Tradiciones
Las dos versiones que explican por qué se comen doce uvas en Nochevieja
Los racimos producidos en el Vinalopó (Alicante) son los únicos frescos de producción española que pueden comprarse en diciembre
Ni el menos supersticioso se salta la tradición. En pijama o con lentejuelas, antes de salir de fiesta o poco antes de irse a la cama hay que comer la doce uvas de la suerte. ¿De dónde viene esta tradición?
Existen dos versiones que lo explican. La más popular remonta su origen a finales del siglo XIX. La historia cuenta que un grupo de productores de uva del Valle del Vinalopó, en la provincia de Alicante, decidieron crear una promoción para dar salida a la gran recolecta. Les llamaron “las uvas de la suerte” y había que comerlas al ritmo de las campanadas que marcaban el fin del año.
Sin embargo, desde la Denominación de Origen Protegida del Vinalopó (D.O.P.) tienen documentada otra versión. “Sabemos que en los últimos años del siglo XIX era una costumbre muy extendida en Madrid que las familias acomodadas, influidas por las costumbres francesas de la época, tomaran un ‘lunch’ de Nochevieja en el que se servían uvas y champagne. El primer documento conocido que deja constancia del hecho es un anuncio publicado en El Imparcial el 29 de diciembre de 1898 en el que los productores promocionan “Las uvas de la suerte”.
Para que esta costumbre se extendiese a todos los estratos sociales hizo falta el Bando Municipal del alcalde José Abascal. En este se prohibían determinadas prácticas relacionadas con tradiciones navideñas de la Villa de Madrid. “Molestos por dicho bando, los ciudadanos de la Villa decidieron ridiculizar la costumbre de la clase alta y congregarse en la actual Puerta del Sol el 31 de diciembre de 1896 para tomar las doce uvas y celebrar ruidosamente la entrada del nuevo año. En El Imparcial del 1 de enero de 1902, también se puede leer otra nota de sociedad que hace mención al ‘lunch con las acostumbradas uvas de la suerte’ en la fiesta de fin de año en el Hotel de los Condes de Romanones”.
Sea de una o de otra manera, lo cierto es que la tradición ha quedado instaurada y que en el Valle del Vinalopó se cultiva la única uva fresca que puede consumirse en todo el hemiferio norte durante estas fechas. La producción prevista para este año supera los 41 millones de kilos y de estos, dos millones se consumirán en Nochevieja. La cosecha esta año ha sido buena porque la climatología ha sido favorable.
Microclima y embolsado
El Valle del Vinalopó disfruta de un microclima único que, durante más de un siglo, han aprovechado los agricultores de esta comarca para consolidar una técnica artesanal y única en el mundo: el embolsado. “Consiste en poner aprincipios de junio o julio un bolso de papel alrededor de cada racimo, que se ata con un hilo de rafia. De esta manera vamos retrasando la maduración y también se potencia el sabor”. La variedad que se consume en Nochevieja en la denominada Aledo. “Esta técnica dota a esta fruta de las características únicas que la hacen merecedora del mayor reconocimiento existente en la Unión Europea para un producto alimentario: la Denominación de Origen Protegida (D.O.P.)”
Por tanto, esta uva es pequeña y lleva semillas, al contrario que las que pueden encontrarse ahora en los supermercados que no llevan semillas y son mucho más grandes y que provienen del otro hemisferio. “Está claro que la tradición viene del cultivo de granos pequeños. Los otros no se pueden comer tan rápido”, apuntan desde la D.O.P.
La uva embolsada del Vinalopó tiene asociada la creación de 13.000 empleos y contribuye al desarrollo de los siete términos municipales que lo conforman: Agost, Monforte del Cid, Novelda, Aspe, Hondón de las Nieves, Hondón de los Frailes y La Romana.
Las siete variedades amparadas por la D.O.P. cubren toda la temporada de uva de mesa en el hemisferio norte, desde finales del mes de agosto con las variedades más tempranas, hasta mitad de enero, con la variedad más tardía.
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