Cultura
Los 40 años de amistad entre Joaquín Sorolla y Rafael Altamira comenzaron con un retrato
El Museo de Bellas Artes exhibe el lienzo del humanista alicantino cedido por el Museo del Prado
Joaquín Sorolla aterriza por primera vez en el Museo de Bellas Artes de Alicante, Mubag, y por la puerta grande, con un retrato del jurista y humanista Rafael Altamira y Crevea (Alicante, 1866; Ciudad de México, 1951), un alicantino ilustre; se trata de una obra que el Museo del Prado cede en depósito por un periodo de un año y que se exhibe en la exposición permanente del Mubag, «El siglo XIX. La colección de la luz».
Así, la Diputación de Alicante, institución de la que depende el Mubag, homenajea a Altamira cuando se cumplen 74 años de su fallecimiento y coincidiendo con un hito histórico, la repatriación de sus restos mortales, y los de su esposa Pilar Redondo Tejerina, desde México para darles sepultura en El Campello (Alicante). Un acto que contó con la presencia del Rey Felipe VI.
En el museo hay otras obras del Museo del Prado. Según el director del Mubag, Jorge A. Soler, «han sido varias las acciones desarrolladas en colaboración con la pinacoteca nacional en el programa El Prado Extendido», y de hecho, el depósito temporal del lienzo de Sorolla se suma a los anteriores con un total de 29 obras, de las cuales 27 forman parte de «El siglo XIX. La colección de la luz».
El retrato pintado por Sorolla a su amigo Altamira en 1886 fue un obsequio, una muestra del inicio de una amistad fecunda, que mantendrían ambos de por vida tras conocerse en Valencia.
Rostro sobre fondo neutro
Sorolla retrata a un joven Altamira recién licenciado en Derecho, según explica María José Gadea, técnico del Mubag, quien añade que «el pintor se centra en el rostro sobre un fondo neutro, dejando el resto del busto abocetado, además, la paleta empleada por Sorolla, de tonos oscuros es propia de su primera etapa, antes del desarrollo del luminismo con el que se identifica al pintor».
Gadea añade, a preguntas del diario LA RAZÓN, que la amistad entre Sorolla y Altamira perduró en el tiempo «hasta el final de los días del pintor que vino a interrumpir la relación, pero no el imperecedero recuerdo».
«A lo largo de su trayectoria Sorolla realizó muchos retratos -agrega-, la mayoría por encargo. Sin embargo, otros los realiza de manera independiente como prueba de amistad, tal es el caso del primer retrato de Altamira; cuando lo pinta Sorolla tiene 23 años y Altamira 20, y acaba de licenciarse en derecho en la Universidad de Valencia. En este punto, sus caminos se unen, entablando una amistad que se prolongará a lo largo del tiempo como se puede comprobar en la correspondencia mantenida entre ambos desde diferentes lugares».
Segundo retrato
Sorolla retrata a Altamira en una segunda ocasión, en 1913, con motivo del encargo de la Hispanic Society of America para ornamentar la galería de ilustres españoles. Es un retrato en su madurez, ataviado con traje académico, muceta de doctor en Derecho y con la gran cruz de la Orden Civil de Alfonso XII que luce- orgulloso, ya que fue a instancias de Alicante, según Gadea.
Sobre la relación entre Sorolla y Altamira, el profesor y politólogo José Ferrándiz Lozano, explica a LA RAZÓN que «la estima que por Sorolla tuvo el intelectual alicantino fue alta: por eso escribió de él que fue ‘un gran maestro’, pero también el valenciano le correspondía con admiración; hay una carta, por ejemplo, en la que se muestra muy efusivo tras leer uno de sus libros de cuentos. Su amistad duró casi cuarenta años; cuando ambos vivían en Madrid, ya consagrados, mantenían su buena relación».
Agrega que «fue durante una cena en casa de Sorolla, a la que acudió el arqueólogo estadounidense Huntington, cuando éste propuso al pintor hacerle un nuevo retrato a Altamira para la Hispanic Society de América, retrato que finalizó en 1913 y se conserva en Estados Unidos».
A la presentación de la obra en el Mubag, que se realizó el 1 de junio, fecha del fallecimiento de Altamira, acudieron el presidente de la Diputación, Toni Pérez, del diputado de Cultura, Juan de Dios Navarro, el segundo teniente de alcalde de El Campello, Cristian Palomares, y la concejal de Cultura de El Campello, Dorian Gomis, así como con Ignacio y Javier Ramos Altamira, bisnietos del humanista, y el profesor y politólogo José FerrándizLozano, además del director y técnicos del Mubag.
Lo que está claro es que el lienzo de Altamira es otra forma de reivindicar el legado de un gran humanista, dos veces nominado al Nobel de la Paz, y a través de un lienzo de su amigo Sorolla.