Animales
Científicos crean un dúo de monos percusionistas para cuestionar lo que creíamos sobre nuestro sentido del ritmo
Hasta ahora pensábamos que el sentido del ritmo estaba reservado para animales con habilidades vocales complejas, pero nuestra predisposición puede ser muy anterior
Solemos pensar que los humanos somos animales físicamente desvalidos, que solo destacamos por nuestra inteligencia y sus productos, como el lenguaje o la ciencia. Sin embargo, va siendo hora de quitarnos esa carga y reconocer que tenemos una agudeza visual muy superior a la de la mayoría de los mamíferos, que somos los reyes de caminar largas distancias y que nadie baila como nosotros… o casi. Posiblemente hayas visto vídeos de pájaros moviéndose al ritmo de la música y perros que… bueno, que lo intentan con cómicos resultados. La diferencia entre ellos es que los perros responden al sonido, sin importar el ritmo de la canción y, aunque hay animales que se desmarcan de su especie y muestran habilidades rítmicas sorprendentes (como era el caso del león marino Ronan) la norma es que parezcan tener dos pies izquierdos.
Lo que hacemos nosotros y algunas especies de aves no tiene parangón en el reino animal y, hasta ahora, pensábamos que debía guardar alguna relación con el aprendizaje vocal. Porque, si hay otra cosa que compartimos con las aves, es la complejidad de nuestra comunicación vocal. Aprender la colección de sonidos, su orden y el ritmo no son tarea fácil y, aunque hay cierto componente innato, incluso en las aves podemos ver que otra parte la aprenden por imitación. ¿Podría ser esa la clave de nuestra hegemonía dancística? Eso pensábamos… hasta que hemos creado un dúo de monos percusionistas.
Dos monos
El estudio ha sido realizado por investigadores de la Universidad de Princeton y la Universidad Nacional Autónoma de México. Aunque parezca una broma, es real, y lo han publicado recientemente en la revista Science con un título lo dice todo “Los monos tienen ritmo”. La idea es sencilla: ¿y si otras especies que carecen del grado de aprendizaje vocal que vemos en humanos y en aves pudieran aprender a seguir el ritmo? ¿Y si no fueran casos aislados de individuos especialmente dotados? Eso socavaría la idea de que el aprendizaje vocal explique, por sí solo, nuestra habilidad dancística. En ese caso, sería una característica que podría contribuir, pero no sería ni necesaria ni suficiente.
Así pues, los investigadores decidieron entrenar a dos macacos para que percutieran al ritmo de la música. Para ello, empezaron a entrenarlos de forma independiente con la ayuda de un metrónomo y, una vez lograron seguir su ritmo, decidieron subir la apuesta. ¿Serían capaz de aislar y marcar correctamente el ritmo de canciones reales? La diferencia entre la complejidad del primer experimento y la del segundo es notable, pero sorprendentemente, los macacos terminaron aprendiendo a percutir siguiendo el ritmo de tres canciones diferentes (a cambio de una recompensa, por supuesto). El ritmo de golpeo era consistente, pero los investigadores todavía no estaban satisfechos. Ahora que comprendían lo que se esperaba de ellos… ¿podrían marcar el ritmo en canciones que no habían escuchado antes? La respuesta fue un rotundo sí, pero los expertos todavía no estaban conformes. ¿Y si era solo un reflejo? ¿Y si eran buenos aislando el ritmo, sabían identificarlo con el ritmo de las canciones que sí habían aprendido, y simplemente percutían como habían aprendido a hacerlo?
Otra vuelta de tuerca
Dicho de otra forma: ¿habría alguna diferencia si les hubieran enseñado que con el ritmo 1 tenían que dar palmas con las manos y con el 2 palmas con los pies? ¿Asociaban dos estímulos que para ellos no guardaban una relación lógica? ¿O sentían una conexión entre el ritmo de la música y el ritmo que marcaban ellos? Por suerte, había una forma de comprobarlo. Los investigadores decidieron editar la música para cambiar su tempo y, en lugar de mantener el que conocían, los macacos lograron seguir el nuevo ritmo. Podríamos considerar que el experimento había sido un éxito… pero los investigadores no estaban tan confiados. Y es que, a pesar de lo tentador que resulte sacar conclusiones, este tipo de estudios abordan temas realmente complejos y debemos andar con cautela cuando interpretamos sus resultados.
De hecho, los autores del estudio han querido subrayar que las habilidades que observaron no son comportamientos naturales: fueron condicionados mediante recompensas extrínsecas, no las aparentemente intrínsecas que experimentan los humanos cuando siguen ritmos musicales. Y, aunque nos pese, eso es una limitación importante en el propio diseño experimental, porque un comportamiento que ha sido condicionado puede no ser equivalente a un comportamiento que emerge espontáneamente. La investigación científica existe siempre en esa tensión, al menos en las ciencias fácticas. Necesitamos modelar la realidad con suficiente rigor como para que sigamos estudiándola a ella, y no nuestras fantasías, pero con la suficiente simplicidad para que podamos abordarla. Esa es su principal dificultad.
REFERENCIAS (MLA):
- En general, siempre que intentamos sentirnos especiales dentro del reino animal, descubrimos algo que nos devuelve la modestia o que, al menos, debería devolvérnosla. Porque, aunque destacamos en unas cuantas habilidades, no somos más únicos que otras especies y tenemos que encontrar nuestro lugar en la naturaleza en un punto que, ni nos erija sobre el resto de la creación, ni diluya nuestras particularidades.
QUE NO TE LA CUELEN:
- Rajendran, Vani, et al. “Monkeys Have Rhythm.” Science, 27 Nov. 2025, doi:10.1126/science.adp5220.