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La mosca cojonera existe y “amamanta” a sus crías

¿Debemos seguir hablando de las maravillas de la ciencia cuando la profesión investigadora está en crisis?

Hembra de Pseudolynchia canariensis
Hembra de Pseudolynchia canariensisJonRichfieldCreative Commons

Es curioso como engañan algunas expresiones. Tener la mosca detrás de la oreja no es que haya un insecto zumbándote tras el pabellón auditivo. La mosca de la que hablan es la mecha de un arcabuz colocada como un lápiz de carpintero. Era un buen lugar para tenerla a mano en caso de que creyéramos posible que hubiera algún peligro acechante. A eso de la mosca cojonera le pasa algo parecido.

Las moscas son bastante molestas cuando vuelan cerca de nuestra cara, o se posan insistentemente en nuestro cuerpo. Teniendo esto en cuenta es normal que asumamos que una mosca cojonera no es más que una mosca de toda la vida que, con su actitud, nos toca los mismísimos. No obstante, esto es completamente falso. “Mosca cojonera” es el nombre popular que recibe un insecto de lo más extraño e inquietante. Una mosca, sí, pero que poco se parece a las que estamos acostumbrados a ver.

¿Hay un insecto qué…? Casi seguro que sí

Solemos estar bastante engañados. Miramos a nuestro alrededor y vemos una enorme variedad de formas y tamaños de mamíferos. Poco tiene que ver un perro y una jirafa. El problema es que estamos acostumbrados a verlos y a detectar en ellos diferencias. Sin embargo, pasamos por alto la desmesurada biodiversidad de aves, reptiles, anfibios y peces que existe. Una calandria y un avestruz no son más iguales que un tigre y una chinchilla. Pues en el mundo de los insectos esta biodiversidad se dispara incluso más.

Tal vez, a simple vista nos parezca que una hormiga y una chicharra son parientes cercanos, y estaremos muy equivocados. Son seres tremendamente variados y que se han adaptado a casi tantos estilos de vida como pueden existir, cubriendo el planeta de polo a polo, dominando prados, montañas y mares. Con tal diversidad podríamos decir que si la pregunta empieza por “¿Existe un insecto que… " La respuesta será, indefectiblemente: sí, por supuesto.

Por ejemplo ¿existe algún insecto que de a luz a crías vivas en lugar de huevos? Sí, por supuesto. ¿Y que produzca leche para alimentarlas? Sí, existe. ¿Y que haya adaptado su forma para hacerse tan plano y con patas tan fuertes que pueda vivir bajo las plumas de los pájaros alimentándose de su sangre? También, por extraña y concreta que sea la pregunta, la respuesta es “sí”, y esas tres cosas suceden en el mismo insecto, Pseudolynchia canariensis, la mosca cojonera.

Una vida en movimiento

La Pseudolynchia canariensis es del orden de los dípteros, como los mosquitos, los tábanos y las moscas. Esta es su verdadera relación con las clásicas moscas que todos tenemos en casa, porque, dentro de ese orden, la familia a la que pertenece es Hippoboscidae, que comprende a las llamadas moscas parásitas. Básicamente se trata de dípteros que se han adaptado a vivir sobre otros animales más grandes, ya sean aves o mamíferos, y se alimentan de ellos. Para conseguirlo tuvieron que pasar por unos cuantos cambios que les han dado un aspecto de pesadilla. Por un lado, algunas de ellas han perdido las alas, otras las conservan como apenas vestigios, y el resto, si bien cuentan con un par funcional, solo las usan para saltar de un huésped a otro.

Ejemplar de Crataerhina pallida
Ejemplar de Crataerhina pallidaWolfgang KairatCreative Commons

Otra adaptación consistió en pegarse a su huésped todo lo posible para ofrecer menos resistencia al aire y colarse bajo las plumas. Su cuerpo se volvió plano y ancho, sus alas se doblaron una sobre la otra y las patas se abrieron al máximo, espatarrándose. Esas mismas extremidades también tuvieron que volverse mucho más fuertes, capaces de asirse con enorme fuerza a un animal que, no solo iba a estar en continuo movimiento, sino que trataría de espulgarse tan pronto como notara su presencia.

Ejemplar de Pseudolynchia canariensis
Ejemplar de Pseudolynchia canariensisJonRichfieldCreative Commons

Junto con esto, desarrollaron una probóscide larga con la que alimentarse de sus víctimas. Formada por varias piezas capaces de cortar y aspirar la sangre del huésped que parasitan. Es curioso que, a su vez, este parásito puede ser parasitado por ácaros, como si se tratara de otro demencial giro de tuerca de una película demasiado enrevesada.

No obstante, su adaptación más extraña tenga que ver, posiblemente, con la reproducción. A diferencia de la mayoría de los insectos, la hembra no deposita los huevos a la intemperie ni crea nidos para ellos. Ella es su nido, concretamente su útero lo es. Es lo que se conoce como un organismo ovovivíparo. Los huevos existen, no hay placenta, por lo que en ese aspecto podríamos decir que es ovíparo, como las gallinas. No obstante, el huevo no sale de su interior hasta que eclosiona, por lo que pare crías vivas como un organismo vivíparo.

Pero hay más, porque tras eclosionar, las larvas no abandonan inmediatamente a su madre, sino que se quedan durante un tiempo en su interior, alimentándose de una suerte de leche que esta produce. Es, en cierto modo, como si las amamantara hasta que pudieran enfrentarse al mundo. Ya medianamente desarrolladas, las larvas salen de su madre, que en el caso de Pseudolynchia canariensis las deposita cerca de los nidos de palomas, en lugares relativamente sucios donde las larvas puedan encontrar alimento hasta convertirse en pupas para hacer la metamorfosis. Poco después emergerán de la pupa convertidas en verdaderas y genuinas moscas cojoneras.

De hecho, este es uno de los muchos motivos por los que conviene mantener limpios los palomares. Y no solo porque nos pueda dar cierta aprensión imaginar a ese ser de aspecto alienígena trepando por nuestra pierna, sino porque son vectores de multitud de enfermedades. Hay que entender que se tratan de ectoparásitos, lo cual significa que parasitan el exterior de los organismos, a diferencia de, por ejemplo, una tenia. Muchos ectoparásitos suelen alimentarse de la sangre de sus huéspedes, como los mosquitos, los piojos y las garrapatas. Cuando estos parásitos viajan de un huésped a otro, como es el caso de la mosca cojonera, es como si dos sujetos compartieran la misma jeringuilla tras sacarse sangre. Es muy probable que las infecciones que tuviera uno pasen al otro.

Este medio de transporte de infecciones entre organismos es lo que se conoce en epidemiología como “vector” y supone un verdadero problema. Entre otras enfermedades, la mosca cojonera es portadora de la malaria aviar, que no es especialmente apreciada por los practicantes de la colombofilia. Así que, después de todo y por apasionante que sea la vida y obra de la mosca cojonera, parece que hace honor a la expresión. Su presencia no parece ni agradable ni sosegada y casi hace que nos alegremos de que nuestras moscas, por muy moscas cojoneras que sean, no sean las de verdad.

QUE NO TE LA CUELEN:

  • Las moscas cojoneras no parasitan a seres humanos, no están preparadas para ello y mientras nos mantengamos separados no habrá peligro alguno.

REFERENCIAS (MLA):