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Antibióticos

Estos virus podrían salvarnos de la crisis de los antibióticos gracias a un nuevo descubrimiento

La terapia con virus “comedores de bacterias” podría ayudarnos a paliar el problema de las bacterias superresistentes

Bacterias infectadas por fagos. Los puntos muestran la replicación de los fagos. Universidad de SouthamptonUniversidad de Southampton

Los expertos calculan que, para 2050, habrá 10 millones de muertes anuales debidas a infecciones para las que ahora tenemos cura. Los antibióticos han sido, junto con las vacunas, el mayor aporte de la medicina a la salud poblacional. El despunte de la esperanza de vida durante el siglo XX se debió, en enorme medida, a ellos. Porque, aparte de tratar infecciones, las previenen, y la cirugía moderna no sería posible sin los antibióticos. Esos son los beneficios que nos estamos jugando mientras nos acercamos al “mundo post-antibióticos”, donde su sobreuso ha dado lugar a incontables cepas de bacterias resistentes a todo.

Los investigadores están estudiando varias alternativas y, entre ellos, un equipo de investigadores de la Universidad de Southampton acaba de dar con un mecanismo que protege a las bacterias de los bacteriófagos, virus que se adhieren a la superficie de las bacterias, inyectan su material genético y la convierten en una fábrica de nuevas copias del virus. Cuando la célula ya no puede contener más fagos, se rompe, como si fuera un tripulante de la Nostromo, liberando los nuevos virus, preparados para repetir el proceso. En el artículo publicado en la revista Cell, los expertos proponen crear fármacos capaces de inhibir estas defensas celulares para revitalizar una terapia contra las bacterias que, hace décadas, prometió revolucionar el mundo.

Antes de la penicilina

A principios del siglo XX, antes de la llegada de los antibióticos, el microbiólogo Félix d’Hérelle descubrió estos virus mientras estudiaba una epidemia de disentería. Observó que en los cultivos bacterianos aparecían zonas transparentes donde las bacterias morían, lo que lo llevó a identificar la existencia de los fagos.

La cuestión es que su descubrimiento abrió la puerta al desarrollo temprano de la fagoterapia, especialmente en lugares como la Unión Soviética. Porque, al otro lado del telón de acero, la Unión Soviética, tenía dificultades para acceder a los nuevos antibióticos occidentales. Necesitaban una alternativa para tratar determinadas infecciones y decidieron seguir apostando por la fagoterapia durante décadas. Aunque los antibióticos ya son la primera opción de tratamiento, aquí y en Siberia, lejos de desaparecer, la fagoterapia quedó como una vía alternativa latente, esperando un momento que, tal vez, acaba de llegar.

Superbacterias

La aparición de bacterias multirresistentes ha reactivado el interés en estos viejos aliados microscópicos. Hoy se investiga cómo modificar genéticamente a los fagos para hacerlos más precisos, más resistentes y menos detectables por el sistema inmune. Varios ensayos clínicos están en marcha en Europa y Estados Unidos, y aunque no reemplazarán por completo a los tratamientos actuales, podrían convertirse en piezas clave para tratar infecciones donde los antibióticos ya no ofrecen salida.

De hecho, mientras que los antibióticos pueden dañar bacterias buenas y generar resistencia, los fagos son altamente específicos y pueden ser modificados genéticamente para mejorar su eficacia, incluso frente a bacterias que han desarrollado múltiples resistencias. Dicho de otro modo: mientras que los antibióticos actúan un poco como si matáramos moscas cañonazos (causando bajas involuntarias), los fagos son asesinos muy selectivos, que solo atacan a quien queremos eliminar.

Kiwa

Sin embargo, las bacterias también generan resistencia a los fagos y, aunque a priori sería más fácil editarlos para superar esas resistencias que desarrollar nuevos fármacos, los investigadores se siguen peleando con algunas. En el artículo que acaban de publicar desde la Universidad de Southampton, de hecho, han descubierto un nuevo mecanismo llamado Kiwa que, en realidad, consta de dos moléculas. KwaA y KwaB. Mientras que KwaA se encarga de detectar la presencia de un bacteriófago y “despertar” a KwaB, esta última es la que se unirá al material genético del bacteriófago para inactivarlo, impidiendo que infecte a la bacteria.

La cuestión es que, aunque algunos bacteriófagos tienen mecanismos muy inteligentes para superar estas barreras, cuando este mecanismo a otros, como el llamado “RecBCD”, las bacterias se vuelven virtualmente inexpugnables. “De manera similar a cómo los hackers están constantemente buscando formas de evitar los sistemas de seguridad, los fagos han evolucionado para vulnerar las defensas de las bacterias”, aclara el Dr. Franklin Nobrega, profesor asociado en la Universidad de Southampton y del Centro de Investigación Biomédica (BRC) de Southampton del Instituto Nacional de Investigación en Salud y Atención (NIHR). “Pero, así como las empresas tecnológicas se adaptan lanzando actualizaciones con funciones de seguridad mejoradas, las bacterias han desarrollado sus propios cortafuegos moleculares en forma de Kiwa y RecBCD”.

Sin embargo, esto no es el final del camino. Los investigadores de este estudio ya han analizado más de 600 tipos de bacteriófagos potencialmente interesantes para superar estas resistencias bacterianas. Hará falta tiempo, pero aquella esperanza que nació a principios del siglo XX sigue hoy viva y con más importancia que nunca.

QUE NO TE LA CUELEN:

  • La fagoterapia se aplica a la clínica, pero no es una solución perfecta ni mucho menos. Ni siquiera podemos asegurar que vaya a prevenirnos de un futuro mundo post-antibióticos, así que en lugar de confiar ciegamente en lo que está por llegar, debemos aprender a gestionar lo que ya tenemos.

REFERENCIAS (MLA):

  • Nobrega, Franklin, et al. “Kiwa Is a Membrane‑Embedded Defence Supercomplex Activated at Phage Attachment Sites.” Cell, 28 July 2025, doi:10.1016/j.cell.2025.07.002.