Cuántica
Este descubrimiento obliga a reescribir los libros de física: así se crea la materia que se mueve eternamente
Un descubrimiento en Viena da la vuelta a la física cuántica al demostrar que un fenómeno, hasta ahora considerado un obstáculo, es en realidad la clave para estabilizar los enigmáticos cristales de tiempo,
Lo que hasta ahora se consideraba un obstáculo insalvable para la creación de uno de los estados más extraños de la materia ha resultado ser, en realidad, su principal aliado. Un equipo de físicos de la Universidad Técnica de Viena, en Austria, ha dado un vuelco a las suposiciones previas sobre los cristales de tiempo al demostrar que las interacciones cuánticas, lejos de desestabilizarlos, son precisamente las que les otorgan la robustez necesaria para existir. Este hallazgo redefine por completo la comprensión de estos enigmáticos sistemas.
De hecho, la comunidad científica creía que las correlaciones cuánticas —esa misteriosa y casi instantánea conexión que se establece entre partículas— eran un obstáculo para su estabilidad. La teoría dominante sostenía que estas interacciones generarían un desorden inevitable, disipando con rapidez cualquier patrón rítmico autosostenido que pudiera surgir y, por tanto, impidiendo la formación de un cristal de tiempo estable.
Sin embargo, fue durante la observación de un complejo sistema experimental donde saltó la sorpresa. Los investigadores analizaron una red bidimensional de partículas sujetas mediante rayos láser y descubrieron que las interconexiones cuánticas no solo no generaban caos, sino que promovían activamente la aparición de un patrón oscilatorio periódico, tal y como han publicado en SciTechDaily, demostrando ser la clave de su formación.
De obstáculo a pilar fundamental
En este nuevo marco, los cristales de tiempo se revelan como un estado de la materia aún más fascinante. Se trata de un sistema cuántico cuyo comportamiento periódico, como el tictac de un reloj, no necesita ningún aporte energético externo para mantenerse. Su movimiento se repite en el tiempo de forma indefinida, desafiando por completo la intuición y las leyes de la termodinámica más convencionales.
Por tanto, las implicaciones de este descubrimiento son dobles y de una enorme relevancia. Por un lado, permite ahondar en la física fundamental de los sistemas cuánticos de muchos cuerpos, uno de los campos más complejos y prometedores de la ciencia actual. Por otro, abre un abanico de aplicaciones futuras que podrían transformar la tecnología tal y como la conocemos. Este hallazgo se suma a otras investigaciones que apuntan a que podría haber llegado el avance cuántico que puede desbloquear el futuro de la tecnología.
En definitiva, esta nueva vía para crear cristales de tiempo más robustos podría ser el primer paso hacia el desarrollo de ordenadores cuánticos mucho más estables o de instrumentos de una precisión sin precedentes. Estos avances permitirían detectar las variaciones más sutiles del universo, como las ondas gravitacionales o campos magnéticos de una debilidad extrema, abriendo una nueva ventana a la exploración del cosmos.