Sociedad

Vivir tras un rechazo de médula ósea de donante: "Yo me pongo los tacones y se me olvida"

"Hay que enfrentarse a ella: a mí no me ha asustado y esta enfermedad no me priva de nada", asegura Lorenza

SALAMANCA, 08/06/2024.- Lorenza Bermejo y su marido Felipe posan junto a un cartel de laVIII Jornada de Divulgación "HematoAvanza", organizada por la Sociedad Española de Hematología y Hemoterapia (SEHH). La mitad de los pacientes que se someten a un trasplante de médula ósea de donante desarrollan la Enfermedad de Injerto Contra Receptor (EICR), y es lo que le pasó a Lorenza cuando recibió las células de su hermano para tratarse una leucemia. Lo ha pasado "fatal" pero, a sus 71 años, esta co...
Pacientes de Médula ósea en su entrevista con la Agencia EfeSociedad española de Hematolohía y Hemoterapia (SEHH)Agencia EFE

La mitad de los pacientes que se someten a un trasplante de médula ósea de donante desarrollan la Enfermedad de Injerto Contra Receptor (EICR), y es lo que le pasó a Lorenza cuando recibió las células de su hermano para tratarse una leucemia. Lo ha pasado "fatal" pero, a sus 71 años, esta complicación no la "priva de nada".

"Hay que enfrentarse a ella: a mí no me ha asustado y esta enfermedad no me priva de nada, yo hago de todo, voy a bailar, hago las cosas de casa... A todo el mundo que la tenga le digo que hay que echarle valor, que la vida hay que vivirla, no te tienes que quedar tirada sin salir".

Así de enérgica se ha mostrado Lorenza Bermejo en la VIII Jornada de Divulgación "HematoAvanza", organizada por la Sociedad Española de Hematología y Hemoterapia (SEHH), que ha reunido en Salamanca a los principales expertos en este campo para profundizar en asuntos como los largos supervivientes de cánceres sanguíneos en el sistema sanitario o los avances y el futuro de la investigación..

Lorenza fue diagnosticada de una leucemia hace seis años; su médico de cabecera le había mandado una analítica que celebró mucho porque le dio bien el colesterol, por lo que le quitaron la pastilla.

Pero a los pocos meses se puso "mala, mala, mala". Desde el hospital de Zamora le avisaron de que la analítica había arrojado unos valores anómalos que tenían que ser analizados por un hematólogo, y allá que se fue. Se quedó ingresada y al día siguiente empezó ya con la quimio.

No sabía ni siquiera lo que era una leucemia, pero tampoco se vino abajo, ni siquiera cuando perdió el pelo. "Ya me curarán", se dijo. Felipe, su marido, lo pasó "mucho peor" que ella, que es la que "lleva la batuta en todo", asegura hoy sonriente.

El cáncer no se iba, así que había que recurrir al trasplante alógeno -de otro donante- de médula. Entre sus 11 hermanos, fue elegido uno con el que era 100 % compatible. Y aún así tuvo rechazo.

La EICR como tratamiento contra la leucemia

Tradicionalmente, la edad indicada para los trasplantes de progenitores hematopoyéticos, más comúnmente conocidos como trasplantes de médula ósea de un donante o alogénicos, estaba por debajo de los 50 años; después se elevó a los 65, aunque queda a criterio de los hematólogos. Lorenza estaba en el límite.

A partir de los 72, es necesario recibir un permiso del Comité de Expertos de la Organización Nacional de Trasplantes (ONT), comenta a EFE Fermín Sánchez-Guijo, jefe de Servicio de Hematología y Hemoterapia del Hospital Universitario de Salamanca.

La mitad de las personas que se someten a estas intervenciones desarrolla la EICR, que puede cursar de manera aguda y rápida, habitualmente en los 100 primeros días tras el trasplante; su incidencia es variable, en general entre el 30 y el 70 % de los casos, aunque con un grado de severidad muy variable.

Suele atacar a tres órganos: la piel, el tracto gastrointestinal y el hígado, y los síntomas más frecuentes son diarrea, vómitos y fiebre.

También puede ser crónica, y en este caso se asemeja a una enfermedad reumática; con una incidencia también muy variable, de entre el 30 % y el 80 %, aqueja a la piel, la boca, los ojos, los pulmones, el hígado y las articulaciones y, aunque no es una afección que ponga en riesgo la vida del paciente, sí que tiene un gran impacto en su calidad de vida.

Pese a ello, la EICR se erige en algunos casos como un arma para atacar la leucemia, y de hecho Lorenza vive hoy completamente libre de la suya.

"La gran suerte es que tengo unas hematólogas que vamos, y ahora me han puesto también un fisioterapeuta que es espectacular, es fabuloso, se llama Guillermo. No tengo quejas de nadie porque nos atienden muy bien. Nos miman demasiado, a tope, de verdad", asegura.

Hace apenas tres semanas que tuvo su última crisis, que la mantuvo ingresada tres días. Le subió de repente la fiebre y le dolía la tripa. Pero, una vez más, salió del hospital "como nueva", tanto que el sábado se fue a bailar. "Yo me pongo los tacones y se me olvida la enfermedad", remata.