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Informe Faros

El informe FAROS reclama una adaptación de los horarios académicos de los adolescentes a sus ritmos de sueño

Este trabajo pone de manifiesto la importancia del descanso entre la población infantil y adolescente y exige la puesta en marcha de medidas socioeducativas, la correcta formación de docentes y sanitarios y la adaptación de horarios para garantizar una mejor higiene del sueño

En la adolescencia ocurren una serie de cambios fisiológicos que alteran el ritmo del sueño larazon

El 24% de los niños y adolescentes entre los 4 meses y los 17 años de edad están privados de sueño. Entorno al 17% de la población infantil acude a la escuela con sueño y un 4% se duerme en clase, mientras que más de la mitad de los adolescentes (52%) va a clase habiendo dormido menos de 8 horas y un 84% tiene dificultades para levantarse, lo que se asocia con un peor rendimiento académico, algo que se observa entre el 24% de los adolescentes.

En definitiva, nuestros niños y jóvenes no descansan cuanto ni como debieran y ello tiene importantes consecuencias, tanto para su salud física, como emocional y mental, a la vez que impacta en el crecimiento y desarrollo cognitivo del individuo. Y es que durante el sueño, no solo nuestro cuerpo descansa, sino que además el cerebro consolida los aprendizajes y experiencias adquiridos durante el día, el sistema inmunitario se refuerza y el organismo se regenera.

Así pues, el descanso es clave porque su ausencia o déficit en niños y adolescentes altera su proceso de crecimiento, ya que es durante el sueño cuando aumenta la secreción de la hormona del crecimiento; disminuye la función del sistema inmunitario, predisponiendo así a presentar más infecciones y enfermedades autoinmunes; reduce la tolerancia a la glucosa, lo que incrementa el riesgo de sufrir diabetes; desequilibra el metabolismo al aumentar la producción de grelina, la hormona que genera la sensación de hambre, y reducir la de leptina, que produce la sensación de saciedad, y todo ello predispone a la obesidad; altera la conducta e incide de forma negativa en el desarrollo emocional, aumentando el riesgo de desarrollar enfermedades mentales en el futuro.

Ante esta realidad, el último informe FAROS de la Escuela de Salud del Hospital Sant Joan de Déu incide en la importancia del sueño y las consecuencias negativas de una deficiente higiene del mismo en niños y adolescentes, algo a lo que "estamos dando menos importancia de la que correspondería", señaló durante su presentación Josep Serrat, director de Planificación del Hospital Sant Joan de Déu, quien asegura que "los problemas de sueño son más frecuentes de lo que se piensa y están infradiagnosticados".

Un problema prevenible

En este sentido, el doctor Gonzalo Pin, coordinador del grupo de Sueño y Cronología de la Asociación Española de Pediatría y jefe de la unidad de Pediatría Integral- Unidad del Sueño del Hospital Quirónsalud de Valencia, recordaba que "el sueño es un paraguas que protege el desarrollo del niño" y la falta del mismo "tiene consecuencias a nivel físico, como obesidad, hipertensión o tendencia a la diabetes; así como en el aspecto neurocognitivo, afectando a la memoria y la atención, y conductal; y afecta a la inteligencia, al rendimiento escolar y en el ámbito de la salud mental".

Por lo tanto, "hay comorbilidad y patología asociada a la falta de sueño o a una mala calidad del mismo" y lo más relevante "es que es prevenible con una intervención socioeducativa", que pasa por la adopción de hábitos y rutinas que ayudan a dormir mejor, como la práctica de ejercicio físico, preferiblemente al exterior, evitar el uso de pantallas antes de ir a dormir, establecer horarios regulares, optar por cenas ligeras...

En este sentido, el doctor Òscar Sans, jefe de la unidad de Trastornos del Sueño del Hospital Sant Joan de Déu, destacaba que "España es el país del mundo en el que hay un mayor consumo de benzodiazepinas" y, pese a que los trastornos del sueño están asociados a factores biológicos, los factores externos tienen mucho peso en cómo dormimos y sobre éstos se puede trabajar para garantizar un mejor sueño de la población, especialmente entre la infancia y adolescencia, cuando el "cerebro está en desarrollo y si éste no descansa en condiciones, tanto en lo que a cantidad de sueño se refiere como a calidad del mismo, no va a alcanzar el 100% de desarrollo".

Por lo tanto, "es importante hacer políticas de salud pública relacionadas con el sueño, al que hay que poner en el edificio de la salud, junto a la alimentación o la actividad física", advertía Sans, mientras que Serrat indicaba que "esas políticas deben tener un enfoque multimodal" y han de contextualizarse tanto en el "ámbito social como en el hospitalario", donde se abordan los trastornos del sueño.

Adaptar horarios al adolescente

En este contexto, para Pin es clave poner en marcha una serie de medidas para favorecer el descanso de los adolescentes, entre los que además se ha evidenciado un importante incremento de los problemas de salud mental.

Tal y como recordaba el doctor, en esa etapa vital se producen tres situaciones que hay que tener muy presentes a la hora de establecer y diseñar los horarios académicos de los adolescentes: la secreción de la hormona melatonina tiene lugar con 25 minutos de retraso cada año, la necesidad o presión de dormir que se genera a lo largo del día se acumula más lentamente y se invierte la sensibilidad del reloj biológico a la luz, de manera que si a los adultos la luz blanca o azul del día nos activa, los adolescentes son más sensibles a la luz pasadas las primeras horas del día.

Por ello, en lugar de adelantar el inicio del día escolar a las 8 de la mañana, en el caso de los adolescentes tendría más sentido retrasarlo. Y es que como destacaba Sans, "solo con una media hora más de sueño entre semana se garantiza un mejor rendimiento académico y una mejor conducta de estos estudiantes"

Además, ante esta realidad, sería conveniente adaptar también los horarios escolares, porque "poner un examen a un adolescente a las 8 de la mañana, es como si a un adulto se lo pusieras a las 5 de la mañana", destacaba Pin, quien al respecto recordaba que "hay países de nuestro entorno en los que ya se ha retraso 25 minutos el inicio del horario escolar y se ha visto que ello reduce un 50% los problemas de conducta en el aula".

"En España, puesto que se ha comprobado que los jóvenes aprenden diferente en función de las horas del día, lo que se ha hecho en algunos casos ha sido distribuir las asignaturas en función de la capacidad de aprendizaje, es decir que entre las 8 y las 10 de la mañana se han programado asignaturas que requieren poca concentración, mientras que aquellas más exigentes se han puesto a partir de las 11 de la mañana", añadió Pin.

En la misma línea, recordó que "los lunes entre las 8 y las 10 de la mañana es el peor momento para un examen, ya que el primer día de la semana los adolescentes experimentan el jet lag del cambio de horarios del fin de semana, del que no se recuperan hasta el miércoles".

Con este tipo de medidas, "se ha visto que se logra mejorar el rendimiento académico y la conducta en el aula de estos estudiantes", aseguraba Pin, quien además calificaba como de vital importancia "el educar a la sociedad para adoptar mejores hábitos y adaptar los horarios, por ejemplo de los programas de televisión o de las actividades extraescolares, así como formar a los docentes y sanitarios, que son quienes trabajan con la población infantil y adolescente, en lo relativo al sueño".

En definitiva, "la excesiva somnolencia diurna de niños y adolescentes en la mayor parte de los casos está causa por no darles la oportunidad de dormir lo que necesitan; se trata pues de una pobreza de tiempo y un problema de salud pública".