Opinión
A vueltas con la enseñanza
El nuevo currículo es una muestra más del escaso aprecio por todo lo que vaya asociado con la cultura del esfuerzo
El martes de esta pasada semana se aprobó el nuevo currículo de la Enseñanza Secundaria Obligatoria (ESO) para los alumnos de entre 12 y 16 años, que se aplicará ya en el próximo curso y que trae, cómo no, algunos cambios importantes.
La eliminación definitiva de las notas numéricas, por ejemplo, de modo que se acabaron los 8,5 altos, los 7 raspaos, el 5 pelao y, por supuesto, el cero patatero. Se suprimen asimismo los exámenes de recuperación, una muestra más del escaso aprecio por todo lo que vaya asociado con la cultura del esfuerzo y la exigencia.
Desaparece la Filosofía, que se estudiará únicamente en el Bachillerato, aunque ya algunas comunidades autónomas han anunciado que la mantendrán, con lo que el desbarajuste de los planes educativos entre unas y otras está servido. Se introduce en cambio, como novedad, la asignatura de Educación en valores éticos y cívicos, que incluye, entre otros temas, la historia del feminismo y los derechos de las personas LGTBI+.
La repetición de curso, que se considera una medida excepcional, no dependerá del número de suspensos, y será el equipo docente el que decida al respecto. De esta manera, podrá darse el caso de que un alumno pase al curso siguiente con cinco, por poner una cifra, o seis suspensos. Es decir, que también la figura del repetidor pasará a la historia, y con ella los cates y las calabazas.
La Historia, con el fin de no incurrir en “enfoques academicistas”, dejará de estudiarse, como ha venido haciéndose desde siempre, en orden cronológico, y los contenidos se agruparán en bloques temáticos que abarquen varias épocas. O sea, que los alumnos no tendrán por qué saber que el descubrimiento de América es anterior a la Revolución francesa, pero sí deberán aplicarse al estudio, por ejemplo, de la “marginación, segregación, control y sumisión en la historia de la humanidad”. Si la historia es una sucesión de hechos entretejidos entre sí por sus causas y consecuencias, ¿no se entenderá mejor si se explica así, siguiendo el orden en que esos hechos tuvieron lugar?
En el mismo o parecido orden de cosas, en Lengua y literatura se pone especial énfasis en la lectura con perspectiva de género y en el uso ético del lenguaje, en Física y Química se habla de construir una sociedad “más justa, equitativa e igualitaria”, en Música y Plástica se aboga por romper los “roles de género”… La consabida retórica que tanto gusta a los pedagogos que teorizan desde los despachos y tanto desanima a los profesores que están en las aulas.
Todo lo cual encaja y nada tiene de extraño si se tiene en cuenta que el objetivo primordial de este nuevo currículo es la sustitución del sistema enciclopédico y memorístico tradicional por otro en el que los alumnos aprendan a aplicar los conocimientos. Y uno se pregunta: si se destierra y desprecia la memoria, ¿cómo se van a adquirir esos conocimientos? Porque se supone que, antes de aplicarlos, habrán tenido que adquirirlos, a no ser que la nueva pedagogía invoque o presuponga la ciencia infusa, esto es, el conocimiento no adquirido mediante el estudio sino a través de medios sobrenaturales.
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