Opinión

Y los míos juraron la Bandera

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Una imagen de la bandera nacionalEuropa Press

A estas alturas de mi vida, los míos, los únicos míos, son mi familia y mis amigos. Mi mujer Roser y mis hijos que son el motor de mi existencia. Tres jóvenes de hoy, educados y criados en el mundo en el que vivimos donde valores como honor, lealtad, compañerismo, dispuestos a llevarlos hasta las últimas consecuencias, no son frecuentes. Pero ellos han crecido con un padre al que durante años le veían de vez en cuando vistiendo uniforme militar.

–Pero, papá, ¿no eres abogado y profesor?

–Sí, pero también tengo el privilegio de poder vestir este uniforme porque soy reservista.

Este año en el que los tres son ya mayores de edad sólo tuve que hacer una sugerencia.

–Sí, papá, nos hace ilusión, queremos jurar Bandera.

Y me puse, quién sabe si por última vez, el uniforme, con todas mis condecoraciones: las dos Cruces al Mérito Policial, la Cruz de Plata de la Guardia Civil, la Cruz al Mérito Militar, y me permití el pin no reglamentario que me acredita como Embajador de la Marca Ejército. A mi lado mi jefe en la etapa militar, el Coronel Bruno Alonso, el pecho cargado de medallas, Bruno como un segundo padre para mis hijos especialmente para Pepe. Bruno el guerrillero, el COE, representaba a los otros míos, mis amigos.

Fueron pasando uno a uno, mi mujer con su cabellera rizada al viento y sus inigualables ojos azules; Maribel, el porte, el estilo y la elegancia a sus 21 años; Pepe, mi doble muy mejorado erguido con su planta de futbolista; Irene, alta como su hermana, guapa como su madre y como ella, con esa mirada de mujer de ciencias puras.

Por mi parte, emoción tras emoción, mirada al frente y saludo cuando correspondía, en la cara de Bruno, el Coronel capaz de dormirse el tiempo que quiere cuando quiere y de tumbar a cualquiera de un solo golpe, la emoción se reflejaba más contenida.

Y así fue, mi familia, acompañados de mi amigo y así me lo dijeron mis hijos.

–Papá, ahora entendemos por qué nos decías que vestir el uniforme te obligaba a todo lo que fuera necesario por esa Bandera. Ahora también estamos obligados y nos sentimos orgullosos por eso.

Vi en la cara de mi mujer la expresión del recuerdo de cuando siendo poco mayor que Maribel la metí de lleno en la lucha antiterrorista y las zozobras que eso nos supuso especialmente cuando nacieron nuestros hijos.

Pero así es y así será. Jamás olvidaré el día en el que los míos juraron Bandera.

Estoy seguro que mis hijos llegarán lejos en la vida: son inteligentes, valientes y honestos, como seguro estoy que jamás olvidaran ese día, ni fallarán al juramento.