Sociedad

De Santa Marta a la Juventus: el sueño americano de un preparador físico salmantino

Manuel Plaza deja su vida en Salamanca para unirse a la Juventus Academy en Estados Unidos, tras una carrera marcada por el esfuerzo, la formación y una oportunidad inesperada

Manuel Plaza ficha como preparador físico de la Juventus Academy en Estados Unidos
Manuel Plaza ficha como preparador físico de la Juventus Academy en Estados UnidosJesús FórmigoIcal

Hay decisiones que cambian una vida entera, aunque se tomen en silencio, sin grandes titulares ni aplausos. Manuel Plaza García, preparador físico salmantino, hace la maleta esta semana con destino a Estados Unidos. Allí le espera un nuevo reto profesional: incorporarse a la Juventus Academy, la escuela internacional del histórico club italiano, para formar a las futuras promesas del fútbol.

Desde su ciudad natal, entre nervios, ilusión y la rutina de los últimos entrenamientos, asimila que su vida está a punto de dar un giro de 180 grados. Porque no se trata solo de un trabajo: es una oportunidad de crecer, de aprender en otro país y de llevar consigo una manera de entender el deporte que se ha forjado con años de constancia y humildad.

Su historia no empieza en los grandes estadios ni con contactos internacionales, sino en los campos modestos de Santa Marta de Tormes, donde comenzó a entrenar siendo todavía estudiante. Allí, entre balones y conos, aprendió lo que significa construir una carrera desde abajo, con paciencia, sin dejar de formarse. “Antes de acabar la carrera ya estaba ligado al fútbol”, cuenta con serenidad, como quien sabe que cada paso le ha llevado exactamente hasta donde está.

Licenciado en Ciencias de la Actividad Física y del Deporte, con el TAFAD previo y un máster en alto rendimiento, Manuel ha compaginado durante años los estudios con el trabajo práctico. Lo suyo no ha sido una carrera de saltos, sino de escalones firmes. En el Santa Marta, donde trabajó como preparador físico “toda la vida”, aprendió a dirigir grupos, a observar, a entender que cada jugador es un mundo y que el trabajo invisible, ese que no sale en las fotos, es el que marca la diferencia.

“En Santa Marta tampoco se hacían las cosas mal, había una metodología. Pero cuando llegas a un club profesional, ves que todo está medido, que nada se deja al azar”, recuerda sobre su paso por el Alavés, la experiencia que, dice, le cambió la manera de ver el fútbol. Allí entendió que la preparación física es tanto ciencia como intuición, tantos datos como trato humano.

La propuesta llegó de manera discreta, sin promesas de oro. Le ofrecieron viajar quince días para “probar”, y allí demostró que su forma de trabajar, basada en la disciplina y el respeto, encajaba en el modelo que la academia italiana quería impulsar. Después vino la espera: los papeles, el visado, las llamadas a deshora. Y ahora, por fin, la oportunidad se ha hecho real.

Manuel cuenta su historia sin épica, con esa naturalidad que solo tienen quienes han pasado por momentos difíciles. Antes de ser preparador físico fue jugador. Militó en la cantera del Salamanca, hasta que una lesión de rodilla y una mala operación truncaron su futuro como futbolista. “Tuve que dejar el fútbol, y por suerte hice la carrera”, recuerda. Lo dice sin dramatismo, pero en sus palabras hay la huella de quien aprendió que las derrotas también construyen.

Esa lesión, que en su momento fue un golpe duro, terminó marcando el camino que hoy le lleva a Estados Unidos. “Inesperadamente, con trabajo y con suerte, puedes estar viviendo de esto, aunque sea unos años”, resume. No hay en él un discurso de éxito fulgurante, sino de resiliencia. Cada paso ha sido consecuencia del anterior.

Y así, sin grandes giros, fue avanzando. De los entrenamientos en Santa Marta a las prácticas en el Alavés, y del País Vasco a una experiencia internacional que, reconoce, todavía le cuesta asimilar. “Es muy difícil ver que estás en un equipo como la Juventus, que es un club que seguías desde pequeño, y tener la suerte de poder representar ese escudo por donde sea”, confiesa con una sonrisa que mezcla orgullo y respeto.

Una nueva vida a 7.000 kilómetros

El miércoles coge el vuelo rumbo a Estados Unidos. Allí trabajará con todas las categorías de la Juventus Academy, desde los niños de 11 años hasta los jóvenes de 18 o 19. Su misión será coordinar la preparación física, un ámbito que en el fútbol estadounidense está todavía en proceso de consolidarse. “Quieren meter a gente con experiencia europea para impulsar esa parte, porque el fútbol allí está en auge con el Mundial de Clubes del año pasado y el que viene el próximo año”, explica.

No se trata solo de entrenar: se trata de implantar una metodología, de enseñar a entrenadores locales cómo equilibrar la fuerza y la técnica, la prevención de lesiones y la preparación para el salto profesional. Una tarea compleja que asume con entusiasmo. “Es un cambio de vida, un nuevo reto, nuevas cosas. Tenía ofertas en España, pero quería un cambio de aires, y qué mejor manera que hacerlo a 7.000 kilómetros”, dice.

Su pareja le acompañará en la aventura. Juntos comienzan una etapa que, más allá del fútbol, será también una prueba personal. “La idea es vivir la experiencia, crecer profesional y personalmente. También cuidarnos mentalmente, porque estar tan lejos de la familia puede ser duro”, reconoce.

El respaldo de casa

Detrás de todo salto hay una red invisible que sostiene. En su caso, la familia y los amigos. Cuando les contó que se marchaba a Estados Unidos, las reacciones fueron diversas, entre la alegría y la nostalgia. “Algunos tenían más ganas que yo de que me fuera. Saben que es una oportunidad única, un cambio de vida. Otros lo llevan peor, porque al final son muchas horas de vuelo, mucha distancia y una diferencia horaria que complica el día a día”, explica.

Manuel no se pone límites. “No hay que ponerse techo”, afirma. “Yo estaba en Santa Marta, buscando piso para quedarme aquí a vivir, y me llegó la llamada del Alavés. Luego la de la Juventus. Son cosas que no puedes prever. Hace un año me dices que iba a estar a punto de irme a Estados Unidos, y te diría que estás loco”.

Su filosofía es clara: aprovechar cada etapa sin obsesionarse con el futuro. “Lo que venga, bienvenido sea. Todo lo que me llevo para Estados Unidos es aprendizaje. Si sale bien, perfecto; y si no, también, porque me habré llevado una experiencia increíble”, resume.

Manuel no se despide con dramatismo. Más bien con calma. Como quien sabe que los caminos importantes no se cierran, solo se transforman. “La idea es volver a España algún día. Esto es una etapa, una experiencia"

El peso de un sueño cumplido

Quizá el mayor mérito de su historia no sea haber fichado por una academia internacional, sino haberlo hecho sin perder la perspectiva. Manuel no se define por el escudo que ahora lleva, sino por el camino recorrido hasta llegar a él. Habla de su trabajo con humildad, sin artificio, sin frases aprendidas. “Me da un poco de miedo, claro. Pero es una ilusión increíble. Representar a un club así, vivir de lo que me gusta… es un sueño”.

Un sueño que empezó en los campos de tierra de Salamanca y que ahora le lleva a los de césped americano, donde niños con acento distinto repetirán los ejercicios que él diseñe. Un sueño que demuestra que, a veces, los caminos más largos se recorren con pasos pequeños y constantes.

Y mientras repasa mentalmente lo que deja atrás su familia, sus amigos, su rutina, Manuel se prepara para lo que viene: el primer entrenamiento, el idioma, las diferencias culturales. Nada de eso parece asustarle. “Todo es aprendizaje”, insiste.

Quizá por eso su historia no suena a despedida, sino a comienzo. De Santa Marta a la Juventus. De Salamanca al mundo. Con una rodilla que le enseñó a resistir, una carrera que le dio las herramientas, y una pasión que lo empuja, sin límites, hacia un sueño que ya es real.