Animales
La langosta, uno de los animales más letales del planeta
Las langostas arrasan África en plena crisis del COVID-19 y no se descarta que lleguen a España. Pero, para luchar contra ellas, primero tenemos que conocerlas.
La naturaleza es engañosa. Si pensamos en animales peligrosos nos vendrán a la mente grandes fieras como el león, o un oso grizzly. Con suerte puede que imaginemos una víbora, pero difícilmente reparemos en algo más pequeño. Sin embargo, ¿qué manada de leones ha causado pérdidas de cientos de millones de euros? ¿Qué oso es capaz de acabar con las plantaciones de todo un país? ¿Qué serpiente puede cruzar el océano para extenderse por nuevos continentes? A veces, los animales más peligrosos no tienen largos colmillos, veneno ni poderosas garras. En ocasiones tan solo tienen hambre, muchísima hambre y así son las langostas.
Hablamos de un ser de tan solo 2 gramos de peso, pero capaz de reunirse por miles de millones. Tan solo en un kilómetro cuadrado pueden congregarse 150 millones de langostas, una cantidad ridícula si pensamos que algunos de sus enjambres son capaces de cubrir no uno, ni dos, sino docenas de kilómetros cuadrados. Nubes que ensombrecen el suelo a su paso dejando tan solo tierra quemada.
La desgracia que precede a la tormenta
La Biblia y el Corán hablan de descomunales plagas de estos animales. Aristóteles, incluso, las culpa de propagar epidemias a través de los millones de cadáveres que dejan al morir. Pero ¿cómo pueden organizarse de este modo? ¿Qué hace que un puñado de langostas exploten demográficamente?
Lo cierto es que esta peculiaridad es la más une a todas las especies que popularmente llamamos langostas, una impresionante tendencia a agruparse por millones. De hecho, muchas veces se definen como los miembros de la familia Acrididae capaces de cambiar su comportamiento e incluso su aspecto cuando se juntan en grandes grupos. Es más, se dice que estas especies pasan por dos fases distintas de un ciclo con sus fases intermedias: la solitaria, la transiens congregans (la fase intermedia), la gregaria, la transiens dissocians (otra fase intermedia) y de vuelta a la solitaria. Los cambios por los que pasa no son leves, mientras que la fase solitaria rehuye de otros ejemplares de su especie, la gregaria los busca activamente, adelgaza, se tiñe de negro y amarillo, alcanza antes la fertilidad, pero se vuelve menos fecunda. Aunque el cambio más relevante es que su metabolismo se acelera convirtiéndola en máquina de devorar.
Por suerte, no es tan fácil que se reúnan suficientes langostas. Todo depende de los recursos que tengan a su disposición. Por lo general las poblaciones animales se encuentran en un llamado “equilibrio inestable”. No siempre tienen los mismos individuos, pero se autorregulan en función del alimento y otros factores en torno a un número más o menos estable. Cuando en una generación hay demasiados, se producen hambrunas que reducen a la población, haciendo que vuelvan a tener un excedente de comida y vuelvan a multiplicarse hasta agotar nuevamente los recursos.
Por lo general un puñado de langostas aquí y allá van alimentándose, reduciendo la cantidad de alimento disponible y limitando la expansión de las que vengan tras ellas. Así, las langostas se limitan a sí mismas el crecimiento. El problema está cuando una sequía o algún evento extremo acaba de golpe con una enorme parte de las plantaciones y poco después, la lluvia riega los campos recuperando de golpe gran parte de la vegetación.
De repente las “pocas” langostas supervivientes a la hambruna se encuentran con más comida que nunca, tanta que la población crece sin que una escasez de alimentos pueda detenerla a tiempo. En un abrir y cerrar de ojos, una desgracia ha dado paso a otra y los ejemplares ya son millones. Ahora han de construir a su ejército.
Una nube viva
¿Cómo pueden coordinarse tantas langostas juntas? No se trata de un animal especialmente inteligente o que tenga consciencia de sí mismo, así que tras el comportamiento de una mente colmena como esta suelen encontrarse principios muy básicos. Apenas un puñado de normas capaces de organizar a bancos de peces, bandadas de estorninos o a la temida marabunta. Con las langostas todo comienza de forma bastante automática: con el hacinamiento.
Cuando la población crece lo suficiente, la densidad de individuos es tal que se les vuelve difícil moverse sin chocar con sus compañeras. Al saltar, se golpean entre sí y tan solo hace falta entre dos y cuatro horas con estas condiciones, para que los impactos en sus patas estimulen una cadena de ganglios nerviosos situada en su tórax. Esto a su vez producirá la liberación de serotonina, una molécula que será la responsable de todos los cambios en su aspecto y sobre todo de su comportamiento.
Con la serotonina por las nubes la langosta ya no busca huir de sus iguales, sino que se mantiene tan cerca como le es posible. No obstante, estar cerca no significa apretujarse de cualquier forma. La langosta en su fase gregaria ha de mantener los ojos bien abiertos. Si se descuida mostrando su costado, se convierte en un blanco fácil para sus compañeras, cuya voracidad no encuentra su límite en la vegetación. Así es, las langostas son caníbales y no pueden fiarse de nadie.
Puede que esto parezca apoco más que una anécdota, pero explica precisamente cómo consiguen formar enjambres tan coordinados. Si fueras una langosta en fase gregaria y una bandada entera se dirigiera hacia ti, tendrías que unirte a ellas dándoles la cabeza o el abdomen, pero nunca el perfil. Una vez dentro del enjambre, si quienes te rodean giran repentinamente a la derecha, tú tendrás que hacer lo propio cuanto antes, para evitar desalinearte del regimiento, lo cual te volvería un apetitoso bocado.
Bajo esta premisa se han creado modelos informáticos simulando el movimiento de grandes masas de langostas y el resultado ha sido sorprendente. Con tres ejemplares en fase gregaria ya se ven comportamientos coordinados, y a medida que se añaden más y más, los movimientos se vuelven más constante. Digamos que es más difícil que cambien repentinamente de dirección. Si las langostas que van en cabeza aterrizan, el resto seguirán sus pasos, si avanzan lo harán en la misma dirección, y si despegan abandonarán el suelo como una ola de millones de cuerpos. No hace falta más para crear esos comportamientos de bandada que, en inglés, reciben el evocador nombre de murmurations.
La guerra de la langosta
Después de escuchar todo esto es normal sentir desánimo. Las langostas son pequeñas resistentes y muy numerosas, haciendo de ellas un enemigo difícil de batir. El fuego de metralla no hace gran cosa y los pesticidas, aunque funcionan, tienen un gran impacto en otras especies de insectos necesarias para la agricultura y su pérdida puede suponer un desastre económico. Por suerte y por desgracia, sus estragos son tales que han unido muchos esfuerzos durante los últimos años y a falta de una solución existen varias. Algunas más acertadas y otras menos.
Por ejemplo, es posible que hayas escuchado recientemente que China piensa enviar 100.000 patos a Pakistán para luchar contra la plaga de langostas que están sufriendo. Según indican, cada pato consume unas 200 langostas al día, por lo que podrían alimentarse de 20 millones diarios si tienen mucha suerte. Estos mecanismos de control biológico están más extendidos de lo que parece, sin embargo, tienen varios problemas. En primer lugar, los patos también se alimentarán de otros insectos, dañándoles igual que los insecticidas. Sumado a esto, ha de tenerse en cuenta que 100.000 patos suponen un impacto descomunal en el medio ambiente. En tercer lugar, tantísimas aves podrían volverse en cierto modo un nuevo tipo de plaga, menos destructiva, pero igualmente dañina para el ecosistema.
Posiblemente, la forma más sofisticada de abordar el problema esté en el uso de un hongo. El músculo verde (Metarhizium acridum) Puede liberarse en grandes cantidades sobre los enjambres de langostas y sus resultados son visibles en menos de una semana. En ese tiempo, el hongo se habrá adherido al exoesqueleto de las langostas, creciendo sobre y por dentro de ellas hasta producirles la muerte. Por si fuera poco, este biopesticida se contagia de una langosta a otra, de tal modo que se abarata mucho su administración.
Otra opción de la que se habla bastante poco tiene que ver precisamente con la forma en que se coordinan. Resulta que las langostas son especialmente sensibles a estímulos externos. Esto es, las turbulencias del aire pueden romper la formación con facilidad y hacer que les cueste volver a sincronizarse, haciéndolas volar en distintas direcciones. Se cree que utilizando aviones, helicópteros o drones en un vuelo bajo sobre los enjambres, podríamos dividirlos y así volverlos más gestionables.
Desgraciadamente, todo esto resulta caro para algunos de los países más azotados por las langostas. Por eso, se ven forzados a aplicar medidas más radicales, como quemar grandes extensiones de tierra creando zonas de exclusión. De ese modo, las langostas tendrán más problemas para encontrar comida y empezarán a morir. No obstante, la langosta viaja kilómetros si es necesario para alimentarse, cruzando grandes extensiones de tierra durante el día y descansando cuando comienza a anochecer. Si tienen suerte y encuentran al enjambre cuando todavía está formado por ninfas (las crías) puedes aprovechar su falta de alas para capturarlas cavando zanjas. No obstante, estas medidas son insuficientes para controlar a los enjambres más grandes.
Por eso, por lo caras, agresivas o ineficientes que son las medidas existentes, la mejor forma de luchar contra las langostas es mediante la prevención. Han existido incluso centros de investigación anti-langostas que se dedican a estudiar dónde se encuentran los enjambres en sus fases más iniciales, cómo se mueven y cómo se espera les afecten las previsiones meteorológicas. Actuar cuanto antes es la única forma que conocemos de evitar el desastre económico y sanitario que suponen los enjambres. Cientos de millones de saltamontes de no más de dos gramos que desnudan la tierra y se comportan como un único y titánico ser, invocadores de la desnutrición y la pobreza. Este es el monstruo contra el que luchamos. Sin duda, uno de los animales más letales del planeta.
QUE NO TE LA CUELEN:
- Aunque el nombre popular es igual, no debemos confundir a las langostas de las que hemos hablado (Acrididae) con los crustáceos del mismo nombre, ya se llamen langostas (Palinuridae) o langosta americana (Nephropidae). Estas segundas no son plagas, por desgracia para los marisqueros.
- Aunque se dice que las langostas migran e incluso existe una especie llamada Locusta migratoria en realidad esto es inexacto. Las migraciones en animales son movimientos periódicos (por ejemplo, con el cambio de estación) y siguen unas rutas. Las langostas vagan en busca de alimento a lo largo de grandes distancias, pero estrictamente no migran.
- Ahora mismo las plagas de langosta son muy raras en nuestro país, aunque ha habido y puede volver a haber en cualquier momento. Sin embargo, el cambio climático irá transformando nuestra temperatura y humedad, haciéndonos más propensos a acoger a estos insectos.
- Aunque las langostas se reproducen en enormes cantidades, solo depositan los huevos una vez al año.
REFERENCIAS (MLA):
- Rogers S. Mechanosensory-induced behavioural gregarization in the desert locust Schistocerca gregaria. Journal of Experimental Biology. 2003;206(22):3991-4002. doi:10.1242/jeb.00648
- Anstey M, Rogers S, Ott S, Burrows M, Simpson S. Serotonin Mediates Behavioral Gregarization Underlying Swarm Formation in Desert Locusts. Science. 2009;323(5914):627-630. doi:10.1126/science.1165939
- Richards O, Davies R, Isern Arús J. Tratado De Entomología Imms. Barcelona: Omega; 1984.
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