Opinión

Opinión | Sin lágrimas

Valencia se inundó y todos contuvimos la respiración antes de romper a llorar. Quizá debamos interiorizar que el cambio climático ha llegado para quedarse, y que una alerta roja se puede convertir en negra

La DANA asoló el pasado martes la provincia de Valencia
La DANA asoló el pasado martes la provincia de ValenciaAgencia EFE

Mi amigo el poli comparte su día a día con mi hijo, Joan, de 9 años, y conmigo en la puerta del colegio, entre las cuatro y cinco de la tarde, desde hace seis años. Impactada como estoy aún porque un trozo del campanario del Ayuntamiento de Alicante se desprendiera un jueves cualquiera a las 11 de la mañana, sin causar muertos, lo comento con él

- Setenta kilos, Almudena, es como si hubiera estallado una bomba.

Quita hierro, con gran sentido del humor; no hubo muertos, sin duda, podría haber sido peor.

- Ya sabes, en Alicante se cumple el dicho de "solo te acuerdas de Santa Bárbara cuando truena"

Sonrío, reír es imposible, e intentando digerir que no somos nada, llega una DANA a la Comunidad Valenciana y arrasa. Soy incapaz de asimilar tanta muerte, dolor y destrucción de golpe; eso sí, me pregunto qué pasaría si fuéramos conscientes de que el litoral mediterráneo es un espacio de alto riesgo para que ocurra otra DANA, esa palabra con la que nos familiarizamos en 2019, cuando el río Segura se rompió por la lluvia y devastó la Vega Baja, en Alicante.

Lo malo no es que seamos frágiles, que también, sino que el día d, muchos ciudadanos obviaron la alerta roja de la Agencia Estatal de Meteorología y continuaron con su vida como si nada pasara o pudiera pasar. Y pasó. Y Valencia se inundó. Y todos contuvimos la respiración antes de romper a llorar. Quizá debamos interiorizar que el cambio climático ha llegado para quedarse y que una alerta roja es una alerta roja y que se puede convertir en negra. Y que si solo nos acordamos de Santa Bárbara cuando truena, seguirá tronando, y seguiremos llorando casi tantas lágrimas como agua ha caído en la DANA en Valencia. Y hasta quedarnos sin ellas.

Pues eso, que el cielo, o la DANA, nos enfrenta a nuestra propia vulnerabilidad. Y, mientras, nuestros corazones siguen de luto.