Araceli, de 96 años, sonreía al recibir la primera vacuna anticovid en España. «No lo piensen, vacúnense todos», dijo mientras le apuntaban decenas de cámaras para inmortalizar el momento. 2021 empezó con un rayo de esperanza: la vacuna contra el virus que ha recordado al mundo su fragilidad. Llegará el verano. Y el virus será derrotado. Pero asomará otra pandemia de mayor calado que lleva décadas avisando: la crisis del cambio climático. Hay voces que advierten de que este coronavirus será una broma al lado de la crisis climática, si no revertimos el calentamiento global. La fórmula la conocemos, los gases de efecto invernadero que el mundo inyecta a la atmósfera desde la revolución industrial proceden de la quema de combustibles fósiles, carbón, petróleo y gas que son fuente de energía. Hay alternativas. Naciones Unidas las resume en 17 Objetivo de Desarrollo Sostenible para 2030 que Barcelona concreta en 139 puntos para garantizar un futuro sostenible. Miquel Rodríguez, comisionado de la Agenda 2030 en el Ayuntamiento de Barcelona ve estos retos como una oportunidad para superar la crisis de la Covid-19. Ha llegado la hora de no dejar para mañana lo que podemos hacer hoy y reinventar la ciudad.
-El confinamiento supuso un respiro para el planeta. Los niveles de contaminación en Barcelona cayeron y la naturaleza asomó la cabeza entre las grietas del asfalto. Pero un año después estamos recuperando la movilidad prepandémica ¿Hemos aprendido algo en la lucha contra el cambio climático?
-Suena a tópico, pero la Covid-19, como otras crisis, es una oportunidad. Los meses de confinamiento aprendimos que se pueden mitigar los efectos del cambio climático. Es verdad que muchas familias han decidido por cambiar la ciudad por un entorno rural. Pero también es cierto que las ciudades están apostando por crear zonas verdes, por cambiar el coche por la bicicleta y por dotar a los barrios de servicios para que los ciudadanos puedan cubrir a pie sus necesidades. Creo que las personas volveremos a las ciudades porque es donde hay oportunidad de interacción personal, laboral y social. Pero se han de poner sexis y esto quiere decir ser más generosas y respetuosas con el entorno. Tienen tres motivos para hacerlo: evitar una crisis ambiental, aprovechar la oportunidad económica que supone luchar contra el cambio climático y mejorar la calidad de vida.
-Con la pandemia, hemos avanzado hacia una economía sostenible, pero han aumentado las desigualdades. Barcelona es un ejemplo, entre los objetivos de desarrollo sostenible se propone reducir la pobreza por debajo del 15%, pero ha subido por encima del 20% ¿Cómo se logra el equilibrio?
-Lo urgente es frenar el golpe de la pandemia. Barcelona es la ciudad de España que más gasto ha destinado en la lucha contra las desigualdades sociales. Según la Asociación Estatal de Directores y Gerentes en Servicios Sociales, Barcelona, con 216 euros por habitante al año, es la capital con más inversión social, por delante de Bilbao. Estamos desarrollando políticas para frenar el desempleo. Conscientes de que la crisis destruye una serie de puestos de trabajo, estamos apostando por la transición digital y energética de la economía. Desde Barcelona Activa, formaremos 3.000 programadores al año.
-¿Y todo el mundo puede acceder a esta formación?
-Sí, no se necesita ningún título.
-Sobre el papel, suena bien, pero ¿tienen presupuesto?
-El Ayuntamiento de Barcelona ha puesto sobre la mesa 90 millones extras para hacer frente a problemáticas de la pandemia. Hay una partida de 35 millones para necesidades sociales; 30 millones, para la transición económica; 15 millones para transformar el espacio urbano, y 10 millones para cultura y educación. Además, hay 50 millones para el proyecto «MES Barcelona», que quiere sembrar las azoteas de placas fotovoltaicas. Queremos impulsar la revolución energética que ha de generar puestos de trabajo y reactivar la economía.
-¿Hay voluntad empresarial para desarrollar la Agenda 2030?
-Hay predisposición. La muestra es el pacto por Barcelona un acuerdo para definir el futuro de la ciudad en el que han participado 200 entidades y empresas. Las alianzas público-privadas son un “win-win” para la ciudad.
-La eterna campaña en la que están inmersos los partidos políticos, ¿puede ser una amenaza para el consenso?
-En Barcelona, creo que hay corresponsabilidad. Ha habido consenso para aprobar un presupuesto de 3.200 millones. Es una buena señal. Otro ejemplo es el pacto de «MES Barcelona», (Mecanismos para la Energía Sostenible).
-Ha nombrado dos veces este proyecto, cuente
-El Ayuntamiento pone a disposición un fondo de 50 millones que prevé triplicarse hasta 166 millones con capital privado para que las comunidades de vecinos que lo deseen, instalen placas solares en la azotea. La instalación es gratuita –pueden costar, de media, unos 12.000 euros–. Y los vecinos pagan por el consumo, de esta manera se recupera la inversión. Pueden crearse comunidades energéticas para que edificios altos y con espacio cedan la energía que generan a otros que no tienen la infraestructura.
¿-Hay ciudades referentes?
-En Brooklyn hay proyectos privados y en Liubliana, este modelo de colaboración público-privada, funciona en edificios públicos. El modelo de Barcelona es innovador y si tenemos éxito puede ser un referente mundial.
-¿Cómo será el mundo tras el coronavirus, es optimista?
- Hemos de ser optimistas responsables. No tenemos alternativa. El reto más complicado es el social. Tenemos una oportunidad con los fondos europeos. Veo ciudades de 15 minutos, accesibles, más híbridas entre los digital y lo físico y más sostenibles.