Cultura
«Esta novela es un canto al conservacionismo, a dejar el patrimonio natural como está»
Gonzalo Giner-Premio de Novela Fernando Lara
Gonzalo Giner es veterinario de profesión y de vocación. Hace años, una fuerte crisis personal le llevó a buscar alguna manera de escapar de una realidad que no le agradaba, y encontró en la literatura el bálsamo que anelaba. «Yo no tenía una buena base, soy de ciencias», dice Giner, pero aquellos que han estado acompañados por los libros desde pequeños, encuentran al final el modo de crear sus propias historias. «La cuarta alianza» (2004) fue su primera obra y el inicio de una historia que le ha llevado a conseguir el Premio de Novela Fernando Lara 2020 con su obra «La bruma verde», una trepidante historia que transcurre en el corazón de la selva africana y que, sin él saberlo, encerraba ya un mensaje a tener en cuenta en plena pandemia: lo mejor es conservar el medio natural tal y como nos lo encontramos.
-¿Cómo consigue compaginar su trabajo de veterinario con la literatura?
-Normalmente, excepto cuando estoy de promoción, lo compagino muy bien. Trabajo cuatro días a la semana, puedo permitirme organizarme, y luego escribo muy de madrugada, de 4 a 7, ese día libre que tengo y el fin de semana, y así voy avanzando. Me cuesta casi tres años escribir un libro. Hago muchas horas de coche así es que en el camino voy pensando, dándole vueltas al argumento.
- ¿Cómo y cuándo le surgió la vocación de escritor?
-Me surgió cuando tenía unos 40 años. Estaba trabajando para una empresa muy grande de alimentación animal que fue absorbida por una multinacional. Yo tenía un trabajo gerencial y técnico y me tocó despedir a un montón de gente, me sentí horrible, de hecho dejé la compañía, pero entre medias tenía la necesidad de liberar mi cabeza y buscar otros mundos para no estar con tanta ansiedad y angustia. Había leído mucho desde pequeño, y en ese momento me cautivó la idea de escribir algo y de empezar a escribir una historia que no tuviera nada que ver con mi vida ni con mi realidad y ahí surgió mi primera novela.
-Desde aquel primer libro, ¿cómo ha ido evolucionando su escritura?
-El oficio, como todos, se va aprendiendo, cometiendo muchos fallos, y teniendo a gente que te los hace ver y que te enseña. Yo no tenía ninguna base, más que lo que he podido leer en mi vida, pero no tenía ninguna base de formación, mi carrera es técnica. Cuando escribí mi primera novela tuve la suerte de contar con una editora, Raquel Gisbert, con la que trabajé mucho. Aprendí mucho de ella, y luego ya ha sido novela tras novela. Yo creo que mi estilo se caracteriza por que me gusta emocionar mucho a la gente y por tanto mis novelas están cargadas de emoción. En la última ha sido además una historia muy bonita, porque ha sido un cambio de registro, de novela histórica me he pasado a la novela actual. El hecho de querer presentarla a un premio sin saber qué iba a pasar tenía mucho que ver con decir oye, bueno ya que estreno una atmósfera distinta a nivel literario, también me gustaría que me abriera el camino a lectores que no me han leído nunca.
-La novela está ubicada en la República Democrática de El Congo, ¿por qué un sitio tan lejano? ¿Cómo ha conseguido ubicarse?
-La idea surgió tras conocer a una compañera, Rebeca Atienza, una gallega que lleva bastantes años trabajando en el Congo con primates, mano derecha de Jane Goodall. El respirar lo que contaba, con esa pasión, lo que es el Congo, el problema que existe con los primates, los riesgos que existen en la selva en este momento, de deforestación, corrupción... todo ese caldo de cultivo, me provocó una ansiedad de que tenía que escribir algo sobre eso.
-¿Qué tienen en común Lola y Bineka, las dos protagonistas de la novela?
-El que sean mujeres es un guiño a la primatología. En esta novela aparecen chimpancés casi desde la primera pagina, los primates tienen una importancia enorme en la trama. Nunca quise escribir una novela africana con una protagonista principal europea, quería la visión desde dentro. Bineka es una joven muy pequeñta, de 16 años, que solo conoce una aldea remotísima del interior de la selva. Pero ella se va a ver afectada por los desmanes de unas empresas. Y luego sí que quería el contraste con una occidental, con Lola, que es una alta directiva de una multinacional de telefonía. Desaparece una amiga intima, cooperante, que está trabajando en el Congo, y ella coge un avión y va a ver qué pasa. Y ahi es donde arranca «La bruma verde». Las vidas de ambas acaban cruzándose de una forma muy pecualiar.
-¿Cree que todo lo que está pasando es un grito del planeta?
-El planeta nos ha dado muchos avisos y este es uno más. Estas empresas que están entrando a saco en la selva, no solo de El Congo, están haciendo sangrías, haciendo carreteras en zonas selváticas que antes no tenían ninguna comunicación con el hombre, solamente convivían los animales salvajes con sus virus y bacterias. Ahora estas carreteras sirven para que mucha gente esté entrando por esos caminos para cazar animales que son exóticos, para venderlos luego o cocinarlos en algunos restaurantes, y esto hace que nos comuniquemos mucho más animales salvajes con humanos. Y esto implica contagios entre animales y humanos, el coronavirus es uno de ellos pero puede haber muchos virus más esperando. Este es el mensaje que he querido contar en la novela. Bineka es una metáfora, es hija de la selva y la selva la va a proteger. Moraleja: si nosotros protegemos a la selva, ella nos protegerá a nosotros y al contrario.
-¿La pandemia es una consecuencia de irrumpir en un terreno que de manera natural no es del hombre?
-Exacto. Todo esto tiene mucho que ver con la condición humana. Yo soy optimista por naturaleza pero considero que al hombre, si le dejas solo, se pierde. Si no hay regulaciones a la actividad de empresas o particulares, nos cargamos cosas. Una de las cosas que más me gustó de esta novela es que Rebeca, mi compañera, me dijo tras haberla leído que era un canto al conservacionismo. El conservacionismo es una teoría que dice que hay que dejar las cosas como están, el patrimonio que hemos heredado. Todos podemos hacer algo, a parte de los Gobiernos.
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