
Historia
La guerra dels segadors y la primera proclamación de independencia de la historia de Cataluña (que duró solo una semana)
Una insurrección campesina, la proclamación de una república y una guerra de doce años marcaron el primer intento de secesión catalana en la Edad Moderna

Barcelona, junio de 1640. Un grupo de campesinos irrumpe en la ciudad con motivo de la festividad del Corpus Christi. Vienen de las comarcas de Girona, hartos de acoger, alimentar y sufrir los abusos de las tropas reales que cruzan Cataluña en su camino hacia Francia. A ellos se suman jornaleros y segadores estacionales, también exhaustos e indignados. Lo que empieza como una protesta estalla en violencia. Los rebeldes asesinan al virrey de Cataluña, Dalmau de Queralt, conde de Santa Coloma. Es el Corpus de Sang, el inicio de una guerra que se alargará durante doce años y que culminará con la primera proclamación de independencia de la historia moderna de Cataluña: la República Catalana de 1641.
El levantamiento de 1640 no fue una explosión espontánea. Durante décadas, la tensión entre el gobierno central y las instituciones catalanas había ido en aumento. Desde Madrid, el conde-duque de Olivares, valido de Felipe IV, impulsaba una reforma estructural de la monarquía hispánica que pretendía uniformizar leyes y fueros. Su lema, Multa regna, sed una lex (“Muchos reinos, pero una sola ley”), chocaba frontalmente con la realidad plural de la Monarquía de los Austrias, especialmente con la del Principado de Cataluña, cuyos derechos y privilegios históricos estaban garantizados por las Constitucions Catalanes.
Además, la “Unión de Armas”, proyecto presentado en 1626, pretendía que todos los territorios de la Corona contribuyeran proporcionalmente a la financiación del esfuerzo militar. Cataluña debía aportar 16.000 soldados a la causa. Sin embargo, las Cortes catalanas se resistieron, temiendo un recorte de su autonomía y un incremento de la presión fiscal.
La chispa: el paso de los tercios
Con la Guerra de los Treinta Años aún en curso, Felipe IV necesitaba enviar tropas a la frontera con Francia. La ruta más corta pasaba por Cataluña, lo que implicaba acoger a un ejército de más de 10.000 hombres. La legislación catalana obligaba a los pueblos a proporcionar alojamiento y vituallas a los soldados, pan, agua, sal, vinagre y cama, pero lo que llegó fue un ejército descontrolado que saqueó, abusó y sembró el terror en las masías y villas por donde pasaba.
El caso de Riudarenes, donde se acusó a los soldados de incendiar la iglesia y profanar el Santísimo Sacramento, inflamó aún más el ánimo popular. Aunque escritores como Quevedo o Calderón de la Barca, el último, testigo directo como soldado, negaron estos sacrilegios, las acusaciones se propagaron como la pólvora.
El Corpus de Sangre y el asesinato del virrey
El 7 de junio de 1640, día de Corpus, la tensión estalló en Barcelona. Los segadores, apoyados por el pueblo llano, se alzarón. Atacaron edificios oficiales, agredieron a funcionarios castellanos y nobles afines a la corte. El virrey intenta huir hacia el mar, pero es alcanzado en la playa, apuñalado y asesinado.
Este acto marca un punto de no retorno. La rebelión ya no es solo una protesta local, sino un desafío frontal a la autoridad del rey. La ciudad queda en manos de los insurrectos, y la Generalitat, liderada por Pau Claris, se ve arrastrada por los acontecimientos.
Pau Claris proclama la República Catalana
El 17 de enero de 1641, con el ejército castellano aproximándose y la región al borde del colapso, Pau Claris, presidente de la Diputació del General, proclama la República Catalana bajo protección francesa. Se trata del primer intento de secesión formal de Cataluña respecto a la Monarquía Hispánica. Solo unos días después, el 23 de enero, Claris firma un pacto con el rey Luis XIII de Francia, que acepta la soberanía sobre Cataluña a cambio de apoyo militar. La República, así, queda disuelta apenas una semana después de haber sido proclamada.
Luis XIII no pierde la oportunidad de debilitar a su rival Felipe IV. Los ejércitos franceses entran en Cataluña y frenan a las tropas reales en la batalla de Montjuïc el 26 de enero de 1641. La resistencia catalana se ve reforzada, pero pronto la guerra se convierte en una contienda internacional. Cataluña pasa a ser un campo de batalla entre dos monarquías europeas.
Sin embargo, la alianza con Francia tampoco es sencilla. Los catalanes pasan de sufrir a los soldados de Castilla a sufrir las imposiciones de los franceses. La población empieza a resentirse del dominio extranjero. La revuelta, que comenzó como un levantamiento popular, se convierte en una guerra prolongada y devastadora.
La caída de Barcelona y el final del conflicto
El conflicto se prolonga durante doce años. A la devastación provocada por la guerra se suma una epidemia de peste que asola Cataluña en 1651. En julio de 1652, el ejército real, liderado por Juan José de Austria, toma finalmente Barcelona. La Generalitat capitula y Cataluña vuelve a estar bajo soberanía castellana. El rey promete respetar los fueros catalanes, aunque el poder real queda más reforzado que antes del conflicto.
Con la firma del Tratado de los Pirineos en 1659, Francia y España ponen fin oficialmente a la guerra. Como consecuencia, el Rosellón y parte de la Cerdaña pasan a manos francesas, una cesión que rompe la unidad territorial del Principado de Cataluña y sella el fracaso político de la revuelta.
Una revuelta social y política
La guerra dels Segadors fue una revolución compleja, con múltiples aristas. No fue solo un levantamiento contra Castilla, sino también una rebelión contra los abusos feudales y el orden social existente. La pequeña burguesía, los campesinos y los jornaleros encontraron en la revuelta un canal para expresar su hartazgo hacia las élites, tanto castellanas como catalanas.
Las clases dirigentes, en cambio, buscaron desde el principio el apoyo de un nuevo monarca que garantizara sus privilegios. El resultado fue una paradoja: Cataluña pasó de un intento de república independiente a someterse al rey de Francia, y de nuevo, tras la derrota, a volver al dominio de Felipe IV.
El legado: himno y memoria
De aquellos años turbulentos nace Els Segadors, el actual himno de Cataluña. Su origen se remonta a canciones populares que circularon durante y después de la guerra, transmitiendo el recuerdo del levantamiento y el dolor de la derrota. Su letra recoge el espíritu rebelde de los campesinos que tomaron Barcelona aquel Corpus de 1640:
Hoy, la proclamación de la República Catalana de 1641 se recuerda como el primer gran intento de secesión del Principado. Fue breve, convulsa y acabó en fracaso. Pero marcó un hito en la historia del catalanismo político: el día en que Cataluña, por primera vez, se declaró independiente.
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