Opinión

Almas sin nido

A veces el reloj se para y los días no cuentan, el tiempo queda en suspenso; ahora en Alicante toca encender la Navidad e instalar un Belén Gigante

Tres niñas ucranianas muestran sus manos con el mensaje 'Stop War' en El Tiemblo (Ávila), donde se encuentran acogidas
Tres niñas ucranianas muestran sus manos con el mensaje 'Stop War' en El Tiemblo (Ávila), donde se encuentran acogidasAgencia EFE

El día de los atentados 11-M, una servidora estaba en Madrid en la calle Santa Engracia, esquina con Eloy Gonzalo, para ser exactos, saliendo de un banco, léase entidad financiera. Sentí -sin escuchar ninguna explosión- cómo mi ciudad de entonces -su corazón, también para ser exactos-, se partió por la mitad.

Me faltó tiempo para volar sin alas hasta la redacción del diario en el que trabajaba entonces, ubicada en la plaza de Callao. Nada estaba claro, excepto que la masacre había sido de dimensiones descomunales. Y en Atocha. No había otro sitio. Hace veinte años.

El cerebro es tan sabio que asocia ideas, tragedias, traumas e incluso hay imágenes y vivencias que, en esos momentos en que los periodistas nos dedicamos a narrar lo que acontece sin respiro ni tregua, son, como el propio drama, para siempre.

Todo es relativo, sin duda. Cuando comento con Katia y Marina, mis amigas ucranianas - casi tan alicantinas como una servidora- que en Valencia la lluvia ha arrasado pueblos y que ha roto vidas y más vidas, me miran con escepticismo.

- En nuestro país, cuando hay un aviso de bombardeo, seguimos con nuestra vida normal.

Se han acostumbrado a la destrucción y a la muerte. Y a mí me conmueve que hayan llegado a Alicante como almas sin nido y que ni tan siquiera parpadeen cuando hablan de las personas que siguen muriendo a diario en la guerra, en su país.

Y aunque a veces el reloj se para y los días no cuentan, el tiempo queda en suspenso, en Alicante toca encender la Navidad e instalar un Belén Gigante. Y pedir a Melchor, Gaspar y Baltasar que, por favor, la realidad sea menos prosaica. Al menos, un pelín.

Pues eso, que Ucrania está también en la Comunidad Valenciana. Y Atocha y Valencia viven en mi corazón para siempre.