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¿Por qué domesticamos al lobo y no al zorro?

Parece intuitivo que la domesticación del perro benefició a ambos, pero ¿por qué no domesticamos al zorro? ¿Qué habría ocurrido?

Zorro rojo (Vulpes vulpes)
Zorro rojo (Vulpes vulpes)KazCreative Commons

Hemos convertido al perro en el mejor amigo del hombre, y a decir verdad, puede que haya sido un poco “a la fuerza”. La cantidad de razas que existen es absolutamente abrumadora, superando las 300 según algunos registros. Algunas de ellas, como los bulldogs ingleses o los pastores alemanes sufren enfermedades serias debido al aspecto que hemos ido seleccionando a lo largo de las décadas. Problemas respiratorios, lumbares o incluso gota, como en los dálmatas. Sin embargo, aunque no hayan salido muy bien parados, se sospecha que nuestra relación empezó de una manera bien diferente.

Hace al menos 15.000 años, en algún lugar que podría estar en Asia, comenzó la mayor historia de domesticación que ha habido. Es cierto que no conocemos demasiado sobre estos primeros pasos, pero se sospecha que todo empezó como un acuerdo tácito donde los lobos que merodeaban los campamentos humanos conseguían huesos, sobras o algún tributo con el que saciar el hambre. A cambio de esta “ofrenda”, nuestros antepasados se aseguraban una suerte de guardaespaldas, un primer frente contra la presencia de fieras e incluso una forma de controlar a las alimañas. Por supuesto, el lobo no comprendía el trato, él simplemente estaba cerca de la fuente de alimento y, si se aproximaba una amenaza, plantaría cara, sin importarle el ruido que pudiera hacer. Y claro, al humano tampoco le importaban los motivos del lobo, mientras aullaran y permanecieran en vela tenían todo lo que podían buscar.

Sin embargo, no todos los individuos de la manada son iguales. Algunos nacen más altos, otros más corpulentos e igual que los hay ariscos debió de haber un opuesto. Individuos menos temerosos, más mansos y confiados. La proximidad entre lobos y humanos era propicia para que algunos de estos lobos “amables” se acercaran a nosotros. Quizás por empatía o por pura diversión, estos lobos eran más premiados con comida, dándoles una ventaja sobre el resto del clan. Poco a poco, se fue facilitando la reproducción de los lobos más mansos, incorporándolos a los asentamientos humanos e incluso a las casas y de repente… tenemos chihuahuas en bolsos de marca. ¿Qué ha pasado aquí?

Reconstruyamos los hechos

Existen multitud de hipótesis que siguen a las especulaciones de las que hemos hablado. Algunas plantean que en realidad el perro fue domesticado de forma independiente en varios sitios, dando por un lado a los perros occidentales, como el labrador retriever o el pointer, y por otro a los orientales, con su cola rizada y su cara lobuna, como el samoyedo o el akita-inu. Hubo un absurdo periodo de tiempo donde llegó a pensarse que solo los occidentales descendían del lobo (Canis lupus) y que los orientales, por la contra, eran los tátara tátara nietos de los chacales dorados (Canis aureus). Parte de estas dudas se han disipado y los estudios genéticos han revelado que todos los perros descienden de los lobos siendo ambos de la misma especie, Canis lupus. Aunque, si bien tanta selección artificial no ha conseguido convertirlos en una especie propia, sí podrían considerarse una suerte de subespecie (Canis lupus familiaris).

Los misterios en la historia del perro son difíciles de resolver. ¿Cómo acceder a las respuestas? El registro arqueológico nos habla más bien poco sobre cómo fue cambiando su comportamiento, así que ¿cómo podemos enfrentarnos a la pregunta?

La respuesta incluye una de las historias más famosas del estudio del comportamiento animal, que clásicamente es enunciada como sigue. En los años 50, un científico soviético llamado Dmitri Belyaev estaba batallando con la misma pregunta, cuando tuvo una idea. ¿Y si trataba de simular ese proceso de domesticación? Con el lobo hicieron falta miles de años, en parte porque todo ocurrió de forma bastante orgánica hasta hace apenas unos siglo. ¿Podría acelerar él proceso si desde el principio seleccionara solo a individuos más mansos? Solo había una forma de comprobarlo, por lo que Belyaev se puso manos a la obra. Como adquirir una manada de lobos era complicado y su mantenimiento costoso (y posiblemente temerario), el científico decidió apostar por otro cánido más manejable: los zorros.

Un zorro de estar por casa

Concretamente eran zorros plateados, llamados así por ser zorros rojos (Vulpes vulpes) con una variación en su color, mezclando negro y plata. Junto con su mujer, Lyudmilla Trut, Belyaev construyó una granja con el único propósito de cruzar entre sí a los individuos más mansos de cada camada, llamados “élites”. Según cuenta la misma Lyudmilla, solo hicieron falta diez generaciones para que el 18% de los cachorros fueran élites y otras 10 más para ascender ese porcentaje al 35%. Los experimentos continuaron hasta nuestros días con más o menos altibajos. Actualmente un 75% de sus descendientes son élites, aunque Lyudmilla solo conserva seis.

Pero la historia no queda aquí. El estudio de Belyaev y Lyudmilla no solo apunta a que la mansedumbre es en parte heredable, sino que hay rasgos que aparecen heredarse con ella aunque el criador no los esté buscando. A medida que pasaban las generaciones, los cachorros comenzaban a mostrar características extrañas. En primer lugar, su pelaje se oscureció y sobre él terminaron por surgir algunas manchas blancas, sus ojos se aclararon, los colmillos se acortaron e incluso las orejas de doblaron bajo su propio peso. Recordaban notablemente a las diferencias que hay entre el lobo y algunas razas de perro y daban fuerza a quienes defendían la existencia el controvertido “síndome de la domesticación”. Básicamente, este apunta a que determinados rasgos comunes surgen en especies totalmente distintas de mamíferos ante la domesticación. Solo en cautividad, o tras generaciones en ella, hay bóvidos, cabras o caballos con manchas blancas, por ejemplo.

Mechta, el primer zorro domesticado con orejas rizadas.
Mechta, el primer zorro domesticado con orejas rizadas.Dominio Público

Pues bien, así es. al menos, como se suele contar. Sin embargo, hay detalles relevantes que se omiten y podrían cambiar notablemente la historia, derrumbando el trabajo de Belyaev y Lyudmilla.

El secreto de Belyaev

Lo que no se suele contar tanto es que el científico no fue el primero en domesticar zorros, ni mucho menos. De hecho, es importante preguntarnos ¿de dónde consiguió Belyaev a sus zorros? La respuesta no está clara, pero algunos estudios genéticos hechos en 2012 apuntan a que los ascendientes de esos zorros dorados eran nada menos que canadienses. Lo cierto es que suena extraño ¿qué se le ha perdido a un zorro canadiense en la Unión Soviética de los años 50? No obstante, todo comienza a cobrar sentido al visitar el lugar exacto del que estos ejemplares provenían: la Isla del Príncipe Edward.

La historia de esta provincia canadiense no oculta que, durante la mayor parte del siglo XIX contaba con una importantísima producción de piel de zorro plateado. Los ejemplares eran criados en cautividad, seleccionando de vez en cuando a algunas parejas para llevar nuevas generaciones a las granjas. Sin embargo, si buscamos imágenes de aquellos zorros encontraremos algo extraño. Su pelaje no era del todo plateado, era negro, y de hecho eso les granjeaba parte de su fama. Sin quererlo, los granjeros habían seleccionado a los zorros menos problemáticos, los más manejables, presionando a su población de tal modo que, poco a poco, fueran potenciando esta característica.

Ahora sabemos que los más agresivos de distintos animales tienen algo en común, entre otras cosas, producen una alta cantidad de una hormona llamada “cortisol”. El intento de criar zorros o incluso visones mansos se ha asociado a una menor cantidad de cortisol en dichos individuos, pero ¿cómo explica el resto de los rasgos?

En genética hay algo llamado “pleiotropía”, que describe la capacidad de un gen para expresar más de un carácter de su portador. En el caso de los zorros, es posible que los genes relacionados con la mansedumbre o la agresividad tuvieran funciones secundarias controlando estas características físicas. Y quién sabe, se ha visto que estos genes son similares a los que se modifican en perros y visones, por lo que esa pleiotrópía podría ser la explicación de una versión débil del síndrome de la domesticación. Por otro lado, sabemos que los genes maternos y paternos intercambian algunos de sus fragmentos antes de producir óvulos y espermatozoides, haciendo que los genes más próximos en el ADN tengan más posibilidades de acabar juntos tras la “mezcla”. De hecho, que estos cambios genéticos hayan sido medidos refuerza la idea de que las emociones y la personalidad están influenciadas por la biología y que no todo está condicionado por nuestras experiencias. Pero volvamos a nuestros zorros canadienses, porque aquellos granjeros se habían adelantado varias décadas a los científicos soviéticos.

Zorro plateado (Vulpes vulpes) con rasgos propios del supuesto síndrome de la domesticación.
Zorro plateado (Vulpes vulpes) con rasgos propios del supuesto síndrome de la domesticación.Lee Alan DugatkinCreative Commons

Una duda razonable

Sabiendo todo esto, es posible que la codiciada piel de los zorros plateados de la isla los convirtiera en una mercancía para nuevas granjas en otros puntos del mundo, entre ellas en la actual Rusia. Una vez allí existían dos posibilidades: la primera es que los científicos eligieran a los dichos zorros por pura casualidad y la otra que fuera una elección deliberada para acelerar los resultados de su estudio, sabiendo que ya presentaban claros rasgos de domesticación. No sabemos qué ocurrió realmente, pero es importante recordar que Belyae conocía bien a la especie y es difícil pensar que no reparara en los peculiares rasgos de los zorros plateados canadiesnes.

Es más, los ejemplares criados en la Isla del Prínce Edward mostraban manchas blancas en su piel. Teniendo en cuenta que Belyae y Lyudmilla relatan que sus zorros perdieron el color plateado durante las primeras generaciones y que posteriormente surgieron las manchas pálidas, hace dudar de la veracidad de los hechos. Es más, otros rasgos como el acortamiento de los colmillos podría ser perfectamente anterior a la adquisición de los ejemplares. Algo que, de nuevo, podría estar presente desde antes sin que nadie lo considerara relevante como para dejar constancia de ello.

Estos datos, en el mejor de los casos, ponen en tela de juicio uno de los experimentos más sonados de la etología, pero solo al experimento, porque sus conclusiones (excepto por el factor temporal) no se ven necesariamente afectadas. El zorro plateado ha evolucionado bajo la presión selectiva de sus criadores, desarrollando rasgos perrunos que en cierto modo siguen el patrón esperable de un síndrome de la domesticación.

Pero entonces, si el zorro puede ser domesticado como lo fue el perro ¿por qué no lo hicimos? Una vez más, no hay una respuesta clara, pero si una especulación interesante, porque las primeras granjas de zorros surgieron mucho antes del siglo XIX. Para encontrarlas nos tendríamos que remontar, al menos, a la edad del hierro. Por aquel entonces, la población de las islas Orcadas (un archipiélago al norte de Escocia) ya tenía rudimentarias granjas de producción de piel de zorro rojo. En sus asentamientos se han encontrado huesos de zorro con signos de haber sido desollados en vida, representando una perturbadora imagen que nos hace intuir el motivo por el que su domesticación no se llevó nunca un paso más allá, como la de sus parientes los perros. El valor de los lobos dependía de que permanecieran vivos, el de los zorros estaba en su piel.

Por supuesto, ahora existen criaderos de zorros que los venden como mascotas. No obstante, no se trata de animales propiamente domesticados, lo cual implica una modificación biológica en el animal a través de una presión selectiva a lo largo de generaciones, como hemos visto. Se trata de individuos domados, acostumbrados a la presencia humana gracias a ejercicios y rutinas que les han condicionado desde cachorros. En cualquier caso, estos criaderos son solo un principio, una nueva moda que poco a poco podría degenerar. Seleccionando los rasgos más afables hasta que paulatinamente, prime obtener anatomías imposibles por encima del bienestar del animal. Hay mucho que desconocemos todavía sobre la historia del perro, pero sabemos lo suficiente como para evitar que el zorro siga su mismo camino.

Estatua en conmemoración al doctor Belyuae sentado en un banco con uno de sus zorros domesticados
Estatua en conmemoración al doctor Belyuae sentado en un banco con uno de sus zorros domesticadosSirozhaCreative Commons

QUE NO TE LA CUELEN:

  • Existe controversia sobre si la hipótesis del síndrome de la domesticación es cierta o no. Aunque hay algunas críticas importantes, las evidencias son sorprendentes y plantean que, aunque deba definirse de otro modo, existe cierta correlación pleitrópica en los genes relacionados con la mansedumbre de distintos mamíferos. Otro ejemplo del supuesto síndrome de la domesticación en los zorros soviéticos fue que en algunos casos su cola se rizó, como ocurre con ciertos perros o incluso con el cerdo, cosa que no presentan ni lobos ni jabalíes.

REFERENCIAS: