Historia

Cuando Barcelona tocaba el cielo y se creía que la Torre de Babel estaba en el Gótico

El Mirador del Rei Martí fue en su día proclamado por los barceloneses como el edificio más alto del mundo

Mirador del Rey Martí
Palacio Real de BarcelonaWikipedia

Desde que el ser humano tiene memoria, ha sentido una atracción casi obsesiva por mirar hacia arriba. Alcanzar el cielo, desafiar los límites de lo terrenal, tocar lo divino. La historia de la Torre de Babel, recogida en la Biblia, es quizás el ejemplo más famoso de esa aspiración: una humanidad unida en un proyecto colosal que fue frustrado por la confusión de lenguas, castigo por su osadía.

A pesar de aquella advertencia, la ambición vertical no se ha detenido. Hoy los rascacielos parecen competir por rozar las nubes, pero mucho antes de que la tecnología hiciera posibles esas alturas, ya se levantaban torres que, en su época, desafiaban lo imaginable.

Una de ellas se encuentra en pleno corazón de Barcelona. Y aunque cueste creerlo, hubo un tiempo en que se dijo de ella que era el edificio más alto del planeta.

El edificio que rozaba el cielo

El Mirador del Rei Martí, en pleno corazón del barrio Gótico, fue una de las construcciones más ambiciosas del siglo XVI. Una torre adosada al Palau Reial Major, sede de los condes de Barcelona y reyes de la Corona de Aragón. Su origen se remonta a época visigoda, pero en el siglo XVI vivió uno de sus momentos más gloriosos.

Corría el año 1555. La torre rectangular, hecha completamente de piedra y con grandes arcos abiertos al cielo, se alzaba majestuosa por encima de la muralla y de todo lo construido hasta entonces. Con cinco pisos de altura sobre un basamento ya elevado, los barceloneses alardeaban de que habían levantado el edificio más alto del mundo.

Y puede que no fuera cierto. Puede que existieran otras torres más altas en el mundo árabe, en Europa oriental o en la lejana Asia. Pero en la imaginación colectiva, el Gótico barcelonés había tocado el cielo.

¿Una torre de vigilancia o un símbolo de poder?

El Mirador del Rei Martí nunca fue un espacio habitable. Era, literalmente, un mirador. Una atalaya desde la cual divisar el mar, la ciudad y los posibles enemigos que se acercaban. Pero no solo cumplía una función defensiva: también estaba pensada como una muestra de poder.

Las grandes arcadas permitían la entrada del viento, creando un rudimentario pero efectivo sistema de refrigeración natural. En pleno siglo XVI, una torre con “aire acondicionado” era, sin duda, una rareza.

Además, el hecho de estar tan cerca de la catedral y conectado con ella por un paso elevado evidenciaba la fusión entre poder político y religioso. La torre se convirtió en un símbolo del dominio de los reyes sobre la ciudad, sobre su gente... y sobre el horizonte.

La leyenda de una altura imposible

¿Medía realmente más de 200 metros como se decía? Hoy sabemos que no. Pero la cifra importaba menos que el relato. Como sucede con la Torre de Babel, la historia del Mirador del Rei Martí es, en parte, una narración de orgullo, de aspiración, de identidad.

Barcelona se veía a sí misma como una ciudad capaz de todo, incluso de construir la torre más alta del mundo. Aunque fuera solo durante un tiempo. Aunque fuera más mito que realidad.

Hoy, el mirador sigue ahí. Discreto pero firme, entre los callejones del Gòtic, recordándonos que hubo un tiempo en que los barceloneses quisieron tocar el cielo. Y casi lo lograron.