Entrevista
Manel Domínguez: "El maltrato a los mayores es la gran pandemia de la sociedad"
El autor de "Sénior. La vida que no cesa", cree que la revolución contra el edadismo pasa por cambiar el lenguaje, empoderar a los séniors y reconocer a los cuidadores
Este miércoles miles de personas se reunieron en el centro de Barcelona para defender la dignidad de las personas mayores. El doctor en Comunicación Social, Manel Domínguez y autor de «Sénior. La vida que no cesa», remarca que la conciencia social es clave para frenar el edadismo y reclama tanto la implicación de los jóvenes como el compromiso real de las instituciones para esta lucha.
¿Dónde se nota más en la vida diaria de la gente que el edadismo es una pandemia?
Existen dos ejes centrales: detectar qué es y comprender que estamos ante una pandemia establecida en toda la sociedad, en la vida política, en la vida familiar y en la laboral. No existe ningún ámbito de la vida que no tenga edadismo instalado. Este fenómeno se manifiesta en varios niveles. Está el edadismo institucional, que las instituciones aún no reconocen del todo. Luego el edadismo social, que se ve en los amigos y en los medios de comunicación, con esa infantilización de la persona mayor. También existe el edadismo autoinfligido, cuando la persona sénior no cree en sus posibilidades. Eso no es verdad: sirve para todo.
Otro de los grandes temas que usted subraya es el maltrato a las personas mayores.
Así es, el maltrato es la gran pandemia de la sociedad, y es un proceso que se está destapando rápidamente. Hoy en día existen cerca de 4.000 denuncias por maltrato en España. Lo más grave es que el primer agresor suele ser la familia: hijos, hijas, entorno cercano. Después vienen cuidadores, residencias y, más lejos, amigos. Las cifras son claras: el 73% de los abusos se producen en el ámbito familiar; el 14% en residencias; y el resto en otros entornos. Las tipologías más comunes son el maltrato psicológico (32%), el económico (16%, con chantajes), el abandono (13%) y el maltrato físico (12%). Aquí existe un gran silencio de complicidad social e institucional, lo que yo llamo edadismo por omisión.
También ha dicho que los séniors han sido sumisos durante mucho tiempo. ¿Eso está cambiando?
Sí, durante décadas los séniors vivieron en absoluta sumisión social. Yo nací en 1951, y en aquella época el edadismo era una mentira orgánica, establecida, que mantenía a las personas mayores en esa sumisión. Pero ahora algo empieza a cambiar. Cuando publiqué «Senior, la vida que no cesa» en 2023, el objetivo era precisamente generar criterio para debatir. Estamos en el punto cero, pero avanzamos. La longevidad sigue creciendo: antes moríamos a los 60, ahora llegamos a los 100. Por eso es clave también el papel de los cuidadores. Todo el mundo, tarde o temprano, va a necesitar cuidados: a los 80, a los 90 o a los 100. La profesionalidad y el respeto de quienes cuidan será esencial para vencer al edadismo.
A veces relaciona esa longevidad con una oportunidad. ¿Qué hace falta para que lo sea?
Primero, entender que la jubilación es un derecho, no una obligación. La jubilación contemplativa me parece muy bien para quien la quiera, pero también existe la posibilidad de transformarse y dedicarse a aquello que más te gusta. Si antes eras taxista, ahora puedes ser pintor. Entre otras cosas, porque los séniors ya somos más que los bebés de cinco meses y, en 20 años, seremos el doble de las personas de entre 25 y 35. Y esto no es solo un tema de mayores: también afecta a los jóvenes, que sufren edadismo cuando no son contratados o son relegados a sueldos bajos. El edadismo tiene dos puntas: al final y al principio.
¿Qué papel deben tener las instituciones en esta lucha contra el edadismo?
La política tiene que tomar conciencia no solo del valor económico –la silver economy–, sino también del valor del talento y de la vida de las personas mayores. Cataluña, por ejemplo, aún no tiene una ley de la gente mayor. En abril de 2023 entró en trámite parlamentario una propuesta, pero tardará dos años en aprobarse. Mientras tanto, necesitamos una ley que nos ampare o una conciencia social que nos proteja.
Si tuviera que quedarse con una medida urgente para impulsar esta revolución, ¿cuál sería?
La primera medida afectaría a los medios de comunicación. Tienen que difundir un lenguaje de respeto y cambiar la forma de hablar de las personas mayores. La segunda medida es que la persona mayor se lo crea: que entienda que su capacidad intelectual es superior a lo que cree. Y, junto a eso, la profesionalidad y el respeto en los cuidados. Solo así podremos frenar el edadismo criminal en las familias.