Historia
Así era la vida en El Raval antes de su transformación urbana: historias de un barrio irreconocible
Un barrio de calles estrechas, tabernas llenas y vida al límite antes de convertirse en uno de los focos culturales y turísticos de Barcelona
Durante décadas, El Raval fue el corazón más intenso y contradictorio de Barcelona. Hoy, este barrio céntrico del distrito de Ciutat Vella alberga museos, bibliotecas, centros de arte contemporáneo, librerías y cafeterías de moda.
Pero no siempre fue así. Antes de la transformación urbanística de El Raval —que comenzó con los Juegos Olímpicos y se consolidó con la apertura del MACBA en 1995—, era un lugar que muchos barceloneses apenas pisaban.
Un barrio obrero y de supervivencia
El Raval nació como un barrio obrero, construido extramuros, donde se asentaron inmigrantes de otras partes de Cataluña y de España.
A principios del siglo XX, albergaba un entramado denso de viviendas humildes, talleres textiles, conventos reconvertidos y fábricas. Era conocido por su densidad humana, la pobreza, y también por su carácter solidario.
Durante el franquismo, El Raval se convirtió en una de las zonas más degradadas de Barcelona. Conocido entonces como “el barrio Chino” —un término que no hacía justicia a sus habitantes—, era sinónimo de prostitución, pobreza, delincuencia y marginalidad.
A pesar de ello, El Raval fue también un barrio lleno de vida, donde se mezclaban culturas y donde los vecinos mantenían una red de apoyo mutuo.
Una vida entre tabernas, portales y mercados
El día a día en El Raval giraba en torno a la calle. Los niños jugaban en los pasajes, las mujeres conversaban desde los balcones, y los bares eran una segunda casa. La Boqueria, el mercado más emblemático de Barcelona, era entonces más vecinal que turístico, y proveía de alimento a todo el barrio.
Las portales de los edificios eran puntos de encuentro. Las pensiones acogían a trabajadores llegados de Andalucía, Aragón o Galicia, muchos de los cuales acabaron formando parte del tejido social del barrio.
A menudo, tres generaciones compartían piso. Era un barrio difícil, pero lleno de identidad.
La transformación: de barrio marginal a escaparate cultural
Todo cambió en los años 80 y 90. Primero llegó el Plan de Rehabilitación de Ciutat Vella, y más tarde, las grandes operaciones urbanísticas ligadas a los Juegos Olímpicos de 1992. El derribo de muchas viviendas insalubres abrió espacio al MACBA, la Biblioteca de Catalunya y el CCCB. Se ensancharon calles, se crearon plazas y se atrajo inversión.
Según el Ayuntamiento de Barcelona, más del 25% de los edificios del Raval fueron rehabilitados entre 1985 y 2005.
El perfil de los habitantes cambió: llegaron nuevos inmigrantes, pero también artistas, estudiantes y jóvenes profesionales atraídos por el carácter alternativo del barrio. El turismo completó el cambio.
Un pasado que aún resiste en las esquinas
Aunque hoy El Raval es uno de los barrios con más culturas de Europa, algunos rincones aún conservan la memoria de lo que fue. Tiendas de ultramarinos, bares con mostradores de mármol y vecinos que llevan toda una vida resistiendo los cambios.
Según datos del Padrón Municipal (Ajuntament de Barcelona), El Raval es uno de los barrios con mayor diversidad del continente: más del 50% de sus habitantes han nacido fuera de España. La convivencia no siempre es fácil, pero el espíritu de comunidad sigue vivo.
Cuando El Raval era otro mundo
Hoy caminamos por un Raval que apuesta por el arte y la cultura, pero no podemos olvidar su historia. Un barrio que pasó de la marginalidad al mapa internacional de la cultura urbana, con cicatrices que aún son visibles si se sabe dónde mirar.
En cada esquina, detrás de cada fachada renovada, late el recuerdo de una Barcelona que ya no existe... pero que construyó la ciudad que hoy conocemos.