Opinión
Bajarse del coche oficial
Sin generalizar, puedo afirmar que, al bajarse del coche oficial, a muchos les queda una sensación de vacío, de pérdida de poder
Nunca he experimentado la sensación ni de tener coche oficial ni de ir con escolta. De hecho, cuando salí por segunda vez en las listas de ETA y fotografiado a toda página en el diario Gara, me ofrecieron escolta y la rechacé. Luego, cuando ayudé en lo que pude en los inicios de Ciudadanos, a Albert le dije: máximo apoyo para todo, con dos condiciones: ni ir en listas ni ocupar cargo alguno. Quizás por ello fuimos sus abogados hasta que se retiró.
Pero sí he conocido y he defendido a gente que había tenido coche oficial y escolta. Y si digo que la he defendido, comprenderán que hablo de sus momentos bajos.
Sin generalizar, puedo afirmar que, al bajarse del coche oficial, a muchos les queda una sensación de vacío, de pérdida de poder. Y entonces suelen aparecer fantasmas del pasado: cosas que sucedieron cuando tenían poder, actitudes que tuvieron, palabras no cumplidas, etc., y con ello los nombres de supuestos enemigos, muchos de los cuales no se corresponden con la realidad, pero otros sí.
La mayor parte de las veces se bajan del coche y no pasa nada, pero en otras, las cosas se complican: aparecen en los periódicos vinculados con tal o cual cosa, se dan cuenta de que muchos de los que creían amigos no les cogen el teléfono, y piensan en aquellos que decía antes: a los que les mintieron, a los que miraron por encima del hombro.
Como abogado, he vivido situaciones diferentes en casos similares. Cuando buscas testigos, peritos, etc. para articular la defensa, en unos casos te dicen: “Es un buen tipo, en lo que pueda ayudar, ayudaré”; en otros: “Dile a ese cabrón que no cuente conmigo para nada, y que, si está en mi mano, acabaré de hundirlo”.
Escribo esto porque viví el desmoronamiento del llamado felipismo desde el núcleo de la defensa de una de las causas clave. Supe del destino de mucha gente: algunos, buenas personas; otros, que solo eran algo cuando iban en el coche oficial y luego se convirtieron en juguetes rotos.
Esta etapa que vive España me recuerda a aquella época, y creo que lo que le viene encima al llamado sanchismo va a ser peor. La prepotencia les ha llevado a atacar a los jueces, a la Guardia Civil (especialmente a la UCO), a traicionar a mucha gente —empezando por sus propios votantes— y a mirarnos a todos, incluso en pequeñas cosas, por encima del hombro.
Cuando vengan los peores tiempos, tendrán que hacer examen de conciencia, no solo de lo que hicieron, sino de cómo lo hicieron y a quién se lo hicieron. Por las experiencias vividas, tras el peloteo y la palmada en el hombro, aparecerán las sombras. Y entonces buscarán aliados. Pero, por experiencia, también afirmo que entonces suele ser tarde. Muy tarde.