Guerra de las terrazas
“La reducción horaria de las terrazas en Barcelona fomenta los botellones”
El Ayuntamiento culmina, por ahora, su plan contra el ruido nocturno en Gràcia, Ciutat Vella y Enric Granados con un gran damnificado: la restauración
El ruido, según el Ayuntamiento de Barcelona, es el segundo factor ambiental que más impacta en la salud de la población, justo por detrás de la calidad del aire. Y por la noche, es especialmente molesto para muchos vecinos de la capital catalana. De hecho, según el Ayuntamiento, el ruido nocturno es una de las fuentes que más molestias causan a la ciudadanía. Por eso, el consistorio ha elaborado una lista de las que llama “zonas tensionadas acústicamente en horario nocturno”, una lista de 11 puntos de Barcelona en la que la incidencia por la noche es especialmente intensa. A raíz de esta lista el gobierno municipal de Ada Colau impulsó el pasado verano una batería de medidas que incluía la polémica reducción horaria de las terrazas en determinadas zonas de la ciudad.
El fin de semana pasado se consumó esta reducción con su puesta en marcha en 18 calles y plazas de Ciutat Vella, que deben cerrar a las 23 horas todos los días de la semana. La medida afecta a todos los bares y restaurantes del Gòtic y del Raval ubicados en estos puntos considerados zonas ruidosas en horario nocturno. Hasta ahora, estos establecimientos podían cerrar a l a medianoche entre semana ya la una de la madrugada las noches de los fines de semana. Por tanto, la limitación horaria les obliga a avanzar el cierre entre una y dos horas en función del día. Aparte, en el interior de los locales de restauración tendrán que cerrar una hora antes, a las 2 h (hasta ahora lo hacían a las 3 h). El objetivo es reducir el ruido nocturno y mejorar el descanso de los vecinos.
Así, como ya ocurría en algunas plazas de Gràcia o en la calle Enric Granados, poco antes de las once de la noche, los camareros emplazaban a los clientes a acabar sus bebidas. Y lo cierto es que la normativa se está cumpliendo para desesperación de los restauradores y alivio, solo en parte, de los vecinos. El recorte horario en las terrazas ha caído como un jarro de agua fría para los locales que alertan de que la reducción horaria conlleva pérdidas de ingresos. No es de extrañar que el decreto se ha topado con la oposición frontal del Gremio de Restauración, que ya ha anunciado que recurrirá a la justicia para invalidar el recorte de horarios en las terrazas. A su juicio, esta medida fomenta los botellones espontáneos por la ciudad. No en vano, son los bares quienes ayudan a que todo esté controlado, aseguran, y piden más presencia policial para reducir el ruido y el incivismo.
El concejal de Ciutat Vella, Jordi Rabassa, ha defendido la medida y ha asegurado que el gobierno municipal tiene “la obligación de ser equilibrado” y garantizar el descanso de unos vecinos que “llevan muchos años sin dormir”. “Es una cuestión de salud pública”, ha afirmado. “Lo que hacemos es poner delante la salud de vecinos y vecinas. Tenemos una obligación con la salud pública de los barrios de Ciutat Vella en los que también debemos vivir. Todo el mundo es bienvenido, pero con respeto”, añade. De hecho, Rabassa ya ha anunciado que estas restricciones horarias también se aplicarán en otros puntos del distrito. En concreto, en la calle del Almirante Churruca (en la Barceloneta) y Allada-Vermell (en Sant Pere, Santa Caterina y la Ribera). “Entre finales de este año y el primer trimestre del próximo año lo tendremos terminado”, ha asegurado.
Además de esta restricción horaria en las terrazas, en Ciutat Vella también se han impulsado otras actuaciones para reducir el ruido. El mes pasado el distrito prohibió también que los supermercados de 10 calles del distrito puedan abrir durante la noche. También se amplió el horario de la prohibición de circular con monopatines en la plaza dels Àngels y los entornos. Hace sólo una semana, a través de la publicación del decreto de limitación de grupos guiados con finalidad turística, también se ha prohibido el uso de altavoces por parte de los guías.
Desde la Red Vecinal del Raval lo celebran y piden corresponsabilidad a los propietarios de los locales para cumplir con la normativa. El portavoz, Miquel Prats, considera que “la medida podría ser más atrevida, pero es bienvenida” para intentar paliar el malestar de los vecinos que aseguran que “no es un capricho, es una cuestión de salud” porque “parece que estamos condenados a no poder descansar”. En este sentido, alerta de que más allá de los horarios en la terraza el problema es el ruido y el incivismo cuando cierran los restaurantes y locales de ocio y denuncian que mucha gente se acumula en las aceras “y generan problemas”. Este sábado por la noche entra también en vigor la limitación horaria que obliga a cerrar la restauración a las 2 horas. En este sentido, Prats señala otro problema y es la gran concentración de restaurantes y establecimientos de ocio nocturno en calles como Joaquín Costa, donde denuncia “una situación de monocultivo”. En poco más de 400 metros hay 34 locales de restauración en los que se acumula gente hasta altas horas de la madrugada.
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