Crisis

La semana negra del independentismo: varapalo judicial a la inmersión lingüística y fracaso en la Diada

El TSJC tumbó parte de la inmersión lingüística del catalán y la asistencia al 11 de septiembre cayó a mínimos históricos

GRAFCAT1933. BARCELONA, 11/09/2025.- Varias personas se protegen bajo una carpa de Aliança Catalana de la intensa lluvia que este jueves ha caído en Barcelona y que ha obligado a suspender algunos de los actos previstos para la celebración de la Diada. EFE/Alberto Estévez
La semana negra del independentismoAlberto EstévezAgencia EFE

El independentismo catalán atraviesa un momento crítico. En menos de una semana ha recibido dos golpes que ponen en cuestión las bases sobre las que levantó su relato durante más de una década: la política lingüística y la movilización masiva en las calles. El fallo del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña (TSJC), que tumba buena parte del decreto con el que la Generalitat pretendía blindar el catalán como lengua vehicular casi exclusiva, y la Diada más deslucida en años, con una asistencia mínima y fracturas visibles, dibujan un escenario de declive que incluso los propios actores del movimiento reconocen.

El revés judicial a la inmersión

El TSJC ha anulado once artículos del decreto de régimen lingüístico del sistema educativo, al considerar que generan un «desequilibrio a favor de la lengua catalana» y dejan al castellano en una situación de marginalidad. La sentencia, respaldada por la Fiscalía, advierte que el decreto no garantiza que los alumnos puedan alcanzar un dominio equilibrado de ambas lenguas al final de la enseñanza obligatoria, lo que choca con el artículo 35.2 del Estatuto y el artículo 3 de la Constitución.

El varapalo supone un golpe directo a la bandera que durante décadas ha sido el gran consenso del nacionalismo: la inmersión lingüística, a la cual incluso el PSC se adhiere. No se trata de un detalle técnico ni menor, sino de la enmienda a la totalidad a la estrategia de blindar el catalán en la escuela, presentada como un elemento identitario irrenunciable.

La resolución judicial desmonta además el argumento de que la Generalitat actuaba dentro de la legalidad. El TSJC advierte que las previsiones sobre el castellano son «ínfimas y genéricas» y no establecen mecanismos reales de control. También anula la norma que imponía al catalán como lengua auxiliar en el aprendizaje de idiomas extranjeros y la que fijaba que fuera el idioma de acogida del alumnado recién llegado.

La Diada más floja del procés

La otra gran bofetada llegó con la Diada. Lo que de 2012 a 2018 fue una marea humana de más de un millón de personas, este 11 de septiembre apenas convocó a 28.000 asistentes en Barcelona, según la Guardia Urbana. Un desplome que contrasta con los 115.000 de 2023 y los 70.000 de 2024, confirmando una tendencia imparable a la baja. El recorrido, además, fue corto, sin grandes escenificaciones ni símbolos de unidad, y marcado por la lluvia que obligó a Òmnium a suspender actos. La jornada, lejos de mostrar músculo, retrató a un independentismo apagado, dividido y en busca de una épica perdida.

La propia ANC, que en sus años dorados se convirtió en la locomotora del procés, admitió en su manifiesto que el movimiento «no está donde le gustaría». Una confesión que ilustra la brecha entre la ambición del pasado y la realidad del presente.

División y nuevos actores

Otro de los factores de la desmovilización es la crisis que vive el independentismo a nivel político y a nivel civil. ERC y Junts, que dominaron el Govern durante la década del procés, hoy no suman mayoría en el Parlament y arrastran una base desmovilizada. La falta de estrategia compartida se ha traducido en reproches cruzados, mientras cada formación se parapeta en su propio relato.

La irrupción de Aliança Catalana, de Sílvia Orriols, ha añadido más fragmentación. Su discurso identitario, crítico con lo que denomina «procesismo», conecta con un sector desencantado, pero abre nuevas fisuras, más allá de las clásicas entre ERC y Junts. El presidente de la ANC, Lluís Llach, acusó a Orriols de ir «en contra de los derechos humanos» los días previos a la Diada, preguntado por si invitaban a la líder a las marchas, mientras la líder de AC reivindicó su derecho a estar presente en los actos. Más que un escaparate de unidad, la Diada fue un muestrario de divisiones patentes.

Las encuestas del Centro de Estudios de Opinión confirman la tendencia: solo un 40% de los catalanes apoya hoy la independencia, frente a un 52% que la rechaza. Se trata del mínimo histórico en más de una década, muy lejos del auge del procés cuando el soberanismo rozaba el 50% y movilizaba a millones.

La desconexión entre la euforia de antaño y el presente es evidente. El movimiento ha pasado a ser minoritario, y la épica de 2017 ha dado paso a la resignación de 2025. En este contexto, los principales partidos, ERC y Junts, y entidades, ANC, Òmnium y el Consell de la República, tendrán que buscar una estrategia diferente.