Episodio insólito
La ciudad de España que acogió tres gobiernos a la vez: el de la República, el de Cataluña y el del País Vasco
Los disturbios de mayo de 1937 y el deseo de Negrín de superar tensiones territoriales propició la decisión, pero lo que ocurrió fue exactamente lo contrario
Hay episodios de la historia de España que no solo parece imposible que se repitan, sino que cuesta creer que sucedieran alguna vez. Y sí. Hubo un tiempo en que una sola ciudad de España concentró la presencia de tres gobiernos: el de Cataluña, el del País Vasco y el de la República. Ocurrió en 1937 y la situación se alargó hasta el final de la Guerra Civil (1939).
En contra de lo que pueda pensarse, esa insólita situación que se vivió en Barcelona no fue útil para engrasar las relaciones institucionales de los tres gobiernos que coincidieron, sino al contrario. Es decir, que no se dio nada parecido a una dinámica triangular. De hecho, el gobierno de la Generalitat mantenía una relación particularmente tensa con el gobierno de la República. Sí que existía, en cambio, una buena relación entre el presidente de la Generalitat (Companys) y el presidente vasco (Aguirre), que estaban de acuerdo en la exploración, poco afortunada, de salidas diplomáticas a la Guerra Civil.
Reconstruyamos la secuencia del aterrizaje institucional en Barcelona. El gobierno vasco, encabezado por el presidente Aguirre, se instaló en Barcelona antes que el de la República, aunque lo hizo pocos días antes. Era octubre de 1937. La caída definitiva del norte en manos de las tropas de Franco a mediados de octubre precipitó una decisión que, en el caso del de la República, ya se estaba madurando desde el verano.
En el caso del Gobierno vasco fue mucho más repentina, aunque allí había el antecedente de una importante presencia delegada anterior en Barcelona. La llegada a Cataluña de los primeros refugiados procedentes del País Vasco propició la constitución de un “secretariado vasco”, en octubre de 1936, y de una más formal "delegación general de Euskadi en Cataluña", el noviembre siguiente, encabezada por Manuel de Irujo. Aguirre instaló su sede gubernamental en el paseo de Gràcia (llamado entonces paseo de Pi y Margall).
Las fábricas de armamento catalanas
¿Pero por qué Barcelona se convirtió en sede del gobierno de la República? Higinio Polo da una interpretación en "Los últimos días de la Barcelona republicana". Según explica, hay que fijarse en "los hechos de mayo de 1937", cuando el proletariado levantó barricadas en Barcelona y en diversas localidades de Cataluña manifestando su oposición frente al Estado republicano y a todos sus representantes.
Negrín, a los mandos del Consejo de Ministros de la República, tenía la intención de superar tensiones con el gobierno de Cataluña, pero también pretendía obtener "el máximo rendimiento de las fábricas de armamento catalanas y en general de su infraestructura industrial".
La tesis de Negrín, igual que la de Azaña, era que el esfuerzo catalán en la Guerra Civil no era el suficiente, no solo porque contaba con una zona particularmente industrializada, sino también porque contaba con un movimiento proletario particularmente combativo y organizado que no se alineaba con la República.
Las tensiones entre el gobierno de la Generalitat y el gobierno español habían ido en aumento a partir de los hechos de mayo de 1937, cuando la República envió desde Valencia (donde tenía su sede) fuerzas del orden a Barcelona para sofocar las barricadas. Companys llegó a referirse a estas fuerzas de la República como "ejército de ocupación".
Las sedes de la República en Barcelona
En octubre de 1937, Negrín consuma la decisión de trasladar desde Valencia el gobierno de la República a Barcelona. Instala la presidencia del Gobierno en el viejo palacio de Evarist Artús, en la confluencia de Paseo de Gracia con la calle Mallorca de Barcelona, y el Ministerio de Estado en la Casa Montal, en Diagonal/Aribau.
La propia instalación del gobierno de la República produjo tensiones con la Generalitat, puesto que el ejecutivo de Companys no solo aspiraba a recibir información de dónde pretendían ubicarse los ministerios, sino que pretendía decidir los lugares. Así que el propio traslado contribuyó a aumentar tensiones.
Companys pretendía negociar, además, una ampliación de la presencia catalana en el Gobierno de la República como contraprestación por su instalación en Barcelona, pero no llegó a conseguirlo. Y las relaciones entre la Generalitat y el de Gobierno de la República empeoraron por este y por más motivos.
Conflictos administrativos, de competencias y también de gestión, derivados de las discrepancias políticas, se sumaron al clima envenenado que ya había generado la intervención policial del Gobierno de la República para sofocar los hechos de mayo de 1937.
La no-relación de Negrín y Companys
A todo ello se unieron también choques institucionales relacionados con las cuentas públicas, puesto que la Generalitat llegó a sufrir graves problemas de tesorería. Y por si no fueran pocas las tensiones también hubo conflictos por el uso del catalán y por cuestiones de protocolo, en particular derivadas del ninguneo de Negrín a Companys, con el que se encontró en contadas ocasiones.
El presidente del Consejo de Ministros nunca accedió a la petición del de la Generalitat para que se le informara de manera directa de la evolución de la guerra, ni tampoco de las iniciativas en el ámbito de la política exterior (relacionadas con la mediación internacional en la Guerra Civil).
Las discrepancias tocaron techo en agosto de 1938 después de una serie de medidas tomadas por el Gobierno republicano que implicaban discusiones competenciales —la nacionalización de la red de industrias de guerrade la Generalitat, la creación de un nuevo tribunal especial contra la evasión de capitales, y la militarización de los tribunales populares y de urgencia–. Todas ellas motivaron la dimisión del ministro catalán en el Gobierno Negrín, Jaume Aiguadé de Esquerra Republicana. Y todo ello ocurrió en paralelo a la Batalla del Ebro, la mayor de la Guerra Civil.
Exilio y división
Tanto el Gobierno de la República como el de la Generalitat se mantuvieron en su lugar hasta la caída de Cataluña en manos de las tropas franquistas. Llegado ese momento, las divisiones se escenificaron con un simbolismo insuperable.
El 5 de febrero de 1939, Azaña (presidente de la República entre 1936-1939)y Martínez Barrio (presidente de las Cortes), acompañados de Negrín, no hicieron caso al acuerdo tomado entre los cinco presidentes de pasar todos juntos la frontera y se adelantaron a entrar en Francia. Companys y Aguirrelo hicieron, ambos, poco después, al enterarse de su marcha. Por el camino se encontraron Negrín que, después de dejar Azaña en el país vecino, volvía hacia España para intentar proseguir la resistencia, hasta marzo.
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