. Uno compraba en Galerías Preciados y el otro en El Corte Inglés. ¿Qué puede salir mal?

Ambos comparten un origen y una infancia maravillosa llena de grandes aventuras y vivencias. Andoni recuerda el primer coche de su familia, un magistral SEAT 850, seguido de un impecable Renault 12 blanco con techo de vinilo negro. Ambos vehículos coinciden el día de su estreno en la costumbre de pillar el dedo de nuestro protagonista, algo que cuenta a carcajada limpia, al igual que rememora el olor a antiguo de la tapicería y evoca los primitivos cartuchos de 8 pistas en aquellos largos viajes en los que sonaba lo mejor de Elvis y la banda sonora de La muerte tenía un precio.

Agustín, en cambio, me habla con irónico amor y cariño sobre un enérgico viaje de veintidós horas en el SEAT 124 de su cuñado entre Madrid y Marbella, disfrutando de la sinuosidad de las carreteras de entonces, que hacían honor a su nombre, como las que dibujaban Despeñaperros. Pero la gran recompensa, cuando ya llegaban a su destino, era tomarse un buen espeto de sardinas y un delicioso Camy 500.

El menú veraniego de Ferreño implicaba una buena tortilla de patatas, con cebolla por supuesto, seguido de un Drácula, mientras visitaban Deba, Saturrarán o Motrico y aparcaban dentro de la playa de Laga, cuando antaño se podía, cual anuncio de coche de los años 80. Pero los dos coinciden en el terror de aquellos veranos de la infancia: la digestión. Las horas de espera para hacer la digestión después de comer, aquel nefasto y eterno tiempo en el que tu madre te daba carta blanca o no para poder volver a meterte en el mar y seguir con tus aventuras acuáticas. Era la cúspide del poder paterno, una regla inalterable. Eso era el respeto, amigo.

Desde luego, de lo que son fan es de la cultura retro y de sus soportes audiovisuales. Ambos empezaron en el año 90-91 en televisión y tuvieron sus primeros teléfonos móviles, aquellos Micro TAC-2 de Motorola. Sin ir más lejos, si el señor Bravo montara un videoclub VHS a día de hoy, lo llamaría “Entra y pilla”, mientras que Andoni lo nombraría “Video Speed”. (Apunto ideas por si acaso, no sea que me abra un comercio de casetes y Laserdisc).

Como cócteles de verano, me recomiendan dos: el Andoni-Martini, con muchos botánicos, clásico de los clásicos, y el Brave, hecho con zumo de tomate, limón, tabasco, sal, pimienta y agua.

En cuanto a su larga trayectoria, los grandes papeles han marcado la vida de estos maravillosos actores. La huella fue un duelo interpretativo entre Agustín González y Andoni Ferreño; su personaje de Milo Tindle fue un gran acierto en su carrera, mientras que Bravo guarda un gran cariño a Rafael, Falo, su personaje actual. Aunque también hay que decir que a Andoni le fascina el terror y no duda en pensar seriamente en rodar algo relacionado con el esoterismo, siempre que sea junto a su gran camarada.

Eso sí, si pudieran viajar en el tiempo y entrevistar a alguien, tienen su propia lista: Marilyn Monroe, Billy Wilder, Jack Lemmon, Walter Matthau, Dean Martin, Juan Luis Galiardo o el propio Agustín González serían los que, sin duda, pasarían por su chester.

Las aguas van cayendo, la hora de la representación se acerca y la charla va llegando a su fin. ¡Cómo no! Suenan Elvis y Los Beatles de fondo, la banda sonora de esta extraña pareja, mientras Andoni me bendice con: “¡Qué bendita modernidad!”. A lo que Agustín añade: “¡Cualquier tiempo pasado no fue mejor!”.

Lo que sí tengo claro, después de esta tarde, es que ellos siempre serán los mejores.