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Opinión

Gruñones

El autor rememora un incidente de tráfico vivido recientemente

Una imagen de un atasco Dreamstime

La semana pasada me ocurrió un suceso que hace que hoy me apetezca escribir sobre unos hombres y mujeres que en el fondo me resultan entrañables: los cascarrabias.

Verán, bajaba yo con mi moto por la calle Muntaner, cuando y a fuerza de ser sincero, hice un cambio de carril señalizando de forma quizás un tanto tardía. Por mi derecha bajaba un coche a cierta velocidad cuya trayectoria sin duda interrumpí. Inmediatamente alcé mi mano izquierda en forma de petición de disculpa.

El individuo en cuestión se colocó detrás mío, a muy corta distancia tocando el claxon. Al llegar al siguiente semáforo junté mis manos en forma de petición de perdón, pero el sujeto hizo una maniobra para obligarme a detenerme justo donde hay unas plazas callejeras para motos.

Me paré. Él se bajó del vehículo y empezó a insultarme. Yo le dije que ya le había pedido disculpas y que de todas formas él iba a una velocidad desaconsejada. Entonces empezó a insultar a mi madre, ya se sabe “hijo de…”

Yo, serenamente, le dije que se equivocaba de madre, puesto que la mía era una señora muy guapa y elegante, que vive de su pensión de viudedad y que no sé a la madre de quién se podía referir. Acto seguido hice un ademán de marcharme, no sin antes decirle: “Señor, no tengo el más mínimo interés en seguir discutiendo con usted de un asunto tan absurdo”.

Esta respuesta mía le enfadó aún más hasta el punto de que los transeúntes, viendo que un tipo joven estaba muy agresivo con un señor de cierta edad que soy yo, decidieron poner paz. Así que me puse el casco, le di las gracias a los transeúntes pacificadores y me fui no sin antes decirle al individuo en cuestión que estaba encantado de haberle conocido pese a las circunstancias.

Ya sé, pero no lo puedo evitar, que un día me partirán la cara (tampoco soy manco defendiéndome), pero me divierten mucho los gruñones y las gruñonas, además de inspirarme cierta ternura, porque seguro que hay algún complejo detrás: en el colegio las trastadas de otros niños o niñas, quizás no están de acuerdo con su físico, tal vez en sus casas viven dominados por hombres o mujeres... En fin, vaya usted a saber qué hay detrás de seres dispuestos siempre a sacar su lado más desagradable.

Se preguntarán a que viene esta chuminada de artículo. Quizás a que a medida que uno va cumpliendo años se da cuenta que en el fondo sólo hay dos tipos de seres humanos: los que hemos venido a divertirnos y vivir lo mejor posible, y los que han venido a aburrirse y hacer la vida imposible a los demás. Con los primeros al fin del mundo, con los segundos ni a la esquina, y si te topas con ellos, ironía y buen humor.

Espero que el conductor en cuestión no lea este artículo y si lo lee, en todo caso, que sepa lo mucho que le agradezco ser fuente de inspiración por absurda que esta sea.