Opinión

OPINIÓN Vidas sin recuerdos

Una vida sin recuerdos no es una vida. Una vida sin el álbum de la boda o de la comunión, o sin imágenes de los abuelos orgullosos con sus nietos en brazos, o viendo un partido de fútbol, no es una vida

Un hombre consulta su teléfono en un banco de una calle en Paiporta, en Valencia
Un hombre consulta su teléfono en un banco de una calle en Paiporta, en ValenciaAgencia EFE

Llegó la DANA en 2019 a la Vega Baja y puso en el mapa de España y mundial una comarca que, como zona fronteriza que es, ha vivido y vive en tierra de nadie. Todos lloramos cuando el río Segura se rompió, literalmente, y anegó huertos, empresas, casas y vidas y más vidas de personas que, también literalmente, se derrumbaron. Entonces ese fenómeno meteorológico demostró, con una violencia del agua propia de un tsunami, su capacidad de destrucción. Ahora es la provincia de Valencia la que se ha hundido.

Sin duda, desastres naturales de semejantes dimensiones son tan desgarradores que generan un trauma -la palabra significa herida en griego- colectivo en la sociedad; una herida emocional que se reabre o se puede reabrir al menor indicio de lluvias torrenciales. Y sí, es verdad que la Comunidad Valenciana tiene, por desgracia, experiencia en riadas; pero también es cierto que el día que la gota fría pasó a llamarse DANA supuso un punto de inflexión, y en negativo, en el historial de tragedias de nuestra querida Comunidad.

Así que, cuando en medio de un dolor que es indecible - a veces no hay palabras- me encuentro con que la Universidad de Valencia reconstruirá, de manera altruista, las fotografías y álbumes familiares arrasados por la lluvia y el fango, descubro que hay poesía en medio del drama.

Una vida sin recuerdos no es una vida. Una vida sin el álbum de la boda o de la comunión, o sin imágenes de los abuelos orgullosos con sus nietos en brazos, o viendo un partido de fútbol, no es una vida. La Universidad se ha visto desbordada por las llamadas telefónicas de personas que quieren reconstruir sus recuerdos y guardarlos para siempre.

Pues eso, que hay luz en plena tragedia en forma de fotografías salvadas del temporal. Y así, y mientras lloramos a los muertos, el dolor es menos dolor.