
Opinión
Neuralink: Cerebro y Silicio
Convertir pulsos eléctricos en recuerdos codificados implicaría descifrar por completo la química sináptica

Desde su fundación en 2016 por Elon Musk, Neuralink ha capturado la imaginación, y la polémica, del mundo científico. Nacida con la ambiciosa meta de conectar el cerebro humano con la inteligencia artificial, la compañía promete restaurar funciones motoras en pacientes con parálisis y, a largo plazo, “fusionar” mente y máquina para mitigar el riesgo de una IA hostil. Sus logros técnicos conviven, sin embargo, con un historial ético turbulento: más de 1.500 animales sacrificados en pruebas que se suman a las denuncias internas por prácticas cuestionables.
El reciente tropiezo clínico de Neuralink, cuando el 85 % de los hilos implantados en el cerebro del voluntario cuadripléjico Noland Arbaugh se desplazaron por falta de cicatrización, no es un fracaso aislado, sino una confirmación de que toda innovación real conlleva riesgo y error. Pese al contratiempo, los avances son indiscutibles: antes del fallo, Arbaugh escribía correos, navegaba por internet y jugaba al ajedrez usando solo su pensamiento. El prototipo de Neuralink abre la puerta a interfaces sin cables para millones de personas con parálisis o ELA.
Pero Musk sueña con ir mucho más lejos. En varias presentaciones ha prometido grabar recuerdos, guardarlos en la nube e incluso descargar la conciencia en un soporte físico alternativo. Una visión que seduce a inversores y tecnófilos por igual, pero que también abre un campo minado de dilemas éticos y legales: ¿quién poseerá esos datos íntimos?, ¿podrán ser manipulados, comercializados o incluso pirateados? La promesa de inmortalidad digital a algunos les sigue sonando más a episodio de Black Mirror que a realidad clínica.
Por ahora, la biología impone cautela. Convertir pulsos eléctricos en recuerdos codificados implicaría descifrar por completo la química sináptica y las dinámicas del cerebro humano, un mapa aún inexplorado. Cada avance, y cada tropiezo, de Neuralink recuerda cuán frágil es la frontera entre la medicina y la ciencia ficción. El reciente fallo por falta de cicatrización es un recordatorio contundente: antes de soñar con “subir” la mente a un disco duro, hay que conseguir que un puñado de electrodos sobreviva durante años en el entorno más complejo y sensible del cuerpo humano. La carrera de Neuralink no ha terminado, pero su camino no será (solo) de silicio: será, inevitablemente, de carne y hueso.
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