Pontífice

El día que el Papa paralizó Barcelona y llenó la Sagrada Familia: la Plaza de Toros Monumental acogió a la multitud

Barcelona sigue contando con una comunidad devota que mantiene viva la tradición y la fe católica

La arquitectura de la Sagrada Familia está llena de simbolismo
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El Papa Francisco ha muerto. Y lo ha hecho sin haber visitado España. Sin embargo, su predecesor, Benedicto XVI, sí lo hizo. Barcelona es una ciudad marcada por su historia y su arquitectura, pero también por su profunda huella católica. Desde la Catedral hasta Santa María del Mar, pasando por las innumerables iglesias repartidas por sus barrios, la fe ha dejado un legado imborrable. Y por encima de todo, se alza la Sagrada Familia, la obra maestra de Antoni Gaudí y símbolo del catolicismo en la ciudad. Aunque la secularización avanza y la religiosidad ha disminuido, Barcelona sigue contando con una comunidad devota que mantiene viva esta tradición. Ahora que el Papa Francisco atraviesa un delicado estado de salud, resulta oportuno recordar el día en que su predecesor, Benedicto XVI, paralizó la ciudad condal para oficiar una misa histórica en el icónico templo.

El 6 y 7 de noviembre de 2010, Barcelona se convirtió en el epicentro del mundo católico con la visita de Joseph Ratzinger. La expectación era máxima, pues la visita tenía como objetivo principal la consagración de la Sagrada Familia, elevándola oficialmente a la categoría de basílica. No era una visita cualquiera: el Papa llegaba a una ciudad que, pese a su espíritu cosmopolita y su carácter cada vez más secular, conservaba una fuerte tradición católica. Su llegada coincidió con el 28.º aniversario de la visita de Juan Pablo II a la ciudad, lo que añadía un componente histórico al evento.

El aterrizaje de Benedicto XVI en el aeropuerto de El Prat marcó el inicio de una jornada intensa. Recibido por el entonces presidente de la Generalitat, José Montilla, el Pontífice se dirigió a la sede del Arzobispado, donde pasó la noche. A la mañana siguiente, la ciudad se paralizó ante la majestuosidad del momento: la misa de consagración del templo expiatorio. Con una liturgia oficiada en catalán, castellano y latín, el evento no solo marcó un hito religioso, sino que también reafirmó la importancia de la Sagrada Familia en el panorama mundial.

A las nueve de la mañana, el Papa salió del Arzobispado en su papamóvil para dirigirse a la Sagrada Familia, donde fue recibido por los Reyes de España. A las diez, comenzó la misa de consagración del templo, un acto solemne en el que Benedicto XVI defendió el matrimonio tradicional y se posicionó en contra del aborto y del matrimonio homosexual, mensajes que generaron un gran eco mediático y social. Tras la eucaristía, el Papa rezó el Ángelus en la fachada del Nacimiento, donde miles de fieles lo aclamaban.

Las calles de la ciudad se llenaron de fieles deseosos de ver y escuchar al Papa en directo. La Plaza de Toros Monumental se habilitó con pantallas gigantes para que más personas pudieran seguir la ceremonia, y el seguimiento televisivo fue un éxito rotundo, con audiencias millonarias. Tan solo en TV3, más de 1.680.000 personas siguieron la misa matinal, lo que representó un 24,2% de la población catalana de más de cuatro años.

La presencia del Papa en Barcelona fue un acontecimiento multitudinario. Mientras en la Sagrada Familia miles de fieles vivieron con emoción la misa de consagración, las calles de la ciudad también reflejaron el impacto del evento. Se estima que entre 100.000 y 250.000 personas salieron a recibir al Pontífice en su recorrido. En algunos tramos, el papamóvil avanzó con fluidez, permitiendo al Papa saludar a los fieles que se congregaban en distintos puntos de la ciudad.

Por la tarde, Benedicto XVI visitó la Obra Benéfico Social del Nen Déu, una institución dedicada al cuidado de niños con síndrome de Down y otras discapacidades. Su presencia en este centro benéfico resaltó el compromiso de la Iglesia con los más vulnerables, un mensaje que caló hondo en la sociedad y fue recibido con gran emoción por las religiosas y los trabajadores de la institución.

A las seis de la tarde, el Papa se dirigió al aeropuerto de El Prat, donde se celebró la ceremonia oficial de despedida. A las 19:15, su avión despegó rumbo a Roma, poniendo fin a una visita que dejó una huella imborrable en la comunidad católica de Barcelona. La visita de Benedicto XVI también fue vista como una oportunidad para promocionar la ciudad a nivel internacional, con el respaldo del Ayuntamiento de Barcelona y partidos como PSC, CiU, PP y ERC. No obstante, ICV, los verdes de Cataluña, se mostró crítico con la visita, denunciando las políticas sociales de la Iglesia y optando por no participar en ninguno de los actos.

Aquel día, la capital catalana vivió una jornada histórica en la que la fe y la arquitectura se dieron la mano. Benedicto XVI dejó su impronta en la ciudad, y su visita se inscribió en la memoria de miles de personas que fueron testigos de un momento único. Hoy, cuando el estado de salud del Papa Francisco preocupa a los fieles de todo el mundo, es un buen momento para recordar que, hace no tanto, otro Sumo Pontífice hizo de Barcelona el corazón del catolicismo, aunque solo fuera por un fin de semana.