Salud
Un paciente de la Unidad de Lesionados Medulares de Vall d’Hebron se hace un tatuaje en reconocimiento y agradecimiento a su labor
Este servicio, que es referente para lesionados medulares agudos en Cataluña y Andorra, atiende a entre 80 y 90 pacientes al año. La incidencia de la lesión medular traumática es de 4,4 casos por millón de habitantes.
Carles Gili, ingeniero de 60 años, estaba realizando el pasado 11 de marzo unos trabajos de limpieza y mantenimiento de una ermita en el Figaró, su pueblo, cuando se precipitó desde una altura considerable, lo que le provocó una lesión medular importante. Inmediatamente, fue trasladado en helicóptero al Hospital de Traumatología, Rehabilitación y Quemados de Vall d’Hebron, donde en su Unidad de Lesionados Medulares se trasladan y tratan a todos los pacientes de lesión medular aguda de Cataluña y Andorra.
“Debido a la caída, Carles sufrió facturas varias en las cervicales, con afectación en la vértebra C2, y a nivel torácico, concretamente tenía una fractura-luxación en la T3-T4, y además se diseccionó una arteria, lo cual podría haber causado problemas a nivel cerebral”, explica la doctora Teresa Crespo, adjunta del Servicio de Rehabilitación y Medicina Física, quien al respecto comenta que “la lesión en la C2 puede provocar tetraplejia y ser incompatible con la vida”, un riesgo que incluso llegó a plantearse a la mujer de Carles, quien debía conocer todas las potenciales consecuencias de las posibles complicaciones derivadas de la lesión de su marido.
Tras una exhaustiva valoración, finalmente los médicos descartaron esa posibilidad, ya que “en el caso de Carles, la lesión en la C2 era incompleta, lo que permite que, de alguna manera, siga pasando la información por la médula”, recuerda la doctora, quien sin embargo apunta que “lo que estaba claro es que sufriría algún tipo de déficit de movilidad y sensibilidad, alteraciones del aparato cardiovascular y respiratorio, del tracto urinario con alteración por la capacidad de almacenamiento y evacuación de la orina, del aparato digestivo dando lugar a estreñimiento severo, incontinencia y impactación fecal, así como alteraciones sexuales. “Siempre hay afectación en todos los órganos que quedan por debajo de la lesión en la médula”, indica Crespo al respecto.
Apenas 48 horas después de su traslado a Vall d’Hebron, Carles fue intervenido. Se le fijaron las vértebras a nivel torácico con barras y tornillos y en la C2, donde el abordaje quirúrgico es muy complejo, únicamente se le pudo realizar una inmovilización con collarín durante cerca de dos meses y medio para facilitar que ésta fusionara o se soldara por sí sola.
Tras la operación, que fue todo un éxito, Carles tuvo que permanecer en la UCI varias semanas. “Estuve en coma inducido durante cerca de dos semanas y no fui consciente de nada hasta pasado un mes”, explica para a continuación recordar que durante esos días el personal fue muy paciente y atento con él, ya que, bajo los efectos de la sedación, trató de levantarse de la cama y marcharse en varias ocasiones, llegando incluso a tener actitudes agresivas hasta el punto que tuvieron que atarle la mano izquierda, que era la única que podía mover.
Entonces, los fisioterapeutas ya iniciaron los primeros ejercicios de movilización con Carles y cuando éste superó la fase más crítica, se produjo una estabilización médica y subió a planta, fue cuando se pudo empezar con la rehabilitación en el gimnasio, la reeducación de la vejiga y el esfínter, así como también fue posible abordar la adquisición de una mínima autonomía. Y es que como señala la doctora Crespo, “tras una lesión medular, es necesario reprogramar o reactivar todos los órganos que quedan por debajo de esa lesión, que acabarán funcionando gracias a esa reeducación, pero lo harán de forma diferente”.
“Recuerdo que al principio de todo, cuando me levantaban de la cama, me mareaba, así que el día que finalmente pude empezar a caminar, me puse a llorar”, recuerda Carles, quien señala que al principio de su recuperación necesitaba ayuda incluso para comer, porque apenas podía mover el lado derecho de su cuerpo.
Tras esos cerca de dos meses que Carles permaneció en la unidad, inició ya una rehabilitación intensiva en el Instituto Guttmann, que tan solo se puede acometer cuando el pacientes está totalmente estabilizado a nivel médico y controlado en lo que se refiere a las complicaciones que pueden surgir en la fase aguda, algo que se consigue únicamente tras estar bajo tratamiento en la Unidad de Lesionados Medulares, que cuenta con un equipo multidisciplinar de una treintena de personas, formado por médicos rehabilitadores expertos en lesión medular, personal enfermero, auxiliares clínicas, fisioterapeutas, terapeutas ocupacionales, foniatras, logopedas, celadores, psicólogos y psiquiatras y trabajadores sociales, así como profesionales de la UCI, de Cirugía de Columna Vertebral o Neurocirugía. “Cuando estos pacientes llegan a la Guttmann ya está todo lo grande hecho; lo que se consigue durante los dos meses que permanecen en la unidad nos da una idea de las lesiones y secuelas crónicas que el paciente tendrá de por vida”, comenta la doctora.
En cualquier caso, Carles permaneció ingresado en el Instituto Guttmann durante dos meses para a continuación acudir al centro solo tres días por semana de 10 de la mañana a 5 de la tarde para llevar a cabo la rehabilitación de forma ambulatoria. En julio, Carles recibió el alta y actualmente está acudiendo a la mutua para hacer una hora de rehabilitación dos días por semana para ganar masa muscular e impedir que su brazo derecho se bloquee y, paralelamente, visita periódicamente la consulta de la doctora Crespo para continuar con el tratamiento del dolor y las secuelas en la fase crónica.
Y es que como señala Carles, aún sufre dolores y tiene ciertas limitaciones de movilidad. “Escribo muy mal y camino con dificultad con la ayuda de una bastón”, explica, mientras que Crespo recuerda que “después de una lesión medular, siempre va a haber secuelas y se establece el plazo de un año desde el momento de la lesión para determinar cuáles son las secuelas permanentes, tras este periodo de tiempo, lo que no se ha podido recuperar, difícilmente se recupera”.
Así pues, estos últimos ocho meses han sido muy duros para Carles, quien sin embargo asegura que “han sido también unos meses muy agradables”. “Durante el tiempo que estuve en la Unidad de Lesionados Medulares todo el mundo me trató genial, me arropó e hizo piña conmigo, hasta el punto que, cuando finalicé mi ingreso allí, no quería irme, de hecho, salí llorando”, recuerda para a continuación asegurar que para él todos los profesionales de la unidad fueron como su familia y más aún por cuanto durante todo ese tiempo apenas pudo recibir la visita de su mujer más que un día por semana debido a las restricciones propias de la pandemia.
“Es brutal cómo te cuidan y además lo hacen incluso con buen humor y gran predisposición”, asegura Carles, quien pone de relieve que una persona que está ingresada durante tanto tiempo con una lesión incapacitante, que en un principio necesita apoyo para casi todo y atraviesa por un momento emocional y psicológicamente tan duro no es un paciente fácil de gestionar. “Son personas que han demostrado un gran espíritu de sacrificio y mucha profesionalidad”, comenta al respecto para a continuación afirmar que “nunca tienen un mal día, pese a la mala leche que pueda tener el paciente, y siempre te están dando ánimos, lo cual es muy importante para nosotros, que en ese momento somos personas muy vulnerables”. “Pasar por una lesión como ésta es muy duro y el papel que realizan estos profesionales es muy importante, es un puntazo para los pacientes que estamos tan fastidiados”, añade.
En definitiva, Carles, quien sigue trabajando trabajando en su recuperación para ganar en movilidad y en seguridad, está tremendamente agradecido al personal de la unidad que le trató, le atendió, le animó y le dio fuerzas para seguir adelante, que le ofreció apoyo y cariño en un momento tan complicado y, por todo ello, siempre les va a llevar en el corazón y en su brazo, porque ha decidido tatuarse el logo de Vall d’Hebron en su extremidad. “No tiene precio lo que están haciendo”, asegura y dice que aún mantiene contacto con muchos de los profesionales que le atendieron durante su estancia en la unidad, a la que llegan entre 80 y 90 pacientes con lesión medular aguda al año y en ella ingresan en torno a 60 pacientes con lesión medular crónica para el tratamiento e las complicaciones. En este sentido, la doctora Crespo, por su parte, admite que “la relación médico-paciente en la unidad va mucho más allá de lo que suele ser habitual”.
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