Ciencia
Las medusas se reproducen por “sexo oral”
Las medusas pueden parecer simples pero su vida está muy lejos de serlo.
No solemos reparar en ellas. Olvidamos con facilidad que son animales e incluso que existen, y sin embargo, llevan cientos de millones de años cruzando los océanos como fantasmas de gelatina. Y si te consideras la excepción, si piensas que tú sí que tienes presente a estos fósiles vivientes, dime: ¿Cómo nace una medusa?
Piénsalo dos veces antes de responder, porque según cómo queramos verlo cada medusa nace una vez, pero se transforma tanto que bien podría decirse que renace a mitad de su vida. No te preguntamos si surgen de huevos o del vientre de una madre medusa, te preguntamos por su infancia, por todas las fases que atraviesa y cuya complejidad es tan fantasiosa que bien podrían haber sido sacadas de un cuento de ciencia ficción. Hablemos de los racimos de crías de medusa, de sus larvas y de cómo llegan a ser lo que son.
Fecundación por vía oral
Ante que nada, otra confusión frecuente al hablar de medusas es asumir que son todas iguales. Lo cierto es que no solo existen multitud de especies, sino que algunas de ellas son genéticamente tan distintas entre sí como nosotros de una estrella de mar. Así pues, cada una tiene su ciclo vital, y aunque comparten muchas características hay pequeñas y grandes diferencias que se dejan otear desde el principio de nuestra historia.
La forma más frecuente en que empieza la vida de una medusa es, posiblemente, la menos épica. Machos y hembras vierten al mar sus gametos, ya sean espermatozoides u óvulos. Por lo general lo hacen en un mismo momento del día, bajo determinadas condiciones de luz y bien juntos entre sí, para que haya más posibilidades de que, con tanto esperma y óvulos, estos no se encuentren por pura mala fortuna. Es una estrategia parecida a la que utilizan sus primos los corales, así como otros animales mucho más “modernos”, como los peces. En todo caso, podemos sorprendernos ante el hecho de que algunas especies de medusas son hermafroditas, con lo que un mismo ejemplar puede bañarse entre sus propios óvulos y espermatozoides, fecundándose a sí mismo. Pero unas pocas especies hacen algo mucho más llamativo.
En lugar de fecundarse de forma externa, los espermatozoides de estas medusas viajan hasta la “boca” de la hembra, se introducen en ella y allí dentro fertilizan los óvulos. Los cuales se desarrollarán en su interior hasta que nacen las larvas e incluso un poco más. Otras especies, como las medusas comunes (Aurelia aurita) protegen sus huevos en sus tentáculos, los cuales forman cavidades que se ensanchan tras el nacimiento de las larvas para darles cobijo durante un tiempo. Como ves, de sencillo tiene poco, y eso que no hemos hecho nada más que empezar, porque esa larva tiene que convertirse todavía en un pólipo.
Un racimo de medusas
La forma de las larvas también es variada, pero muchas tienen el aspecto de diminutas avellanas cuya superficie está plagada de protuberancias filamentosas que recuerdan a pelos. Algunas se arrastran, otras se las apañan para nadar, mayormente empujadas por corrientes de agua que no controlan. Sea como fuere, lo que la larva necesita es crecer un poco y encontrar un lugar donde echar el ancla. Así es como comienza su transformación, tras fijarse a una roca, un coral u alguna otra estructura dura y estable, su cuerpo empieza a cambiar. Lo que antes era una avellana ahora se vuelve una especie de vasija de barro, abombada por los lados, pero con la boca muy estrecha.
La forma de estos pólipos de medusa recuerda, y con razón, a los pólipos de otras especies del filo de los cnidarios, como los corales, que también pasan por una fase larvaria antes de transformarse en pólipos, capaces de captar alimento del medio usando sus tentáculos, sin tener que moverse. La gran diferencia es que, en el caso de las medusas, el pólipo crece, y crece hasta tener el cuerpo suficiente como para hacer algo realmente extraño llamado estrobilación.
Volvamos a pensar en el pólipo como una vasija de barro. Imaginemos ahora que, mientras gira el torno, comenzamos a apretarlo por los lados para que se alargue. Pero no solo eso, cogeremos un hilo bien resistente y rodearemos con él la vasija, apretándola dentro de una lazada y repitiendo esto varias veces a lo largo de toda la pieza. Lo que conseguiremos es una especie de ánfora llena de estrías que poco a poco se harán más profundas hasta convertir la vasija en una torre de discos colocados uno sobre otros, como los platos apilados en una alacena. Pues bien, cada uno de esos discos es en realidad una pequeña medusa.
Estos se seguirán separando y desarrollando tentáculos en sus bordes, para, finalmente, soltarse, liberando a una medusa de apenas unos milímetros, pero que ya podemos más o menos reconocer por su forma. Este proceso es, en realidad, una forma de reproducción asexual, donde el pólipo, por gemación, produce nuevas medusas idénticas. Por eso, según cómo queramos valorarlo, podemos pensar que este momento es un segundo nacimiento.
Una segunda vida
Aunque solo sea poéticamente, las medusas parecen encadenar dos vidas, la vida de la larva, que va del huevo al pólipo, y la de la medusa, que va desde el pólipo hasta que muere de verdad. Porque esos pequeños discos tentaculares que se acaban de independizar todavía tienen muchísima vida por delante. De hecho, hay quien diría que es la vida más interesante, porque es donde se convierte en máquinas de reproducirse sexualmente, en medusas hechas y derechas. Deberán madurar y, sobre todo, crecer en tamaño. Aquellas medusas inmaduras de apenas unos milímetros tendrán que alimentarse como descosidas para desarrollarse en todo su esplendor, sobre todo teniendo en cuenta que algunas especies son francamente grandes.
De hecho, la medusa melena de león ártica (Cyanea capillata) no es solo la medusa más grande del mundo, sino el animal más descomunal que existe ahora mismo en nuestro planeta. El mayor ejemplar encontrado fue avisado en una playa de Massachusetts durante 1870. Su diámetro superaba la altura de una persona, teniendo una umbrela de más de dos metros, pero sus tentáculos alcanzaban una longitud muchísimo mayor, en torno a los 37 metros.
Así es la vida de una medusa, desde sus primeros pasos hasta que muere. Una historia mucho más enrevesada de lo que podía parecer a simple vista y que nos muestra la espectacular sofisticación de esos espectros de agua salada. No solo son elegantes por su aparente sencillez, sino modestas por ocultar tras ella una complejidad apabullante.
QUE NO TE LA CUELEN:
- Las medusas son animales y parientes de los corales, perteneciendo ambos al filo de los cnidarios. Cuentan con un rudimentario sistema nervioso y se reproducen de forma sexual.
- A diferencia de lo que pueda parecer por la famosa serie de dibujos animados Bob Esponja, las medusas no zumban ni polinizan flores.
REFERENCIAS (MLA):
- Collins, A. G. “Phylogeny Of Medusozoa And The Evolution Of Cnidarian Life Cycles”. Journal Of Evolutionary Biology, vol 15, no. 3, 2002, pp. 418-432. Wiley, doi:10.1046/j.1420-9101.2002.00403.x. Accessed 27 Aug 2020.
- Kienberger, Karen et al. “First Description Of The Life Cycle Of The Jellyfish Rhizostoma Luteum (Scyphozoa: Rhizostomeae)”. PLOS ONE, vol 13, no. 8, 2018, p. e0202093. Public Library Of Science (Plos), doi:10.1371/journal.pone.0202093. Accessed 27 Aug 2020.
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