Activismo o gestión

Junts se rompe y decide su futuro: ¿sin Puigdemont?

El partido celebra en junio un congreso en plena pugna entre Borràs y Turull, mientras el expresident sopesa si dejar su cargo

El expresidente de la Generalitat Carles Puigdemont saluda a la presidenta del Parlament
El expresidente de la Generalitat Carles Puigdemont saluda a la presidenta del ParlamentDavid BorratAgencia EFE

Junts afronta la enésima reconstrucción sólo dos años después de su nacimiento: roto por dentro, tras la renuncia de Jordi Sánchez a la secretaria general y con varias familias conviviendo en un mismo espacio, el partido decidirá su futuro y el «ADN» que acaba adoptando en un cónclave en junio y sobre el que planea una incógnita: ¿Puigdemont renunciará a la presidencia del partido –no a la militancia– para centrarse en su Gobierno «fake»? Alimentadas por su propio entorno, las especulaciones están servidas.

Puigdemont tiene en sus manos decidir gran parte del futuro de un partido que ideó como marca electoral en 2017 para no presentarse con las siglas del PDeCAT. Ya instalado en Waterloo y tras el eterno ciclo electoral de 2019 con las municipales y la repetición de las generales, Junts entró en una batalla indisimulada contra el PDeCAT por el poder y el espacio posconvergente en 2020, con Puigdemont y sus afines ganando el pulso y creando un partido a su imagen y semejanza.

Dos años después, Jordi Sànchez deja la secretaría general ahogado por las presiones internas, las diferentes corrientes de una formación que cobija a independentistas radicales, moderados e incluso a perfiles vinculados a la izquierda clásica y víctima de algunos errores de calado. Las bases de Junts no le perdonaron que restara importancia al 1-O en una carta dirigida al partido, mientras que algunos dirigentes como Elsa Artadi tampoco olvidan el exceso de personalismo con el que Sànchez llevó las negociaciones para formar Govern con Pere Aragonès.

Y el futuro se decide entre Laura Borràs y Jordi Turull si no logran una lista de consenso, difícil por los perfiles antagónicos que representan: el activismo o la vía pragmática. El relato o la gestión. La pugna está servida y la primera ficha la moverá Puigdemont con efecto dominó: si apuesta por dejar la presidencia para centrarse en el Consell per la República –y con un ojo puesto en el TJUE, que decidirá sobre las euroórdenes– serán dos los cargos vacantes por cubrir, el suyo y el de la secretaría general. En cambio, si opta por seguir presidiendo Junts, sólo quedará un puesto de mando por el que pugnan dos «familias», la de Borràs y la de Turull.

Una batalla, que al margen de los nombres, servirá para dirimir hacia dónde va la posconvergencia: si hacia la gestión o hacia el independentismo más personalista y huidizo de las dinámicas convencionales. En juego está el ciclo electoral de 2023, con Junts jugándose el tipo a nivel local ante el PDeCAT y envuelto en la eterna batalla contra ERC por la hegemonía del independentismo.

Borràs tiene a su favor el apoyo de las bases y su popularidad entre los sectores más alejados de la política orgánica de partido. De muestra sirve el resultado en las primarias para convertirse en candidata a la presidencia de la Generalitat y en las que barrió a Damià Calvet, un perfil más parecido al de Jordi Turull. Eso sí, Turull –condenado por el 1-O e indultado por el Gobierno– cuenta con más carisma entre la militancia y un perfecto dominio de las dinámicas internas de la formación después de haberse pasado media vida ocupando cargos de responsabilidad en la extinta Convergència.

Otro de los factores es la situación judicial de la presidenta del Parlament. Borràs está procesada por cuatro delitos de corrupción y la Fiscalía debe presentar su escrito de acusación con el que el TSJC puede abrir juicio oral. De ocurrir, el reglamento del Parlament prevé sea suspendida aunque aún no haya condena. Un extremo que la dirigente busca evitar a través de dos argucias, una más política y otra a través de los letrados, que necesitarán sí o sí del concurso de ERC. Y ERC siempre se ha mostrado muy crítica y beligerante contra Borràs y su imputación. Por tanto, su situación cuando Junts celebre el cónclave en junio es una de las incógnitas por resolver.

También hay que tener en cuenta que el partido dividirá su congreso ordinario de en dos jornadas diferentes: la primera será la mencionada en junio y servirá para renovar la dirección del partido, mientras que la segunda se celebrará a lo largo del mes de julio y en ella se aprobarán la ponencia ideológica y la organizativa. Según explican en el partido, esta última servirá para “fijar la estrategia política” una vez “constatado el fracaso de la mesa de diálogo entre ERC y el PSOE”.

Está previsto que en las próximas semanas se apruebe el reglamento del congreso, en el que se fijará el plazo para presentar candidaturas a la dirección. La pugna por la sucesión entre las diferentes familias del partido está abierta –son muchos los que llaman a la negociación y el pacto para una lista de consenso– y el viento sopla en contra: la última encuesta del Govern pronostica un batacazo de Junts si ahora se celebraran elecciones al Parlament. Además, la vía unilateral defendida por el círculo de Puigdemont solo recibe el apoyo del 11% de catalanes.