Gastronomía

En el buen nombre de la carne

El lío que se ha armado es considerable pero todos, con la única excepción del ministro de Consumo, están de acuerdo en que con la carne no se puede hacer sangre

Aquí se come y se exporta la mejor carne del mundo
Aquí se come y se exporta la mejor carne del mundoLa RazónJorge Soto El Káiser

El pasado siempre vuelve. En el mundo agropecuario nunca pasa nada hasta que ocurre todo. No es la primera vez que el ministro de Consumo, Alberto Garzón, se ve envuelto en una polémica con los sectores cárnico y ganadero. El lío que se ha armado es considerable pero todos, con su única excepción, están de acuerdo en que con la carne no se puede hacer sangre.

Un asombroso sol de invierno resplandece en la plaza de un pueblo cercano a València, mientras escucho en la terraza de un restaurante hablar a dos ganaderos dedicados al porcino sobre las últimas declaraciones del ministro de consumo. No quisiera quien firma este artículo entrar en los últimos (de)méritos del citado gestor, ya son conocidos, pero la trascripción de la anónima tertulia resulta incuestionable.

Los personajes que reinan alrededor del almuerzo, en estado de gracia todos, saltan al escuchar su nombre. Son defensores de que cada uno es libre de perder el tiempo con lo que le apetezca pero sin hacer daño. Que pronto lo olvidamos todo, me dicen, de la pretérita polémica sobre el consumo de la carne roja. Un porqué sin resolver, uno más, fuera del alcance del sentido común.

No son necesarios los alegatos contra la verborrea y reincidencia del ministro de Consumo que ya no solo pretende adoctrinarnos sobre los hábitos gastronómicos. Su arremetida frontal contra el mundo cárnico ha tenido una respuesta global, como nunca, desde todos los ámbitos. Los ganaderos, veteranos sufridores de polémicas arbitrarias, ruidosas, estériles, tan desmesuradas como disparatadas, sobre la calidad de la carne han perdido la paciencia y solicitan, en el mejor de los casos, el confinamiento del ministro y su nula contribución a la marca España para lo que resta de legislatura.

Una embestida sin sentido al sector ganadero, una carencia feroz de juicio y una posible perturbación, esperan que no, a la exportación de sus productos. A estas alturas ya no les causa extrañeza el himno bélico hacia el universo cárnico.

Las declaraciones que se mueven en territorios minados por el desconocimiento de la sala de despiece ministerial y las críticas insostenibles al consumo se mantienen ahora en silencio en las cámaras a una temperatura refrigerada, sin coste energético alguno, sin disculpas, desmentidos, ni dimisión alguna. Para más inri y escarnio se ha hecho en una publicación extranjera. Sobran las palabras y mandan los hechos al convertir las granjas en carnaza informativa para los tabloides ingleses. El estropicio contra la reputación de tres millones de toneladas de excelsa carne ha sido absurdo.

Con sus macrogranjas en el punto de mira, se resisten a considerar la cría extensiva agropecuaria, medioambientalmente sostenible, como una carne inferior. La calidad de estos productos, el sabor y el buen gusto forman un ariete ante el que no hay portalón que se resista. Por fortuna, su calidad intimida a los productos similares de otros países europeos y asiáticos. No hay que menospreciar, sin duda, el papel que les corresponde.

Llegamos al final de una experiencia vital, purificadora e inesperada que además de brindarnos el gozo del (re)encuentro cotidiano con la carne, nos permitió, también, asomarnos a los paisajes de la barbacoa, invadidos, de embutidos, chacinas y carnes rojas, que hicieron que la fe vegana temblara.

Si hay un territorio donde la pulsión culinaria popular está más presente esa es la carne. Gastronomía sin paliativos, agrandada y contundente, que irrumpe todos los días del año. Aunque la incertidumbre de los gustos, los vaivenes interminables de las modas y las costumbres dietéticas resultan tan próximas, ajena a la polémica la carne seguirá abanderando cuestiones claves en la gastronomía.

Desde ya se impone un activismo cárnico nacional «full time». Hay que luchar contra el desconocimiento que mancilla gratuitamente el currículo de ciertas carnes. Consuman con voz propia, recomendaciones las justas, lecciones ningunas. No estamos locos sabemos lo que queremos y tenemos. Aquí se come y se exporta la mejor carne del mundo.

Afortunadamente, el mundo cárnico y ganadero forman un tótem por los cuatro costados que seguirá avanzando con credenciales de excelencia. Los ganaderos esperan, creen y desean que esta nueva ola de declaraciones sea la última. Pero quién sabe. Uno ya no se atreve a esperar y predecir nada salvo el buen nombre de la carne.