Velázquez

El enigma de la tumba de Velázquez

Los muchos intentos por localizar la última morada del pintor han fracasado hasta la fecha

Velázquez (en primer plano) y Picasso (Detrás de él), en un instante del "Ministerio del Tiempo"
Velázquez (en primer plano) y Picasso (Detrás de él), en un instante del "Ministerio del Tiempo"RTVERTVE

Esta semana volvíamos a ver en “El Ministerio del Tiempo” a Diego Velázquez, interpretado con mano maestra por Julián Villagrán. Al ritmo de “Velaske yo soi guapa?”, el pintor descubre que “Las meninas” ya no forman parte de las colecciones del Museo de Prado. Una desaparición que es ficción. La que no lo es la localización del cuerpo del propio Velázquez. Desde hace demasiado tiempo sigue sin saberse dónde fueron a parar los restos de uno de los más grandes artistas de todos los tiempos. Para tratar de sacar algo en claro de este enigma colosal tenemos que remontarnos unos siglos atrás.

Diego Velázquez murió en Madrid el 6 de agosto de 1660. Hacía años, demasiados años, que se había convertido en el pintor de cámara del rey Felipe IV. Muy lejos quedaba su infancia y juventud en Sevilla donde ya había empezado a sorprender a muchos por su destreza con los pinceles. Pero fue en la corte del rey donde había alcanzado un nivel de perfección pictórica difícilmente superable, convirtiéndose en un referente incuestionable para futuros pintores. A principios de 1660, Velázquez había formado parte del séquito que se trasladó a la Isla de los Faisanes para trabajar en los preparativos de la cumbre en la que se firmaría el tratado de Paz de los Pirineos. Durante tres meses estuvo trabajando en el diseño del pabellón realizado para la ocasión. Pero la estancia en Guipúzcoa lo dejó exhausto y a los pocos días de su retorno a la villa y corte, falleció. Seis días más tarde también murió Juana Pacheco, la esposa del artista. Felipe IV, como último homenaje a su artista favorito, ordenó que se pintara la cruz de la Orden de Santiago sobre el autorretrato de Velázquez en “Las Meninas”. Fue precisamente amortajado con el uniforme de la citada orden en la que había ingresado el año anterior. El 7 de agosto, Velázquez fue enterrado en la iglesia de San Juan Bautista, a pocos metros del alcázar de los Austria, en una capilla cedida por su amigo Gaspar de Fuensalida.

Pero el rastro de Velázquez se perdió a principios del siglo XIX con la llegada de las tropas de Napoleón a Madrid. Fue José I quien ordenó que se echara abajo la iglesia, además de prohibir las inhumaciones en el interior de los templos para evitar la propagación de epidemias entre los madrileños. Sin embargo, no parece existir noticia alguna que indique la posibilidad de un traslado de los restos del pintor durante esos días y es muy probable que el cuerpo de Velázquez quedará sepultado entre las ruinas de lo que fue ese templo. Hoy todo eso permanece en el subsuelo de la madrileña plaza de Ramales.

Desde entonces se ha buscado al pintor sin suerte. Hay documentación que demuestra que uno de los primeros intentos, si no el primero de ellos, se remonta a 1843 cuando se llevaron a cabo excavaciones para lograr dar con el paradero de Velázquez. El Ayuntamiento de Madrid puso otro operativo en funcionamiento entre 1958 y 1959, pero al no haberse conservado documento alguno de aquellos trabajos, resulta hoy imposible saber cómo se realizó esa labor. Otra vez el consistorio quiso intentarlo, esta vez de manera más ambiciosa, en 1998 y 1999 con una importante investigación que eliminaba de un plumazo la teoría del entierro de Velázquez en la iglesia de San Juan Bautista. Papeles recientemente descubiertos ahora situaban las tumbas del artista y su esposa en el convento de San Plácido, en la calle del Pez. Fue allí donde apareció lo que quedaba del cuerpo de un caballero ataviado con espada y con ropajes de la Orden de Santiago, acompañado de una mujer. El féretro y la mortaja parecía coincidir con los detalles que se conocían de aquel lejano entierro en 1660. El Ayuntamiento se dejó llevar por la emoción y anunció que sí, que por fin se sabía dónde estaban Velázquez y Juana Pacheco. La inversión había valido la pena. Posteriormente, los análisis practicados a los cuerpos vinieron a demostrar que otra vez el pintor y su esposa se habían escapado.

Hoy una columna en la plaza de Ramales recuerda que una vez fue enterrado Velázquez allí. El pintor sigue viajando en el tiempo.