“Tardes de chapas y pan chocolate”, un viaje de ida y vuelta a la feliz infancia de los sesenta y setenta
Javier Serrano y Gonzalo Sánchez-Izquierdo nos ofrecen un libro nostálgico, que no melancólico, sobre aquellos años en blanco y negro llenos de color y alegría
Lo mejor que se puede decir de “Tardes de chapas y pan con chocolate” es que adentrarse en sus páginas es atravesar un túnel del tiempo y volver por un breve periodo de tiempo a una infancia aún en blanco y negro pero llena del color de la nostalgia.
Javier Serrano y Gonzalo Sánchez-Izquierdo han sabido, abarcando una amplia franja temporal, rememorar una época que, sin partir, como dejan claro al principio del libro, de que no necesariamente cualquier tiempo pasado fue mejor, sí que nos retrotrae a un periodo de felicidad a pesar de las carencias.
Sin caer en la melancolía, de la mano de los autores viajamos a una España que hoy nos parece de otra época, pero que está ahí, a la vuelta de la esquina y que conviene no olvidar para saber de dónde venimos.
Es muy difícil leer “Tardes de chapas y pan con chocolate” y no sonreír recordando aquellas meriendas, esas galletas María, o qué decir del pasapuré. Es un ejercicio curioso leer el libro junto a nuestros hijos y ver qué cara ponen al ver muchas de aquellas cosas que para nosotros eran cotidianas y que para ellos son poco menos que ciencia ficción.
Las rodilleras, ese clásico, las canciones de Torrebruno, la baca de los coches cargadas de maletas en aquellos kilométricos atascos, el “Un, dos, tres"... Muy divertido es el apartado para los juegos con los que pasábamos horas en la calle, las chapas, la peonza, los patinetes (a pie, no eléctricos como los de ahora), la goma, las canicas o, mi favorito, el “churro”. ¡Cuántas espaldas no habremos estado a punto de romper jugando al “churro” (hoy probablemente estaría prohibido)!
Y esa ropa, esos abrigos, ese orinal, el olor a coliflor... Las fotos elegidas para el libro no tienen precio.
El libro, además, acierta en abrir un abanico de tiempo lo suficientemente amplio como para abarcar a varias generaciones diferentes, todas aquellas que tuvieron su niñez en aquellas décadas de los sesenta y setenta, es decir, las de aquellas que hoy rondamos, lustro arriba o lustro abajo, el medio siglo de vida.
Al mismo tiempo, el libro, que nunca abandona a lo largo de sus páginas el buen humor y una constante comparación con los tiempos moderno y con cómo han cambiado las cosas, es también una lección de Historia, pero de la cotidiana, de la de andar por casa, de la que construimos entre todos. Es como mirar por un catalejo y ver cómo éramos hace 50 años, cómo esa España pobretona y con un punto tercermundista se ha convertido en lo que es hoy, un país mucho mejor, más rico, con una mayor calidad de vida para mucha más gente, aunque no necesariamente más feliz.
Y es que, si algo nos muestra “Tardes de chapas y pan con chocolate” es que la infancia es nuestra patria, ese hogar al que nunca está de más volver y ver quiénes fuimos y en qué nos hemos convertido.