Salud
La odisea de una familia catalana en Italia: “En Milán, nos tomamos las medidas de contención a broma”
Una familia catalana residente en Milán sale del país antes de cerrar fronteras y hoy empieza una cuarentena voluntaria en Barcelona
Cuando las redes sociales difundieron el borrador en el que el gobierno italiano se planteaba cerrar fronteras, Júlia Jorge y sus dos hijos de cuatro y dos años estaban en un apartamento de Coumayeur, en el italiano Valle de Aosta, respirando aire fresco tras dos semanas confinados en su piso de Milán.
Los nombres de Júlia y Jorge son ficticios, porque esta familia salió de Italia horas antes de que el gobierno de Giuseppe Conte aislara el país para contener la propagación del coronavirus que allí suma más de 10.000 contagios y 631 fallecidos, y no quieren sentirse como “apestados”, como les ha pasado a muchos amigos de Milán al volver a Barcelona. “No somos fugitivos”, matiza Júlia, "desde que empezó esta crisis, lo más difícil ha sido tomar decisiones. Nosotros vivimos en Milán por trabajo desde hace cuatro años. En los últimos quince días habré comprado y cancelado una veintena de billetes de avión para volver a Barcelona con la familia. Sin información es difícil decidir. Al final, hemos acabado haciendo una cuarentena voluntaria en una casa de un pueblo cercano a Barcelona que mis suegros tenían vacía”, cuenta Julia.
Llegaron ayer por la noche, tras un viaje de ocho horas desde Ginebra. Aunque su odisea como refugiados víricos empezó mucho antes, el 21 de febrero, cuando el coronavirus aterrizó en Italia. El primer caso era de un joven de 38 años que ha estado con respiración asistida en la UCI.
El pasado fin de semana estaban en un apartamento en Courmayeur, en el Valle de Aosta, cuando llegó el rumor de que Italia iba a cerrar fronteras. De nuevo, tocaba decidir. Una opción era quedarse, pero el Valle de Aosta está lleno de ciudadanos de Milán. “Es como la Cerdaña, que está llena de gente de Barcelona”, ilustra Julia. Otra opción era volver a Milán. Y la tercera ir a Ginebra donde vive y trabaja la hermana de Júlia. “Habíamos estado juntos los últimos quince días, así que ya había corrido riesgo de contagio”, dice. Ginebra está a una hora y Milán a dos horas y media, así que cruzaron la frontera con Suiza. “Además de estar más cerca, en Milán los hospitales están desbordados, el personal médico está extenuado y si mi hija se atraganta, temo que no la puedan atender”, concluye Júlia. Pero una vez allí pensaron que si por cualquier cosa tenían fiebre o algún otro síntoma y necesitaban atención hospitalaria, el seguro no les cubre. Suiza está fuera de la Unión Europea.
“Al principio, no queríamos volver a España. Mi madre tiene 65 años y es asmática. Pero se nos ocurrió la idea de confinarnos quince días en la casa que mis suegros tienen en la costa. Mi suegra nos dejó comida y ropa, porque veníamos vestidos de esquí. Y aquí pasaremos catorce días, la cuarentena que han determinado para este coronavirus”.
En Italia, las clases no empiezan hasta el próximo 3 de abril. “Aunque tal y como está el panorama tendría sentido que arrancaran después de Semana Santa”, dice Júlia.
La experiencia de esta familia es un ejemplo para que los ciudadanos comprendan que su participación es clave para prevenir que la gente se infecte demasiado rápido y evitar el colapso sanitario. “Veo a España como estábamos nosotros en Milán hace dos semanas, confusa. En Italia, la gente no se tomó seriamente las primeras medidas para contener la epidemia del coronavirus y ahora sus 60 millones de habitantes tienen prohibido desplazarse salvo por motivos justificados. Hay más de 10.000 positivos y más de 800 fallecidos. Cuando cerraron las universidades en la región de la Lombardía, los jóvenes seguían quedando en los bares, igual que ahora hacen en Madrid. En parte, era normal, los mensajes que nos llegaban eran que la Covid-19 es una enfermedad similar a la gripe, que el 85% de la población tiene síntomas leves, puede que tos seca, fiebre y malestar, y que los niños y adolescentes no son grupo de riesgo. Así que los jóvenes siguieron haciendo su vida sin pensar que se infectan igual, porque este virus es muy contagioso y cada vez que damos la mano o nos apoyamos en la barandilla del autobús somo potenciales eslabones en la cadena de transmisión. Sin saberlo, porque la mayoría no tendrá sintomas o sólo síntomas de un resfriado común, los adolescentes contagiaron a sus padres y abuelos y el virus SARS-CoV-2 se descontroló. “¿Has visto, al final me he aprendido el nombre científico?, bromea Julia. El humor es una herramienta indispensable para sobrevivir a un mes de confinamiento. Llevamos desde el 25 de febrero con los niños encerrados en nuestra casa de Italia y hoy empezamos una cuarentena voluntaria en un pueblo cercano a Barcelona. "Confío en que Cataluña haya aprendido de Italia y se tomen en serio las medidas de contención.
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