Diada

Cuando el independentismo perdió la calle

De 1,5 millones de manifestantes a 100.000. Y llega la Diada de la ruptura

La manifestación independentista de la Diada cumple una década, 10 años de la primera gran protesta de la ANC que llenó las calles de Barcelona con más de un millón de personas en 2012 y se convirtió en el embrión del «procés». Para entender el contexto y sus efectos solo hay que echar la vista atrás y recuperar dos imágenes de la jornada: el president Artur Mas no acudió a la protesta bajo el argumento de querer preservar su rol institucional, aunque sí estuvo la plana mayor de su Govern y las entidades fueron recibidas por la entonces responsable del Parlament, Núria de Gispert.

Dos semanas más tarde, tras reunirse en la Moncloa con Mariano Rajoy a cuenta del pacto fiscal y ser recibido en la plaza de Sant Jaume por la ANC como algo parecido a un héroe, el president Mas convocó elecciones anticipadas certificando el volantazo de Convergència hacia el soberanismo. Y para hacerlo puso como ejemplo la manifestación independentista de la Assemblea. Empezaba entonces sin saberlo el «procés».

10 años después, cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia. Ahora, el apoyo a la independencia se ha desplomado en las encuestas, la cifra del millón y medio de manifestantes parece una auténtica quimera y Esquerra no acudirá por primera vez a la movilización de la ANC confirmando así su portazo a la vía unilateral.

Y el 11-S de este año llega con el «sí» a la secesión en caída libre en las encuestas. Según el último sondeo oficial de la Generalitat de hace justo un mes, el 52% rechaza que Cataluña se convierta en un Estado independiente, mientras que el 41% sí lo apoya. La tendencia que desvela la encuesta es inequívoca: el porcentaje de partidarios de la independencia baja en tres puntos respecto a la anterior ola, cuando un 44% decían apoyar la ruptura. En cambio, los contrarios a la secesión se disparan hasta cuatro puntos –del 48% al 52%– y logran el mejor dato y la diferencia más amplia desde que se empezó a preguntar en 2014. Además, en las últimas elecciones de 2021, el independentismo –ERC, Junts y la CUP– logró 1,3 millones de votos frente al 1,7 millones de 2012, diez años atrás, de Convergència i Unió, los republicanos y los antisistema. La desmovilización fue justo el motivo.

Esta pérdida de apoyo entre los catalanes registrada en las sucesivas encuestas de la Generalitat se ha plasmado en la Diada, una manifestación convertida en termómetro y espejo para medir el pulso del movimiento. Con datos de la Guardia Urbana, el independentismo sumó el máximo en 2012 y 2013 con 1,5 y 1,6 millones de personas respectivamente. A nivel político el culmen fue en 2014, cuando Carme Forcadell exigió a Mas que pusiera las urnas y certificó la colonización de las entidades en las instituciones. El descenso comenzó en 2016, aunque rebrotó en 2017 por los efectos de las leyes de ruptura y el 1-O. En 2019 y 2021 la manifestación tocó fondo con 600.000 y 108.000 personas. Especialmente significativo es el primero, antes de la pandemia y a las puertas de un otoño convulso por la sentencia del «procés». El independentismo protagonizó entonces una Diada de mínimos, con casi un millón de personas menos que en 2012, año de la irrupción de la ANC en la calle. Con datos del Gobierno (contabilizados solo hasta 2017), el pico independentista se alcanzó en 2012 con 600.000 personas y el mínimo en 2017, con la mitad.

La pérdida de fuelle es evidente y va camino de agudizarse aún más este domingo, ya sin las restricciones de la pandemia y con los partidos del Govern completamente divididos ante una de las citas más importantes del año para el nacionalismo. ERC y el president Pere Aragonès se han borrado en una maniobra que entraña cierto riesgo para los republicanos, con Junts buscando foco y señalando a sus socios ante el independentismo más radical.

Ya el año pasado y en la manifestación más raquítica que se recuerda, Aragonès decidió acudir a última hora y no se libró de numerosos abucheos en algunos compases. Una reprimenda pública en vísperas de la mesa de diálogo con el Gobierno de Sánchez. Desde ERC defienden la ausencia de este año, no tanto para evitar abucheos –aquí recuerdan los de 2021– sino para denunciar la deriva «autodestructiva» que a su juicio está tomando la ANC con sus planteamientos unilaterales contrarios a los partidos y a la base del movimiento.