
Astrobiología
Someten este musgo a condiciones similares a las de 3I/ATLAS. ¿El resultado? Pasaría la prueba.
Fue sometido a radiaciones y temperaturas extremas y los cálculos muestran que podría resistir hasta 15 años en ese entorno.

Si hay un candidato improbable para convertirse en héroe interestelar, es el musgo. Ese verde discreto que coloniza las piedras húmedas, los troncos viejos y cualquier rincón donde haya algo de sombra. Pero un nuevo experimento, publicado en iScience, acaba de mostrar que ciertas esporas de musgo pueden soportar un castigo que ni los materiales de las sondas espaciales toleran con elegancia: nueve meses en el exterior de la Estación Espacial Internacional, expuestas sin filtro al vacío, al frío extremo, a la radiación ultravioleta y a temperaturas que van de “congelador criogénico” a “plancha al rojo”. Y aun así, más del 80% volvió a la Tierra vivito y coleando, listo para germinar.
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La historia empieza con una pregunta sencilla y algo malencarada, del botánico Tomomichi Fujita, de la Universidad de Hokkaido: ¿si este musgo coloniza desde los Himalayas hasta los volcanes activos, podría aguantar también el espacio?
El musgo elegido fue Physcomitrium patens, una especie muy estudiada en biología vegetal. Las protagonistas, sin embargo, no fueron las plantas completas, sino sus esporas encapsuladas, unas estructuras diminutas y blindadas que funcionan como cápsulas de supervivencia y que, evolutivamente, permitieron a los primeros vegetales salir del agua hace unos 500 millones de años.
Para ponerlas a prueba, el equipo empezó en laboratorio: vacío, frío de −196 °C, calor de 55 °C durante un mes, radiación UV más intensa que la del mediodía ecuatorial. El veredicto fue sorprendente. Las esporas sobrevivieron a todo eso como si estuvieran atravesando una mañana fresca.
Luego vino la prueba definitiva: un viaje a la ISS en 2022, donde los astronautas colocaron las muestras en un soporte externo. Nueve meses mirando el abismo. Ni atmósfera, ni presión, ni protección: solo vacío, radiación solar directa y el incesante bombardeo de partículas de alta energía. Contra todo pronóstico, la inmensa mayoría regresó intacta.
Y aquí es donde la historia se cruza con el fenómeno astronómico del momento: 3I/ATLAS, el tercer objeto interestelar confirmado que visita el sistema solar. Un cuerpo helado procedente de más allá de la órbita de cualquier estrella, con una coma dominada por CO₂, capaz de sublimar violentamente cuando se acerca al Sol.
Las condiciones que encontró ese musgo en la ISS (vacío, radiación brutal, cambios térmicos extremos) no son idénticas a las de 3I/ATLAS, pero sí razonablemente comparables. Al menos, comparables en lo que respecta a la resistencia física básica: soportar el espacio como entorno hostil. En un objeto interestelar real habría, además, corrientes de gas, partículas energéticas y radiación cósmica aún más intensa, pero los resultados del experimento permiten decir, sin exagerar, que las esporas de musgo resisten un infierno que se parece mucho al que atraviesan cuerpos como 3I/ATLAS en su viaje por el vacío.
Incluso los modelos matemáticos del estudio sugieren que, si no ocurre nada inesperado, esas esporas podrían resistir hasta 15 años en condiciones espaciales puras. Suficiente para imaginar un viaje largo entre mundos, aunque todavía muy lejos de la escala de decenas de miles de años que llevan vagando los objetos interestelares reales.
Pero la idea es poderosa. Habla de la resiliencia extrema de la vida y de lo temprano que surgieron en la evolución los trucos para soportar lo imposible. No estamos diciendo que haya musgos sobreviviendo en cometas, ni que podrían crecer allí, pero sí que la vida terrestre guarda en su interior mecanismos tan robustos que sobreviven casi todo… incluso las condiciones que matan a la mayoría de las bacterias, animales y materiales tecnológicos.
El experimento no solo abre puertas para pensar en la agricultura fuera de la Tierra, como sueñan sus autores, sino también para repensar viejas preguntas: ¿es posible que estructuras parecidas hayan viajado entre mundos en el pasado? ¿Qué tan difícil es, realmente, destruir la vida cuando se la comprime en una espora?
Por ahora, la Tierra puede presumir de tener un pequeño campeón verde. Un superviviente silencioso que, sin proponérselo, acaba de demostrar que podría aguantar un tramo (pequeño, pero real) del viaje que hace cualquier objeto interestelar como 3I/ATLAS.
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