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Opinión

Somos mayoría

Jubilados enfrente de un centro de mayores. Jesús G. FeriaLa Razon

Me lo comentaba la otra tarde un viejo conocido –viejo por el mucho tiempo de trato y conversación, no por la edad– cuando casualmente nos encontramos, él de camino a la panadería y un servidor volviendo a casa después de haber estado un rato viendo pasar la vida, que siempre se aprende algo, sentado en un banco de la plaza Molina.

Que somos mayoría, empezó diciendo. La gente que no hace ruido ni levanta la voz ni se manifiesta en algaradas por la calle; la gente que no reivindica derechos pero sí cumple con deberes y obligaciones, la gente que no tiene otro interés que vivir en paz y tranquilidad disfrutando a ser posible de buena salud, la gente que simplemente vive de su trabajo y se esfuerza por mejorar y prosperar dentro de sus posibilidades y no ambiciona cargos ni riquezas que no estén a su alcance: esa es la mayoría, esos somos la mayoría, aseguró muy convencido.

Personas como tú y como yo que no están afiliadas a ningún partido, ni a ningún sindicato, ni a ninguna asociación poderosa, ni pertenecen tampoco a ninguna de esas influyentes minorías que reciben trato de favor y privilegios… ¿Qué pasaría si toda esta gente anónima, la mayoría silenciosa, como la llaman, nos uniéramos y formáramos alguna asociación, algún grupo, algún partido, o lo que fuera, y dijéramos así bien alto y claro lo que pensamos? Por ejemplo, que no se puede gastar tan alegremente el dinero público.

Que es una desfachatez y una indecencia que el gobierno se suba a sí mismo el sueldo un cuatro por ciento en estos tiempos tan negros, cuando lo que tenían que hacer es dar ejemplo y poner coto al gasto, y bien podían hacerlo suprimiendo alguno de esos ministerios de propaganda y oropel, como el de Igualdad, o el de Consumo.

Que es una temeridad tirar la casa por la ventana con los presupuestos generales del estado porque el año que viene hay elecciones, a ver si pesca los votos de los funcionarios y los jubilados. Y hablando de jubilados, muy bonito, sí, que suban la pensión un ocho por ciento, pero lo importante de verdad es que no se ponga en peligro el sistema y que podamos estar tranquilos porque la vamos a cobrar toda la vida. Porque no puede ser que la media de las pensiones que cobramos hoy día los jubilados, casi diez millones, sea superior a la media que cobran los jóvenes que trabajan, eso lo entiende cualquiera.

Y no puede ser tampoco que estemos bailando todo el santo día al son de la política y lo que a los políticos les interesa, los rifirrafes y desavenencias entre ellos, su manía por hurgar en las heridas del pasado (en los dos bandos hubo víctimas y verdugos) con el fin de desviar la atención y utilizarlo como cortina de humo para esconder los problemas del presente y no atender a los del futuro, que es su obligación… Como si no hubiera otras cosas más importantes: los efectos del cambio climático, la esquilmación de los recursos naturales, y ahora con la guerra la carestía de la vida…